Carlos Basombrío, sociólogo, exministro del Interior y analista. (Diana Chávez / GEC)
Carlos Basombrío, sociólogo, exministro del Interior y analista. (Diana Chávez / GEC)
Ricardo León

Falta una semana para las elecciones, en un proceso marcado, entre otras cosas, por la extrema polarización y por hechos trágicos, como el reciente atentado en el Vraem. , sociólogo, exministro del Interior y analista, resume los giros inesperados de un quinquenio dramático.

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—En el 2017, cuando usted era ministro del Interior, la senderista Maritza Garrido Lecca dejó la cárcel y, por aquellos mismos meses, tres policías murieron tras ser emboscados por narcoterroristas en el Vraem. Vivió en paralelo las dos caras de la historia.

Lo recuerdo y fue horrendo. Quizá por eso, para quienes lo hemos visto de cerca, esto hace que nos sintamos más sensibilizados que otras personas. ¿Qué ha cambiado? El Sendero de Garrido Lecca ya no existe. Abimael Guzmán fue capturado, y aquel hombre que ordenó a su gente ir a matar y morir se asustó, y decidió que todo había cambiado y que ya no había que luchar, sino buscar un acuerdo de paz. O sea, se rindió. Desde entonces, su objetivo es salir libre. Y aunque uno no lo pueda creer, hay gente que ha vivido en función a eso, lograr que salga en libertad Abimael Guzmán. Y eso es el Movadef.

—En aquel mismo 2017, un año larguísimo, en una de las sesiones a las que fue citado por el Congreso de mayoría fujimorista habló del Movadef y su relación con algunos protagonistas de la marcha de maestros, entre ellos Pedro Castillo. ¿Cómo fueron aquellos días? ¿Habló con él alguna vez?

No, nunca. Nuestra posición fue principista. Cuando empieza esta huelga, no es que no hubiera voluntad de conversar con los maestros. Pero no podíamos hablar con una dirigencia que, según evidencias documentadas, estaba vinculada a esta gente. Hasta ahora me acusan de que yo llamé terroristas a los maestros. Era una cuestión de principios. Me parecía imposible, y el Gobierno lo entendió así, pese a que había presiones inmensas para que conversemos. El Congreso nos odiaba tanto, en especial los fujimoristas. La Comisión de Educación nos llamó para que demostremos esto. No dijimos que el señor Castillo es senderista. Dijimos que él fue funcional a los del Sutep Conare vinculados a Sendero Luminoso. Y eso está tan documentado que nadie lo pone en duda.

—Hace poco escribió una columna en la que decía: “Parafraseando a Hubert Lanssiers, siendo los fujimoristas los que llevaron el terruqueo a categoría de bellas artes, cuando un caso certificadamente cierto es denunciado, muchos ya no creen”.

El fujimorismo, y otros sectores de derecha no necesariamente fujimoristas, tienen responsabilidad por decirle terrorista a todo el mundo. Es la historia de Pedro y el lobo, y se ha cumplido. Si gana Castillo, en mucho se deberá a lo que hizo el fujimorismo. Él no solamente es un ultrarradical, sino que es una persona sin columna vertebral, que no tiene idea de lo que va a decir en el mitin de la noche, y que va siendo llevado por las aguas de un lado a otro, cometiendo inmensos errores de apreciación sobre la realidad.

—Alguien escribió hace poco en Twitter: “Fujimori es la causa, Castillo es la consecuencia”.

La tragedia de estas elecciones está allí. Sin las acciones del fujimorismo, en estos años no habrían pasado las cosas que han pasado. Todavía no termina el quinquenio de horror que estamos viviendo, con cuatro presidentes y algún intento de que sean cinco. ¿Dónde está el origen? En la terquedad y majadería del fujimorismo, por no poner el país adelante cuando perdió contra Kuczynski.

El silencio absoluto de dos tercios del Congreso en el discurso de apertura, donde no se aplaudió ni siquiera protocolarmente, marcó el inicio de una época destructiva. Y después contribuyeron a la visibilidad y legitimidad de Pedro Castillo, lo recibieron en ese mismo Congreso. Por eso para mí es muy chocante lo que estamos viviendo. Recién Keiko Fujimori ha pedido perdón a Fernando Zavala por sacarlo del Gabinete por haber defendido a Marilú Martens, que había sido asediada en la marcha del Sutep.

—En el 2006, publicó con Fernando Rospigliosi un libro titulado “La seguridad y sus instituciones en el Perú a inicios del siglo XXI”. En la parte final hablaban de ese movimiento ultrarradical, el etnocacerismo. Si Antauro Humala estuviera libre, en esta elección tan polarizada habría tenido protagonismo.

En términos de radicalidad, esto es otra cosa. Castillo es un radical de ideas muy simples, de muy poca formación política, que ha legado a ese lugar por la idea de la gente de “ya no doy más”, y la pandemia ha sido un factor en ese sentido. Es un personaje que tiene múltiples entornos que no maneja, sino que lo manejan. Esos entornos, si gana, van a pasar por caja políticamente hablando.

—En esta elección ha habido radicalismos de ambos espectros, izquierda y derecha. Usted es sociólogo, llevémoslo por ese lado: ¿por qué votamos por extremos?

Hay que matizarlo. La primera vuelta indica que un gran sector de la población no votó por ninguno de los 18 candidatos. La emergencia de un personaje como López Aliaga es un fenómeno bien complicado, que da cuenta de que la población está yéndose a los extremos. Nunca habíamos tenido un movimiento de ultraderecha orgánico. Con gobiernos de esa naturaleza tendríamos problemas muy serios de convivencia.

POLÍTICA Y PANDEMIA

—Según el pronóstico sanitario, la tercera ola de la pandemia coincidiría con las primeras semanas del nuevo gobierno. ¿Hacia dónde apuntar?

La persona que gobierne tiene que dedicarse a lo que Francisco Sagasti hace ahora: evitar que la economía colapse y atender la vacunación. Me parece surreal que Castillo, en los 100 primeros días de un eventual gobierno, quiera formar la asamblea constituyente. Hay dos bloques ideológicos muy fuertes, los ultraizquierdistas y los ultraderechistas, y en el medio hay una serie de partidos diversos. Estará bloqueado en el Congreso. Sus promesas no tienen ninguna viabilidad. La pregunta es si está dispuesto a renunciar a su principal propuesta.

—Además, por la pandemia, podría haber nuevos motivos para cuarentenas. Caricaturizando un poco, el país estaría discutiendo su nueva Constitución vía Zoom.

El siguiente gobierno va tener el 80% de su tiempo dedicado a esta pandemia. Por otro lado, tampoco Keiko Fujimori, con una agenda menos necesitada de grandes transformaciones, la va a tener fácil. Enfrentaría a una oposición feroz. Se nos vienen años muy difíciles.

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