Entre la calle y el aula: el problema del trabajo infantil
Entre la calle y el aula: el problema del trabajo infantil
Fernando Alayo Orbegozo

Jefferson no quiere ser futbolista. Tampoco médico, bombero ni astronauta. Su sueño es convertirse en ingeniero, de cualquier especialidad, pero ingeniero. Como aquel señor que, hace un par de semanas, lo deslumbró con una propina de S/20. “Yo solo le ofrecí mis chocolates cuando detuvo el carro. Ahora sé que solo un ingeniero puede regalarte tanta plata”, dice.

Tiene 11 años y desde hace tres meses está pendiente del semáforo ubicado en el cruce de las avenidas Pardo y Grau, en Miraflores. Espera pacientemente los treinta segundos que demora en cambiar la luz roja para ofrecer sus productos. Vende chocolates, caramelos y –últimamente, debido al intenso calor– botellas de agua helada.

“Tengo que trabajar porque mi mamá está sola. Aproveché las vacaciones, pero ya empiezo las clases. Entro a primero de secundaria y ya me matricularon en el colegio, allá en Pamplona, donde vivo. Aunque no sé si regrese a clases, porque nos falta el dinero”, cuenta antes de ir corriendo tras otro vehículo. Un conductor le pasó la voz para comprarle una gaseosa.

–Con nota desaprobatoria–
Este lunes 13 de marzo se iniciará un nuevo año escolar en el Perú. El Ministerio de Educación (Minedu) ha calculado que 8,6 millones de alumnos de las escuelas públicas y privadas asistirán a las aulas desde ese día, así como cerca de 549 mil docentes. Pero esta realidad no alcanzará por igual a todos los escolares del país.

Según la II Encuesta Nacional Especializada en , publicada a fines del año pasado, el 26,1% de los niños y adolescentes peruanos (1’974.000) realiza alguna actividad económica. La mayoría de ellos proviene de zonas rurales y se dedica a labores relacionadas con la agricultura y la ganadería.

La encuesta también reveló que los menores emplean un promedio de 14 horas a la semana para trabajar, lo que evidencia un impacto negativo en su aprendizaje: aquellos que laboran registran una asistencia escolar del 93% y una tasa de repitencia de 29,1%, once puntos porcentuales más que aquellos niños dedicados exclusivamente a estudiar. 

–Ojo a la deserción–
Las consecuencias del trabajo infantil son muy negativas frente al desarrollo integral, emocional y físico de los menores, ya que, al no contar con el tiempo suficiente para hacer las tareas o para asistir en mejores condiciones a las aulas, optan por abandonar la escuela, explica Miguelina Huamán, especialista de la Dirección de Educación Primaria del

Huamán señala que una de las prioridades del sector es que los menores concluyan su educación básica (inicial, primaria y secundaria). “Tanto en las zonas rurales, donde existe la costumbre arraigada en los padres de hacer que los niños trabajen porque creen que con ello se refuerzan los valores familiares, como en las áreas urbanas, el objetivo es fortalecer las capacidades pedagógicas de los maestros y hacer la escuela más atractiva para evitar la deserción”, agrega.

En el 2012, el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (Mintra) inició la implementación de la Estrategia Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil al 2021. De acuerdo con el titular del sector, Alfonso Grados, durante el 2015 se redujo la proporción de menores que ejercen algún tipo de trabajo de 31,7% a 26,4%.

Katia Romero, especialista en trabajo infantil de la Dirección de Derechos Fundamentales del Mintra, considera que, si bien hay una tendencia a la baja, aún se requiere efectuar un mejor monitoreo de los casos y una mayor articulación con los gobiernos regionales y locales. “Estamos en el proceso de elaboración de un registro de los niños y adolescentes que trabajan en el país. La meta es focalizar la atención en ellos para protegerlos, restablecer sus derechos y ofrecerles el apoyo que sus padres quizás no pueden darles porque trabajan durante el día”, afirma Romero.

Jefferson acaba de ganar otros S/2 en una venta al paso. El conductor que le pasó la voz acelera apresurado cuando la luz del semáforo miraflorino cambia a verde. “Mi mamá se va a poner contenta. Ella no quiere que deje el colegio, pero si no la ayudo, nadie lo hará. Estamos solitos ella, mi hermano y yo. Supongo que si quiero ser ingeniero, debo ir a clases. Ya me las arreglaré”, dice, antes de despedirse. Ya pasaron otros treinta segundos. 

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