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Puno, Lago Titicaca
Alicia Rojas Sánchez

En la meseta del Collao, a una altitud de 3.810 metros sobre el nivel del mar, un conjunto de islas descansan sobre el lago navegable más alto del mundo: el .

De acuerdo con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), de los 8.600 kilómetros cuadrados del lago Titicaca (Puno), más de la mitad es territorio peruano. Ahí se reúnen islas como Amantaní, Taquile y Uros, cuyos habitantes de este último conjunto fueron reconocidos por el Gobierno como pueblo ancestral, indígena y originario del Perú.

La recuperación de la cultura y lengua de los Uros es primordial -según según precisa la Ley Nº 30729 -, y al recorrerlas esta idea se concreta más. Las islas flotantes son singulares porque son construidas por cada familia en base a la totora, herbácea característica de la Reserva Nacional del Titicaca, donde hay aproximadamente 27.600 hectáreas de la planta. Los juncos están dispuestos en las aguas del lago y pueden ser apreciados durante todo el trayecto.

Según comentan los pobladores, cada isla - que cuenta con unas 5 casas cada una - demora hasta un año y medio en ser confeccionada, y puede perdurar hasta 35 años. Estas islas, al ser flotantes, deben mantenerse ancladas a las orillas para evitar desplazamientos.

En Uros, las familias invitan a los visitantes a conocer sus tejidos, enseñan las formas de cocción tradicionales y muestran los recursos marinos con que cuentan, como el carachi, y subsisten con los paseos que brindan a los turistas.

El transporte que ofrecen, por ejemplo, es en una embarcación construida con totora, y el viaje permite apreciar el gran grupo de islas dispuestas en el lago. Cada una de ellas está organizada por un presidente o jefe, y cuentan con un sistema establecido para el manejo de residuos.

A unas dos horas de Uros está Taquile, una isla natural cuyo punto más alto llega a los 4.050 m.s.n.m. Taquile cuenta con un desembarcadero y es conocida por su arte textil, proclamado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como una de las 43 obras maestras del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

La cuesta hasta la parte más alta de Taquile puede tomar una hora, pero una buena razón para desviarse del camino y encontrar un poco de reposo es pasar por los restaurantes. Ahí, familias completas reciben a los visitantes y ofrecen preparaciones elaboradas en base a los mismos productos de la isla, como la quinua.

Por otro lado, la muña, que crece en los lados de los senderos que se transitan, pasa directamente a los vasos como una infusión caliente, reponedora y relajante. Tras ello, el camino puede ser retomado.

Una vez en la cima, la plaza principal se abre y la rodea un espacio dedicado a los tejidos elaborados por artesanos de la isla. Luego de ello, el descenso al puerto de la isla puede tomar hasta una hora y media.

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