(Foto: archivo)
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José Carlos Requena

Cuando se supo, hace algunos meses, que el papa Francisco visitaría el Perú, se conocieron también sus dos destinos fuera de Lima. Uno de ellos es Madre de Dios, una región que suele aparecer en la escena nacional solo cuando se muestran los estropicios ocasionados por la minería ilegal y la proyección de esta a los campamentos informales en que se anida aquella esclavitud moderna que es la trata de personas.

Contribuyen con esta situación su limitado peso poblacional (algo más de 140 mil habitantes) y su consecuentemente austero aporte económico al PBI nacional. Su poco peso político se grafica en la unipersonal representación parlamentaria y en la ausencia de un gobierno regional (el actual y los pasados) que le dote una visión de futuro.

Tan pronto como se aterriza en el aeropuerto de Puerto Maldonado, la pequeña ciudad capital de cerca de 80 mil habitantes, se perciben sus carencias, que no se limitan a lo material. El capital social del que dispone es también ínfimo y se plasma en grandes ausencias, siendo la más importante la limitada oferta académica. La Universidad Nacional Amazónica de Madre de Dios (Unamad) recién fue creada en este milenio (julio del 2000) y obtuvo su licencia definitiva en el 2009.

Madre de Dios es una región en la que todo parece que estuviera por hacerse. Vista desde el cielo, la inmensidad de los bosques amazónicos abruma y da esperanza. Esas llagas que son las operaciones mineras interpelan: ¿Qué cosa estamos haciendo sostenidamente mal para que ello continúe?

“Es doloroso constatar cómo hay algunos que quieren apagar esta certeza y volver a Madre de Dios una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar”, dijo el papa Francisco durante su visita.

El embrionario estado de su actividad económica hace posible que se exploren alternativas a la inclemente e ilícita minería, en que se privilegie una relación armoniosa con el medio ambiente y las comunidades. Pero se debe empezar ahora. El espacio electoral de octubre próximo puede propiciar una agenda regional mínima, en que desarrollo y sostenibilidad no sean palabras divorciadas.

Ayer sábado el Papa estuvo en Trujillo. Ya Madre de Dios era parte del pasado; sus problemas, un recodo incómodo entre los numerosos desafíos nacionales. La inacción del resto del país y de su propia élite la condena a la preservación de la actual situación: la explotación y la ausencia del respeto a los derechos fundamentales. Como si la región repitiera la frase del papa Francisco que una radio usaba en sus promociones de cobertura: “Recen por mí”.

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