“Debe haber un día para cada comunidad, romper la visión limeña de una sola nación bajo una cultura oficial costeña”, comenta Arrelucea. (Alessandro Currarino / El Comercio)
“Debe haber un día para cada comunidad, romper la visión limeña de una sola nación bajo una cultura oficial costeña”, comenta Arrelucea. (Alessandro Currarino / El Comercio)
Renzo Giner Vásquez

La poderosa influencia del poeta y folclorista Nicomedes Santa Cruz llevó a que en el 2006 el Congreso de la República decretara la fecha de su nacimiento –el 4 de junio– como el Día de la Cultura Afroperuana.

Conversamos con Maribel Arrelucea, historiadora especializada en dicha cultura, sobre la presencia de esta población en el Perú y su eterna lucha contra el racismo.

—Escribió un libro sobre la esclavitud en la Lima borbónica. ¿Cómo describiría la capital de esa época?
Como una ciudad de antiguo régimen, con espacios comunes, donde la gente más encumbrada paseaba y vivía al lado de los más humildes. Las diferencias estaban marcadas por los objetos personales, el tipo de vivienda, el apellido, la legitimidad, el origen, la condición legal [libre o esclavo] y el género.

—¿Hubo algo que la sorprendiera en especial?
Que algunos esclavos, al liberarse, compraran esclavos. Sentí que eso no podía ser. También que, siendo la población esclava de gran número en Lima, no se diera una rebelión como la de Haití. Ambas cosas me desilusionaron, pero con el tiempo aprendí que miramos al pasado con nuestros sentimientos y experiencias, condenamos a la gente del pasado y eso no es hacer historia. Debemos comprenderlos desde sus propias lógicas, creencias y sentimientos aunque nos parezcan tan diferentes.

—¿Por qué se centró en ese tema?
Cuando ingresé a la universidad recuerdo haber leído a Alberto Flores Galindo y Luis Rocca. Lo mejor que me pasó fue acercarme a esta corriente que privilegiaba las experiencias de los sectores populares, reconstruir las biografías y experiencias históricas de gente que había sido vista desde la criminalidad o el exotismo. Fue de gran importancia leer a Hobsbawm, Thompson y Rudé. Por otro lado, mi interés no solo fue académico sino también personal. Pero de eso fui consciente años después; fue una forma de acercarme a mi familia paterna a la que conocía muy poco, entender a mi padre y su ausencia.

—En otro libro investigó la presencia de afrodescendientes entre los siglos XVI y XXI. ¿Qué encontró?
Flores Galindo estaba interesado en entender las tragedias de la esclavitud. Su sensibilidad me impresionó mucho, aunque a la distancia discrepe con sus textos sobre temas como la aparente anomia política de los esclavos limeños. En ese tema hay un texto de Carlos Aguirre llamado “Agentes de su propia libertad”, que le devuelve la esencia histórica a los esclavos. Aguirre afirma que los esclavos de Lima –y se puede extender a otras latitudes– enfrentaron la esclavitud y la dominación de diferentes maneras. Ambos cambiaron nuestra sensibilidad ante el tema de la esclavitud, pues los afrodescendientes necesitan una historia nacional en la que estén incluidos no como delincuentes o sirvientes dóciles, sino más bien como personas que sobrevivieron a la opresión con ingenio.

Libros escritos por la historiadora Arrelucea.
Libros escritos por la historiadora Arrelucea.

—¿Los logros de la comunidad afro han sido reconocidos con justicia por nuestros historiadores?
Si bien la historiografía peruana ha avanzado mucho, en especial en los años 80, aún nos falta mucho. Me apena ver muy pocas tesis sobre esclavitud en las escuelas de Historia, debemos insistir en la necesidad de renovar la historia con temas del presente. Y escribir sobre la esclavitud es actual porque nuestra sociedad ha girado peligrosamente hacia el conservadurismo. Toleramos la violencia de género, el racismo y otras formas de rechazo al otro; debemos construir una sociedad tolerante y para eso es necesario ver las conexiones de la sociedad del siglo XIX y entender los rebrotes del conservadurismo actual que es muy violento, en especial con las mujeres y poblaciones indígenas.

