(Foto: archivo)
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José Carlos Requena

A finales del 2016, esta columna presentó un título similar: “El 2016 se resiste a partir” (23/12/2016). Se describían las precariedades con que se instaló el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski en relación con las regiones, que se intentaron enfrentar con un trato cercano a la política subnacional plasmado en los encuentros GORE Ejecutivo y Muni Ejecutivo.

Algo similar ocurre con el 2017: se prolonga. Con las debilidades irresueltas, el 2016 político terminó aproximadamente a finales de febrero del 2017. En marzo, las lluvias marcaron el inicio del 2017 político. Kuczynski llegaba a su punto más bajo de popularidad en el interior del país, en lo que iba de su gobierno (32%, según Ipsos). En el norte, la aprobación llegaba a 24%. En abril, gracias a una reacción de gran despliegue mediático, el gobierno recuperó su popularidad, aumentando 11 puntos porcentuales en el interior (de 32% a 43%) y 14 en el norte (de 24% a 38%).

Desde entonces, el principal desafío fuera de Lima ha sido la reconstrucción en el norte. Se ha enfrentado a él con la creación de una Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, que ha tenido hasta ahora dos cabezas sin que se logren mostrar los avances que se esperaban, dado el exclusivo marco normativo con el que cuenta. Los reportes periodísticos de la zona y los testimonios de viajeros eventuales describen la difícil situación que, a casi 10 meses del desastre, persiste.

Otro factor ha sido el Caso Lava Jato. Los gobiernos subnacionales no han sido ajenos al escándalo de corrupción más grande en lo que va de milenio. Jorge Acurio, ex gobernador regional de Cusco, permanece en prisión. No debe descartarse que colegas suyos corran la misma suerte, tras los testimonios de Jorge Barata, esperados para enero, y las respectivas investigaciones fiscales.

En las postrimerías del año, en procura de crear una narrativa a la controversial decisión del indulto a Alberto Fujimori, el Ejecutivo plantea una suerte de reconciliación con cambios, que abrirá nuevos frentes hacia aquellos lugares con alta presencia de víctimas de la violencia política. ¿Se tendrá en cuenta que la solución no va por lanzar lluvias de millones?

Nada permite avizorar un cambio en la manera de gestionar la política hacia el interior: gestos como las reuniones con los gobiernos subnacionales se mezclan con pasos desprolijos que acrecientan las brechas.

Por ello, el 2017 iniciado en marzo debería prolongarse hasta julio del 2018, cuando la fiebre mundialista dé paso al escenario electoral de los comicios subnacionales de octubre. El eje del debate político en las regiones habrá cambiado.

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