(Foto: Enrique Vera)
Enrique Vera

Vista desde un helicóptero, el rastro de devastación que la minería ilegal ha dejado en la selva de Madre de Dios parece una carretera ancha, abrupta y larguísima. O un río de corriente marrón y a veces ámbar que es, en realidad, la extensión de arenales y cientos de pozas donde por casi 20 años se realizó la extracción indiscriminada de oro.

Se trata de al menos 50 mil hectáreas de suelos contaminados que cortan la Reserva Nacional de Tambopata debido a los insumos químicos utilizados para la búsqueda del metal. De allí su denominación: La Pampa, sector ubicado en la margen izquierda del tramo comprendido entre los kilómetros 98 y 107 de la carretera Interoceánica.

La visión aérea revela además que los caseríos y campamentos levantados en torno a las pozas para el procesamiento del metal, han ido avanzando en la selva conforme esta ha sido corroída progresivamente por los mineros ilegales. En suma, la muerte de bosques en profundidad, que hasta inicios de esta semana fue indetenible. En La Pampa, el descontrol de la minería ilegal acarreó por años otros delitos conexos, como la trata de personas y la explotación sexual de menores.

Desde el lunes último, la Policía incursionó en La Pampa, como parte una megaoperación que contó con la presencia de unos 2.000 agentes a cargo del general PNP José Baella Mallca, director de Protección de Medio Ambiente de la Policía. En la operación se incautó maquinaria para el procesamiento de oro y distintos insumos.

Además se cerraron prostíbulos y bares donde se ejercía la prostitución clandestina. Hasta el momento unas 230 personas han sido intervenidas, entre las cuales hay requisitoriados por trata de personas, homicidio y otros delitos.

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