El ocaso de Huanchaco: crónica de un balneario en extinción
Johnny Aurazo

Los pescadores artesanales de  han comenzado a reemplazar la totora por botellas de plástico. Ante la escasez de esta milenaria planta, sus tradicionales embarcaciones son ahora más livianas y la totora solo sirve para forrar el caballito y elaborar la proa.

“Lo demás es botella o tecnopor, aunque este último material ya se utiliza desde hace un tiempo”, revela Jaime Arroyo Ucañán, hombre de mar cuyos antepasados cosecharon los primeros totorales de Huanchaco.

El caballito de totora, utilizado por mochicas y chimúes para hacerse a la mar y alimentar a sus poblaciones, es aún parte de la cultura viva de Huanchaco. Su uso, además, fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación en el 2013.

Sin embargo, en los últimos dos años el mar ha destruido más de 200 huachaques –pozas naturales donde crece la totora– y la planta corre el riesgo de no crecer más en el mismo hábitat donde comenzó a hacerse trascendental para la supervivencia de la sociedad.

La totora se extingue en Huanchaco por la erosión costera que afecta el litoral de La Libertad. Las autoridades locales y regionales prefieren llamar a este fenómeno oleaje anómalo, pero los huanchaqueros lo hacen por su nombre, indignados por haber perdido más de 300 metros lineales de playa y 100 metros de amplitud. Hoy, en la zona de El Boquerón, no hay arena y las olas revientan en los oídos de los transeúntes.

Desde el 2004, Huanchaco, considerado quinta reserva mundial de surf, ha ido perdiendo ocho a nueve metros anuales de amplitud de playa en El Boquerón o La Curva. La población tiene claro que el causante de esta “desgracia” es el molón retenedor del puerto de Salaverry.

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