(Foto: Archivo El Comercio)
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José Carlos Requena

Las noticias de las últimas semanas, que tienen como eje los brutales ataques a mujeres, han sido particularmente trágicas. Como si la violencia palpable no fuera suficiente, las desalentadoras cifras sociales indican que en el 2017 hubo cerca de 375 mil pobres más que en el 2016. La situación en el sector rural también empeoró (+0,6%), aunque menos que en la zona urbana (+1,2%).

¿Hay razón para fijarse en lo que pasa en las áreas rurales (aquellos poblados que tienen menos de tres mil habitantes), en un país que es crecientemente urbano (aproximadamente, el 75%)? Frente al desolador panorama, un proyecto conjunto de la cooperación internacional y el Estado Peruano –en sus distintos niveles– brinda fundadas esperanzas.

En la complicada década de los años noventa, la Cooperación Suiza en el Perú inició dos proyectos en Cajamarca y Cusco para implementar en un pequeño número de poblaciones rurales sistemas de agua y saneamiento, con la activa participación de la comunidad. Se formaron así las juntas de agua y saneamiento (JASS), que hoy funcionan en cinco mil comunidades en 14 regiones, abarcando el 80% del territorio nacional. Se estima que más de dos millones de personas se benefician de esta iniciativa.

Las JASS han permitido reducir varias brechas. El modelo se repite hoy en Colombia y en breve lo hará en Brasil. Aunque ambos países presentan diferentes patrones, han visto con gran interés lo avanzado en los 22 años que funcionó el proyecto en el Perú. El jueves último, el Gobierno Peruano tomó la posta, en una simbólica ceremonia que contó con la participación de altos funcionarios de varios sectores.

Con los crecientes problemas de abastecimiento de agua y provisión de servicios en las zonas urbanas (plenos en ineficiencia y malos manejos), las JASS terminan siendo un modelo que mirar con atención. Además, la sostenibilidad de las poblaciones rurales debería propiciar un desarrollo más descentralizado e inclusivo. Asegurar un sólido sector rural incidirá en una sostenibilidad mayor en las zonas urbanas.

Por si fuera poco, el trabajo voluntario que significa la participación en las JASS mejora el ejercicio de ciudadanía, un hecho de vital importancia en medio de la creciente desafección política. El cinismo, muy presente en quienes representan el orden democrático en las zonas urbanas, parece ausente en boca de Reynaldo Quispitupa, ex alcalde de San Salvador, en Cusco: “Quienes tenemos la oportunidad de manejar un pequeño espacio de poder local o nacional tenemos que darnos cuenta de que ello nos permite hacer grandes transformaciones”, dijo el jueves, durante la ceremonia.

Hay muchas cosas que aprender de lo que pasa en el sector rural. ¿Por qué esperar?

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