—¿En qué época fue más discriminada la comunidad afro?

Cada época tiene sus ‘reglas’ de convivencia y tolerancia. En el siglo XVIII un esclavo podía tolerar una cantidad de azotes porque era el castigo fijado por ley; una madre debía soportar ver que su bebe fuera vendido; más allá de eso, los historiadores no sabemos qué sentían. Probablemente ganas de enfrentarse, matar al que ejercía la violencia. Lo que los documentos muestran es que más allá del dolor, la separación y el castigo físico, los esclavizados emprendieron diversas estrategias para sobrevivir. En la sociedad colonial existieron instancias legales para atenuar las situaciones de dominio, dependiendo del lugar. Además, las distintas castas permitieron que pasaran de ser negros a mulatos o pardos. Asimismo, un esclavo podía liberarse si trabajaba a jornal y ganaba algo de dinero.

—¿Y en la época republicana?
Paradójicamente, una vez instalada la teoría racial, se consideró a todos negros sin posibilidades de ascenso social. Es más, después de la abolición de la esclavitud empezó un proceso de criminalización de los afrodescendientes, el estereotipo de que toda persona de piel oscura es delincuente; un pensamiento que todavía algunos sostienen, lo cual impide que seamos una sociedad democrática en la que todos nos sintamos iguales.

—¿El racismo provocó que alguna tradición o costumbre afroperuana se perdiera?
El racismo se instaló y fue contra los indígenas y afrodescendientes desde arriba, con los patrones y hacendados. Pero también actuó desde abajo, con las mismas poblaciones afectadas. Muchos afrodescendientes usaron diversas estrategias a largo plazo para blanquearse.

—¿Como cuáles?
Para ser decente había que saber leer y escribir, tener sirviente en casa, que la esposa no trabajara, tener empleo de estima social, aparte de buenos ingresos. Algunos hicieron notorios esfuerzos por ser decentes según las reglas de la sociedad republicana, como Ricardo Palma. Él tenía una abuela afro y nunca dijo nada sobre sus ancestros en público, todo indica que eligió el blanqueamiento, al punto de que Clemente Palma, su hijo, escribió una tesis en la que despotricaba sobre los afrodescendientes. Si hubiese tenido algo de cariño por su bisabuela, seguro no hubiese escrito algo así. Bueno, en realidad no sabemos. Queda en el misterio qué pensaba el gran Ricardo Palma sobre sus ancestros afros, era un hombre del siglo XIX. En una sociedad racista, si sacaba a la abuela del clóset seguramente no disfrutaríamos de sus tradiciones.

—¿Cómo explicamos que en pleno siglo XXI aún exista el racismo?
El racismo actúa en combinación con otras manifestaciones de discriminación, de allí su complejidad. El país necesita leyes claras y efectivas, pero también es urgente una historia nacional inclusiva, de orgullo por nuestras múltiples comunidades. Debemos educar bajo el enfoque de la ciudadanía multicultural. Otro aspecto es fijar sitios de memoria a la esclavitud como Zaña, que acaba de ser declarada Sitio de la Memoria de la Esclavitud por la Unesco. Espero que Chincha, Cayaltí, Morropón, Capote y otros sigan el camino para que la población sepa que hubo sitios donde el ser humano fue reducido a una cosa, y tomar conciencia de que eso no debe ocurrir más.

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Ficha del entrevistado. 

Maribel Arrelucea, historiadora.
Tengo 45 años. Estudié Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Soy docente en la Universidad de Lima y la PUCP. He centrado mi estudio en temas como la cultura afroperuana y la esclavitud. Mis artículos se han publicado en México, Chile y EE.UU.

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