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Redacción EC

La primera edición del concurso de periodismo Premio Bárbara d’Achille es una iniciativa de El Comercio, el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado () y el San
Diego Zoo Global-Perú, para incentivar el periodismo de
conservación.

PRIMER LUGAR: 

En el certamen, resultaron ganadores los ensayos "En defensa
de la riqueza natural de Junín", de Erlinda Maribel Astopillo (primer puesto); "Un desierto reverdece", de Milagros Iparraguirre (segundo lugar); y "Cachil: el bosque poético de Corcuera", de Carmen María Vásquez (tercer lugar). 

Este premio fue creado en homenaje a Bárbara d’Achille, periodista de El Comercio especializada en temas ambientales y editora de la sección Ecología, quien fue asesinada en Huancavelica por una columna del grupo terrorista Sendero Luminoso, el 31 de mayo de 1989. En la ceremonia de premiación participó Daina d’Achille, hija de la destacada reportera.

el ensayo que obtuvo el primer lugar, y a continuación los que alcanzaron el segundo y tercer lugar.

Un desierto reverdece

Lima, la gris: no solo por su manto homogéneo de nubes o por ser un
desierto, sino por la gran proporción de cemento que impera en la
ciudad.

Para huir del caos vehicular y la corrupción omnipresente, podemos
correr al oeste: el océano Pacífico estará aguardando con una canción
de cuna a base de olas. ¿Y al este? En medio de la neblina, pequeños
brotes verdes empiezan a crecer. Sin darnos cuenta, las lomas de Lima
renacen.

En pleno desierto costero, estas islas de vegetación hacen su aparición
cada invierno. Densas nubes hacen un viaje desde el océano hacia el
este, siendo interceptadas por las lomas. La humedad que causan
permite el florecimiento de 20 comunidades de lomas: 19 mil
hectáreas que reverdecen cada año a lo largo de la ciudad.

Las lomas son un bastión de resistencia ante los retos ambientales que
enfrenta Lima. Han sido muy importantes para la conservación de
especies de flora y fauna, protegiendo un legado natural que sobrevive
a las amenazas. Factores como la expansión urbana informal, la
minería de recursos no metálicos, el sobrepastoreo y la tala ilegal, han
ocasionado la degradación del ecosistema y la disminución de su
cobertura. Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
en Perú, en solo 10 años se han perdido casi 2000 hectáreas de lomas,
equivalente a 2800 campos de fútbol.

Las lomas, a pesar de ser reconocidas como ecosistemas frágiles, han
carecido de una protección formal. Recientemente, diversas
organizaciones e instituciones del Estado han priorizado esta
problemática y las acciones para su conservación están en aumento.
Sin embargo, esto se debe a un grupo de personas que decidieron
tomar acción por su cuenta para protegerlas. Han sido mujeres
quienes lideraron este movimiento en sus respectivas lomas.

María Huertas ha luchado por las lomas de Paraíso (Villa María del
Triunfo) desde que llegó. Ella misma siendo invasora, formalizó su
situación y trabajó con su grupo vecinal para construir los servicios
básicos de luz y agua en su comunidad. Al descubrir las lomas, quedó
enamorada por ellas y se convirtió en la enemiga de nuevos invasores.

Yovita Barzola continúa postergando su sueño de iniciar su propio
restaurante, ya que su compromiso con las lomas de Mangomarca en
San Juan de Lurigancho la ha llevado por un largo camino lleno de
obstáculos que no la detienen. María Guillén soñaba con convertir a
las lomas de Lúcumo (Pachacamac) en el próximo Machu Picchu.

Ahora cuenta con 50 orientadores turísticos y ha sido el modelo para
otras iniciativas. Haydée Cerrón, Cecilia Janampa, Juana Ccama y
Trinidad Pérez son las 4 fantásticas de las lomas de Amancaes en
Rímac. A pesar de las amenazas y burlas que reciben, cada día salvan
al mundo al protegerlas.

Cada una vive de su sueldo, de su pensión. Nadie les paga por este
trabajo. Gracias a ellas, líderes y voluntarios de las lomas, quizá algún
día podamos llamar a esta ciudad: Lima, la verde.

La ceremonia de premiación. (Foto: Violeta Ayasta)
La ceremonia de premiación. (Foto: Violeta Ayasta)

Cachil: el bosque poético de Corcuera

Hace unas décadas, el poeta que cantó a la naturaleza, Marco Antonio Corcuera, se referiría a esta en su poemario Trina el pájaro ciego, como una visión sublime por descubrir.

«Subir al Ande / y aspirar el rocío de la cumbre, / y ver el suave rostro de la tarde, / y coger la menuda violeta, / y escuchar la piante voz del ave».

La poesía de Corcuera está estrechamente vinculada a la flora y fauna. No en vano fue heredero del bosque de Cachil, antigua propiedad que le perteneció a sus abuelos.

Tras su fallecimiento, esta pertenencia quedó a razón de sus hijos. Hoy se ha convertido en uno de los bosques y laboratorios naturales más estudiados por cientos de científicos y estudiantes.

Pero ¿qué podemos encontrar en Cachil? De acuerdo al botánico y docente de la Universidad Nacional de Trujillo (UNT), José Mostacero León. Cachil es uno de los bosques relictos más representativos del Perú, y contiene alrededor de 300 especies que corresponden a flora. “Este bosque tiene muchos elementos florísticos que tienen que ver con la Amazonía. Aquí se pueden encontrar especies de género como la lúcuma de oso (única en el mundo), siparuna y una gimnosperma que es el saucecillo (Podocarpus oleifolius). Esta es representante de unas plantas que han tenido que desaparecer del planeta. Tuvieron su apogeo antes del cuaternario, de ese grupo existen 640 especies en todo el mundo, 12 hay en el Perú y solo una en Cachil”, afirmó.

Además, su vegetación alberga especies de faunas endémicas. “Esto es lo que caracteriza al bosque y lógicamente hay especies que se adaptan a esta. Si lo dañan, matan a todo ser vivo y ya no se puede restablecer a ese bosque de Podocarpus. Protegiendo al Podocarpus se protege a otras especies, como aves y mamíferos”, enfatizó el coautor de la investigación Avifauna de un bosque relicto Podocarpus en el valle de Cachil en el noroeste de Perú, Luis Pollack.

Este ecosistema es hábitat de la popular marimonda, puma, tigrillo, zorro, venado, etc. También se encuentran plantas como el árbol de la trinidad, el árbol erótico, mara y eucalipto. Este último es producto de la siembra hecha por lugareños y significa un peligro latente para el bosque, debido al fenómeno de alelopatía que producen y la gran absorción de agua.

“Lo principal es el suministro de agua, si se talara el bosque (principal amenaza), el río Cachil se seca. Además, este bosque es interesante porque se ha reportado más de cuarenta especies de helechos”, enfatizó el director de la Escuela de Ciencias Biológicas de la UNT, Freddy Peláez.

Los propietarios pretenden convertir a Cachil en un Área de Conservación Privada y promover el turismo sostenible. Se espera que el bosque continúe albergando el «Aire puro, puro, entero», que Corcuera plasmó en sus versos.

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