(Foto: Miguel Neyra)
(Foto: Miguel Neyra)
Lourdes Fernández Calvo

Vendiendo golosinas en medio de los autos, haciendo de cobradores en las combis, trabajando en ladrilleras y reciclando la basura. Estas son algunas de las actividades económicas (la mayoría peligrosas) que realiza el 26,1% de los niños y adolescentes del país (1’974.400).

De ellos, el 52% labora en el área rural, mientras que el 16% lo hace en el área urbana, según el último estudio que midió esta realidad en el 2015 (la Segunda Encuesta Nacional Especializada en Trabajo Infantil del INEI).

“Los niños en el Perú trabajan más en actividades agrícolas, en las huertas de la familia, y lo hacen con el consentimiento de los padres”, asegura Edgardo Balbín, representante del Ministerio de Trabajo (Mintra). Esta situación, refiere, se registra con mayor frecuencia en Huancavelica, Cajamarca y Cusco.

—Sin estudios—
Además de exponerse a peligros, los menores de edad se ven afectados por las largas horas de trabajo (14 a la semana) y no dedican el tiempo necesario a los estudios. Muchos de ellos repiten el año escolar o abandonan el colegio. “En Huánuco encontramos casos en que los niños trabajaban muy temprano antes de asistir al colegio”, precisa Balbín.

Para Elizabeth Galdo, directora de la Fundación Telefónica, la deserción escolar es la consecuencia más preocupante que desencadena el trabajo infantil.

Según un estudio realizado por la fundación en el 2015, un adulto promedio con instrucción primaria recibe un sueldo de S/600; y uno que termina secundaria, una remuneración de S/1.131. “La educación es la principal herramienta para combatir el trabajo infantil”, señala. En esa línea, la fundación ha brindado talleres educativos a 45 mil niños en situación vulnerable en todo el país y ha realizado campañas de sensibilización a los padres de familia sobre la explotación infantil.

—¿Y el Estado? —
Hoy que se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil cabe preguntarse cuál ha sido el trabajo del Estado. En el 2012, el Mintra inició la implementación de la Estrategia Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil al 2021. El ministerio puso en ejecución el proyecto Semilla en Huancavelica, Junín y Cerro de Pasco. En su primera etapa, precisa Balbín, se benefició a seis mil niños que se dedicaban a trabajar. “Mejoramos la producción de sus familias en las zonas rurales para que tengan mejores ingresos económicos y los niños no tengan que trabajar”, indica.

Además, dice, se les da talleres de aceleración educativa para que los menores no se retrasen en el colegio. La segunda etapa del proyecto, en la que se evaluarán los resultados obtenidos en esas tres regiones, ya está en marcha y servirá para elaborar políticas públicas contra el trabajo infantil.

Desde el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), aseguran que se ha priorizado el rescate de los menores que trabajan en las calles a través del programa Yachay.

Según el director de Niños, Niñas y Adolescentes del MIMP, Javier Ruiz-Eldredge Vargas, en el 2016 se atendió a 7.228 menores de edad, unos 1.400 niños más que en el 2015. Gracias a los talleres de labores técnicas y charlas de sensibilización, unos 5.667 redujeron sus jornadas laborales. Según el funcionario, desde el inicio del programa en el 2012, 2.696 menores dejaron las calles. “Lo ideal es que ningún niño trabaje, pero estamos avanzando”, comenta el funcionario.

Dato
1’274.100 niños realizaron trabajos peligrosos. De estos, 71.800 (5,6%) desarrollaron trabajos forzosos, según la encuesta del INEI del 2015.

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