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La discapacidad es una realidad poco visible en el Perú. Actualmente no hay una cifra exacta. La última Encuesta Nacional Especializada sobre Discapacidad indica que habría 1,5 millones de personas en esa condición (Foto: Jessica Vicente)
Redacción EC

Víctor Gutiérrez tenía 25 años cuando un terrible accidente le cambió la vida. Una mañana de octubre de 1996, el personal de la mina donde trabajaba detonó dinamita dentro de un socavón antes de que él y otro grupo de trabajadores pudiera evacuar.

“Lo único que atiné fue a escapar de la zona con ayuda de un compañero. Me percaté que salía sangre de todo mi rostro”, recuerda.

Si bien salvó su vida de milagro, las esquirlas de los explosivos causaron un daño irreversible en su vista. A pesar de las operaciones a las que se sometió, no pudo evitar el desprendimiento de sus dos retinas. Quedó ciego.

Víctor cuenta que focalizó todos sus esfuerzos en cumplir su rehabilitación y salir adelante. Hoy, a los 57 años, busca formar una empresa propia “Quiero conseguir mis ingresos y ser independiente”

El camino por recorrer no fue sencillo; sin embargo, reconoce que el reto más difícil de su vida ha sido superar la idea que tiene la sociedad respecto a las personas de su condición. “Cuando usamos el transporte público, por ejemplo, recibimos el maltrato de los choferes y cobradores”, señala.

Al igual que el problema que enfrenta Víctor, la es una realidad poco visible en el Perú. Actualmente no hay una cifra exacta de las personas que viven en esta condición, sino solo estimaciones. Según el Consejo Nacional para la Integración de la Persona con Discapacidad () —adscrito al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (Mimp)— habría más de un millón y medio de personas que viven con algún tipo de discapacidad en el país.

De este número, solo el 17,7% (279.062 personas) están inscritos en el Registro Nacional de la Persona con Discapacidad y son—de alguna manera— visibles para el Estado. Este mecanismo permite a las autoridades realizar un conteo formal, actualizado y detallado que para la elaboración de políticas en beneficio a esta población.

La vida adversa

Rosario Lizarbe nunca imaginó que el dolor y la cojera que padecía desde que era una niña podría comprometer su vida. En el 2013 pudo afiliarse por primera vez a EsSalud y decidió conocer la causa del mal que padecía; pero el resultado fue desalentador. Los médicos le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad que ataca las neuronas del cerebro, la médula espinal y produce el debilitamiento muscular. En su estado más crítico paraliza los músculos de la respiración, ocasionando la muerte.

Desde aquella fecha, ella vive en una espiral de incertidumbre. Aún no cuenta con los recursos suficientes para iniciar un tratamiento que le permita reducir los síntomas y, desde hace tres años, está desempleada. Pese a la adversidad, Rosario conserva la esperanza de poder continuar una vida normal y continuar con sus proyectos en ingeniería forestal, carrera que culminó hace unos años.

“Sabía que tenía este mal y presumía lo que me podía pasar. Me cansaba, dolores, no podía competir con el resto en caminar, eso era un problema para mí. Las fuerzas se me están acabando”, comenta entre sollozos.

La preocupación también embarga a Gladys Polo, quien desde hace 33 años ha dedicado todo su tiempo al cuidado de su único hijo, Luis, un joven con autismo. El sueldo que recibe del sector público apenas le alcanza para cubrir los gastos de su tratamiento y teme que nadie vele por él cuando ella no pueda hacerlo.

Ambos viven en un viejo solar ubicado en el centro de Lima y solo se tienen el uno al otro en el mundo. El padre los abandonó cuando Luis era un niño y desde entonces no han tenido noticias de él.

“El autismo es un mundo muy complejo que uno no está preparado para ver. Tuve que ir a una escuela de padres para saber que significaba, porqué son tan hiperactivos”, explica.

Gladys es el único puente de comunicación que tiene Luis con la sociedad, que no lo comprende, lo rechaza y a veces lo agrede. Un episodio de sus vidas que describe esta situación ocurrió en el verano del 2016 cuando ella trabajaba de ambulante en las afueras del mercado central. En un operativo repentino de desalojo, miembros del serenazgo la cogieron con violencia del cuello y la tumbaron en el pavimento. Luis, quien estaba indefenso, no pudo explicar qué hacía en la escena y fue atacado a palazos y patadas.

“Presenté mi queja a la Municipalidad y solo me dijeron que no volvería a pasar”, recuerda.

Piden apoyo

Eryk Marquez, representante legal de la Corporación Nacional de Personas con Discapacidad del Perú (Conadef-Perú), señala que la postergación de este grupo se evidencia principalmente en sectores como el empleo.

Según dicha organización, que integra el Registro Nacional de la Persona con Discapacidad del Conadis, esta población actualmente ocupa solo el 1,2% de las plazas de trabajo disponibles en el sector público, cifra inferior al 5% requerido por la ley. La cuota legal tampoco se cumpliría en el sector privado, donde deben ocupar al menos el 3% del personal en empresas que tengan más de 50 trabajadores.

Marquez añade que las condiciones desfavorables también se replican en el déficit de un transporte inclusivo, así como en espacios públicos accesibles. “Los sistemas de transporte público que tenemos (corredor azul, morado) son inaccesibles para personas discapacitadas. . El MTC tampoco tiene una norma técnica para decirle a los empresarios que traigan unidades que cumplan con ciertas características. Una persona con discapacidad no puede subir a un bus en hora punta aunque existan espacios reservados. Yo gasto más de S/600 soles mensuales para mi desplazamiento”, comenta.

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