La pobreza en el Perú bajó a 23,9% en 2013, según el INEI
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José Carlos Requena

El presidente Pedro Pablo Kuczynski tiene razón cuando se queja de los “tantos editoriales” que se dedica a la política asentada en la capital, mientras se pierden de vista los procesos sustantivos que acontecen en el interior del país. “Les digo a los limeños: vean las obras en vez de escribir tantos editoriales y cosas así, vean dónde se trabaja y dónde realmente se está progresando”, dijo Kuczynski el último domingo, en una visita por Arequipa.

La aseveración, sin embargo, es limitada: la alienación no se circunscribe a las columnas de opinión que el presidente entiende como “editoriales”, sino que está instalada en la clase dirigente en su conjunto, opositores y partidarios del actual gobierno.

La semana que termina ha sido particularmente gráfica. Como ha sucedido en los últimos años, tendencia agudizada en el actual gobierno, el debate político se centra en temas de política menuda.

Lamentablemente, día a día se desnuda la parcialidad de los intereses de casi todos los sectores, que dedican animosos esfuerzos a sustentar sus puntos de vista, con recursos de dudosa solidez. La acusación al principal partido político de ser una “organización criminal” o la pretensión de acusar al Fiscal de la Nación de una gestión gris y timorata por “omisión funcional” son parte de este penoso panorama, que obvia lo que pasa en el país.

Se obvia, por ejemplo, que la recuperación económica hoy celebrada tendrá distintos impactos y, en consecuencia, suscitará distintas coyunturas políticas, unas más apremiantes que otras. José Carlos Saavedra lo dijo con previsión en una columna publicada ayer en El Comercio: “Lo que veremos el próximo año no será una recuperación generalizada, sino una concentrada e impulsada por pocos motores […]. Esto implica que probablemente el próximo año no todos los mercados, no todas las zonas del país ni todas las familias sentirán con la misma intensidad la recuperación”.

Se soslaya también que los principales proyectos mineros tendrán que enfrentar tensiones sociales. Tanto las ampliaciones (Marcona, en Ica, o Toromocho, en Junín) y la puesta en marcha (como Quellaveco, en Moquegua, o Michiquillay) de operaciones extractivas tendrán que enfrentar tensiones sociales, sin que haya habido avances en la optimización del Estado.

Se esquiva, finalmente, la naturaleza electoral del 2018, cuando se cambiarán miles de autoridades a nivel subnacional. Ello involucra una costosa curva de aprendizaje, que podría causar serios desafíos no solo al proceso de reconstrucción en el norte, sino a otros procesos políticos y sociales, de los que Lima toma nota solo cuando es muy tarde.

Este editorial toma nota de la crítica del presidente. El “progreso” que él ve, lamentablemente, parece ser la excepción más que la regla.

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