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Navidad

Las lágrimas de Angelo, de 5 años, cambian por risas cuando su madre le entrega una pistola de juguete que le han regalado por Navidad los integrantes de la obra social Bosconia de Piura.

Es 21 de diciembre y en el refugio San Pablo, en Catacaos, hay 450 niños con sus respectivas madres esperando recibir un regalo en esta fecha especial. Alrededor se ven carpas blancas donde viven los damnificados de El Niño costero, y un sol furioso que obliga a los participantes a cubrirse la cabeza con lo que tengan, hasta un papel o una caja de cartón.

El campamento San Pablo es uno de los tres refugios que acogió a los damnificados de El Niño costero en el Bajo Piura. Allí se asentaron desde marzo, cuando se desbordó el río y los obligó a salir de sus barrios, dejando todas sus pertenencias bajo el agua. Vecinos de Catacaos y Cura Mori ahora viven ahí, en un arenal alejado, en carpas de Defensa Civil o en casas de carrizo y techos de calamina.

El párroco Juan Vera Alva, de la congregación salesiana de la obra Bosconia, ha llegado hasta San Pablo acompañado de otros miembros de la orden, para realizar una chocolatada navideña.

Las mujeres del grupo prepararon el chocolate con leche desde muy temprano en una cocina a leña que acondicionaron en la zona. Otro grupo de benefactores entrega los regalos a los niños damnificados. Hay ansiedad, pero también mucha expectativa.

–Compartirlo todo–
Bosconia es un pueblo muy pobre que se ubica en el distrito de Veintiséis de Octubre, en Piura, y es el centro de operaciones de la orden salesiana que se asentó hace varios años allí. Sin embargo, este año decidieron apoyar en Navidad a los damnificados de El Niño costero. “Han sufrido muchísimo, y nosotros decidimos apoyarlos. Hicimos rifas, actividades y recolectamos juguetes entre los miembros de la iglesia”, contó Vera.

De eso se trata: de cambiar lágrimas por risas, dolor por esperanza. Esta mañana, la actitud de Angelo –un pequeño que viste orgulloso la camiseta de Paolo Guerrero– lo ha demostrado. Tanto como los rostros de los otros chicos: los que juegan con sus helicópteros pequeños, los que se emocionan al romper un pedazo de papel de regalo, los que sonríen pese a que a su alrededor solo hay arena, moscas y un sol intenso.

–Una sola fuerza–
La fe y el compromiso también motivaron al Ministerio de Defensa y a las Fuerzas Armadas, que organizaron una chocolatada navideña en Pedregal Chico, el primer pueblo del Bajo Piura que se inundó este verano. Llegaron en camiones del Ejército y helicópteros llevando panetón, caramelos, regalos, kits de limpieza y artículos de primera necesidad. El evento se realizó en el campo deportivo del pueblo.

Allí se congregaron damnificados de los sectores aledaños, como Narihualá y La Campiña, otros pueblos que también fueron duramente azotados por las lluvias. Los donativos fueron entregados también por América Televisión y Canal N. Durante la actividad, además, se realizaron atenciones médicas gratuitas.

El mensaje fue solo uno: no están solos. Así como al día siguiente de la inundación, miles de ciudadanos se movilizaron hasta el Bajo Piura en un gran gesto de solidaridad. Varios meses después de la tragedia, la región se muestra unida.

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