Kevin Quevedo y Luis Acuy retirándose del estadio. (Foto: GEC)
Kevin Quevedo y Luis Acuy retirándose del estadio. (Foto: GEC)
Pedro Canelo

De todos los resultados obtenidos en los Panamericanos, la eliminación de la selección masculina de fútbol ha sido lo más criticado. Solo un empate en sus tres presentaciones, dos goles a favor y seis en contra. Sus estadísticas producen desazón, pero antes de sacar más conclusiones es sensato aterrizar sobre las verdaderas posibilidades de éxito que tenían los dirigidos por Nolberto Solano.

A la Sub 23 se le está dando el trato de gran favorito a medalla que quedó fuera de un torneo en primera ronda. ¿Esta selección merecía esa expectativa? Habría que comenzar con el universo de jugadores que manejó el comando técnico de Ñol. Este equipo con promedio de edad de 22 años hereda cuatro procesos de selecciones juveniles donde solo una tuvo un resultado rescatable (la Sub 17 de este 2019 que se quedó fuera del Mundial por diferencia de goles).

Kevin Quevedo lamentándose por la eliminación prematura en Lima 2019. (Foto: GEC)
Kevin Quevedo lamentándose por la eliminación prematura en Lima 2019. (Foto: GEC)

La Sub 20 del 2017 fue novena, la Sub 17 del mismo año ocupó el último lugar y la Sub 20 de este 2019 repitió el penúltimo puesto. Por antecedentes, esta Sub 23 pelea la última zona de la tabla en Sudamérica. Era previsible que Uruguay, que viene de un prolongado proceso en menores que supera los diez años, nos pasara por encima. Otro de los rivales, Honduras, trajo a su técnico de mayores –el uruguayo Fabián Coito–, quien precisamente encabezó a los cuadros juveniles charrúas hasta el año pasado y que tiene un indudable perfil de formador.

El 2-0 ante Jamaica es complejo en el análisis ante la urgencia de Perú por sacar una diferencia de goles para clasificar a semifinales. La vulnerabilidad defensiva de este equipo se agravó más ante el adelanto de líneas frente a los caribeños en el segundo tiempo. Con el resultado sellado, muchos califican a esta selección como barco a la deriva; sin embargo, desde hace muchos meses este naufragio estaba anticipado.

Más allá del pobre universo que se maneja en estas categorías, Solano no pudo reunir a los mejores Sub 23 del país por dos motivos: acuerdo con clubes profesionales para que las convocatorias fueran equitativas (por ejemplo, se coordinó con Claudio Vivas de Cristal llamar a Pretell y Chávez, pero no a Pacheco, Sandoval y Távara por la Sudamericana), y porque los clubes del extranjero no estaban obligados a ceder jugadores al no ser torneo FIFA (Marcos López, hoy en la MLS, como el caso más emblemático).

Hubo errores de Ñol en lo táctico y hasta en la selección de algunos jugadores. Eso tampoco lo estamos disfrazando, solo tratamos de establecer el balance en el debido contexto. Esta selección Sub 23 es, también, un producto de la austeridad que hoy vive la Federación Peruana de Fútbol. Solano se hizo cargo de este equipo panamericano con el mismo sueldo que tenía como asistente de Ricardo Gareca en mayores.

El contrato de Nolberto Solano vence la próxima semana. De buena fuente, sabemos que le van a renovar como asistente de mayores y que sigue siendo la primera opción para seguir con la Sub 23 en el Preolímpico de enero del 2020. Hay mucho para corregir. Para empezar, coordinar para que quienes busquen el pasaje a Tokio 2020 sean los mejores de la categoría. Solo así saldremos del subsuelo. Porque, es hora de aceptarlo, hemos tocado fondo.

Contenido sugerido

Contenido GEC