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Cementerios Pisco
Luis García Bendezú

En el lado norte del Cementerio General de Pisco descansan las víctimas del terremoto. En el suelo, dispuestos en líneas, se enterraron los cuerpos de al menos 250 personas que fallecieron en los derrumbes de la noche del 15 de agosto del 2007 y en los hospitales los días siguientes. Cuando los espacios fueron insuficientes -y para evitar una emergencia sanitaria- se empezó a sepultar también en un arenal del distrito de Túpac Amaru Inca.  

Martín Figueroa Bravo, trabajador del cementerio de Pisco desde hace 22 años, recuerda bien la noche de la tragedia. Eran las 6 y 41 de la noche y solo faltaban unos minutos para cerrar el camposanto. De pronto, empezaron las sacudidas. Figueroa, impotente, vio como los nichos se rajaban y arrojaban los cuerpos de decenas de difuntos. Apenas pudo, abandonó el cementerio y corrió a su casa. Aunque su familia estaba a salvo, su vivienda estaba destruida.

Al día siguiente, temprano, Figueroa volvió al cementerio. "Los cuerpos empezaron a llegar y todo el día estuvimos zanja y zanja. Luego vino el Ejército con maquinaria y nos ayudaron", cuenta el sepulturero a El Comercio. Vale señalar que durante un día, los cuerpos de las víctimas de Pisco fueron tendidos en la plaza de armas de la ciudad. Luego empezaron a llevarlos al cementerio. El Gobierno envió cajones para sepultar con más dignidad a las personas.

El sector conocido como 15 de Agosto, en el cementerio general, era una fosa común. "Aquí venía la gente que no podía pagar un nicho", cuenta Figueroa. No obstante, debido a la emergencia, tuvo que habilitarse todo ese sector para los cadáveres que no dejaban de llegar. Luego, cuando ya no había espacio, los condujeron al arenal de Túpac Amaru Inca, en la zona alta de la ciudad de Pisco. 

-Epitafios-
​"Recuérdenme siempre con amor, como yo los amé mientras estuve con ustedes. Donde quiera que se encuentren, siempre estaré presente en sus mentes y corazones...", se lee en el nicho de doña Margarita Farfán Ramírez, fallecida el día del terremoto. En los últimos 10 años, los pisqueños han convertido las fosas  en pequeños mausoleos de cemento y mayólica. Ahí, han inscrito epitafios para perpetuar el enorme cariño que tenían por sus parientes.

"Cada 15 de agosto la gente viene, hacen misa. Es un día especial para muchos pisqueños", dice Martín Figueroa, el sepulturero, quien trabajó tanto para enterrar a las víctimas de la tragedia que se sacó ampollas en las manos. 

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