El profesor de secundaria decidió salir el año pasado en busca de sus alumnos de la localidad Urinsaya, en Cusco, para que no perdieran clases debido a la falta de conectividad.  (Foto: Facebook)
El profesor de secundaria decidió salir el año pasado en busca de sus alumnos de la localidad Urinsaya, en Cusco, para que no perdieran clases debido a la falta de conectividad. (Foto: Facebook)
Lourdes Fernández Calvo

En noviembre del año pasado, cuando la Greivy García Saavedra tuvo que ser hospitalizada en Piura por problemas con su embarazo y luego aislada por dar positivo para COVID-19, nunca dejó de contactarse con sus alumnos.

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“Desde ahí trabajé con ellos. He tenido que superar lo de mi bebe y continuar enseñando. Mi objetivo es que los niños no solo lean y escriban, sino que entiendan lo que están leyendo”, cuenta.

Desde hace cinco años es profesora y directora del colegio unidocente del caserío de Pusmalca, en el distrito de Canchaque, en Piura. Desde antes de la pandemia, llegar al caserío era una travesía por la falta de transporte; por eso, algunas veces, tenía que caminar más de una hora. Con la llegada del COVID-19 y las restricciones sanitarias, la profesora Greivy tuvo que invertir su dinero en comprar una pequeña moto para poder ver a sus alumnos, aunque sea de vez en cuando.

“No es igual llamarlos por teléfono que verlos. Es ahí que surge la estrategia de ir a visitarlos. Hemos logrado que los niños al menos estén leyendo. Eso se logró conversando diariamente con los padres, visitando un día a un niño y otro día a otro”, dice.

—Con pizarra en mano—

El maestro de secundaria Apolinar Huamán Quiroz reconoce hoy que la medida que tomó el año pasado, cuando empezó la pandemia por el COVID-19, fue riesgosa, pero no se arrepiente.

Cuando se enteró de que la mayoría de sus alumnos del colegio Túpac Amaru de la localidad Urinsaya, en Espinar (Cusco), no lograba conectarse a las clases de Aprendo en Casa, decidió coger su pizarra e ir en busca de ellos para darles clases al aire libre. “Sobre todo en un momento difícil para llegar a los estudiantes, me pareció bastante satisfactorio, ya que los padres esperaban que algún maestro llegara a contactarse con ellos, sobre todo con los que no tenían celular”, cuenta.

Luego de que estas clases fueron restringidas, el profesor optó por otra estrategia: enviarles fichas de trabajo todos los viernes con personas que viven en la zona. “Pese a los esfuerzos, las clases a distancia nunca podrán reemplazar la presencia del maestro”, concluye.

—Condecorada—

Este año, la profesora de primaria Carmen Ollachica ha sido galardonada con la Palma Magisterial, la máxima distinción honorífica que otorga el Estado a los profesionales de la educación.

Ha sido una premiación virtual, así como las clases que tiene que dictar a sus alumnos debido a la pandemia por el COVID-19.

Desde hace diez años es maestra en Sicuani, Cusco. Reconoce que trabajar de forma remota ha sido un reto para ella y sus alumnos, pero asegura que se están adaptando. Eso sí, espera que la pandemia acabe pronto para volver a verlos en persona.

“Es totalmente diferente trabajar así. No es cálido. Somos personas que necesitamos de cariño de un abrazo y de los niños. A mis niños les ha chocado mucho porque no pueden expresar sus sentimientos”, comenta.

La profesora Carmen recuerda que se hizo maestra porque siempre tuvo la intención de formar niños críticos y que no sean sumisos. Aún sueña con promover esa nueva generación; la pandemia por el COVID-19, dice, no se lo va a impedir.

Al otro lado del río

Para el profesor y coordinador Marcos Shahuano Ramírez, la distancia con sus alumnos no había sido tan amplia hasta que empezó la pandemia por el COVID-19. Y eso que para transportarse desde Iquitos hacia la comunidad de Yashapa, en el distrito de Mazán, en la provincia de Maynas; debe navegar el río Napo en un bote pequeño por una hora y luego en un bote a motor por otras tres horas.

Debido a que es profesor bajo el sistema de educación por alternancia, el maestro Shahuano debe viajar e instalarse en la comunidad y dictar clases por 19 días a sus alumnos. Además, debe visitar a las familias para realizar el trabajo de coordinación con ellas. Sin embargo, desde que llegó la pandemia, este trabajo tuvo que ser reemplazado por una estrategia que diseñaron con el fin de que los alumnos no se vieran afectados.

“Con la pandemia tenemos dos profesores que son de la comunidad, entonces, preparábamos los materiales y las guías instructivas y eso mandamos a la comunidad. Nosotros costeamos los pasajes del profesor para que haga entrega a las comunidades donde estaban los alumnos. Son 10 comunidades con 58 alumnos de entre 13 hasta los 17 años”, cuenta.

Este año, desde abril que disminuyeron los contagios por COVID-19 en Loreto, se iniciaron las clases semipresenciales en la comunidad. Por ello, explica el profesor que ahora están viajando a la comunidad una vez al mes y se quedan ahí por unos tres días.

”La Ugel nos ha dicho que si tenemos las condiciones podemos hacerlo. Es difícil trabajar a distancia, por eso nosotros hemos decidido ir. A distancia no es igual, los alumnos no cumplen o no entienden, tiene que haber un guía o un profesor”, comenta.

Los cuatro profesores esperan ansiosos a ser vacunados contra el COVID-19. El Minedu anunció que unos 200 mil maestros, directores y administrativos de escuelas de zonas rurales empezarán a ser vacunados desde el 6 de julio.

El estrés laboral por pandemia

Desde junio del año pasado, el Minedu inició la estrategia , para dar apoyo psicológico a los profesores durante la pandemia por el COVID-19.

Karim Violeta Boccio, vocera de la Dirección General de Desarrollo Docente del Minedu, precisó que la web que se habilitó para atender a los docentes ha recibido, hasta el momento, 898 mil visitas.

“También hemos tenido más de 5.200 atenciones de ayuda psicológica a unos 2.800 profesores y profesoras de todas las regiones del país. Cada uno llega a recibir hasta 3 atenciones, dependiendo de su situación”, indicó.

La vocera del Minedu precisó que los principales motivos de búsqueda de ayuda están relacionados al estrés laboral asociado al contexto de la pandemia.

“Todos los que somos profesores sabemos que hay una gran carga emocional y para poder desarrollar la docencia tenemos que empezar por nosotros mismos”, finalizó.





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