Las adolescentes trabajaban en este bar conocido como El 69 o Venezzia ubicado en un remoto caserío de Pangoa, Satipo. Ahí eran obligadas a prostituirse. (Foto: archivo)
Las adolescentes trabajaban en este bar conocido como El 69 o Venezzia ubicado en un remoto caserío de Pangoa, Satipo. Ahí eran obligadas a prostituirse. (Foto: archivo)
Enrique Vera

Al lado del portón de fierro, un letrero multicolor todavía presenta al local como el mejor restaurante de paso a la salida de Pangoa, en Satipo (Junín). En los remotos caseríos de Pangoa que se extienden a ambos lados de la Carretera Marginal, agricultores y transportistas
conocían este lugar como El 69 o Venezzia: un bar que atendía las 24 horas y con adolescentes a disposición.

Era, de hecho, un lugar de paso. Las chicas que encontraban empleo ahí no duraban más de veinte días. Algunos visitantes sostienen que el dueño, Abdías Ayzana Aliaga, de 24 años, las trasladaba luego a otros locales similares en la selva para despistar a la policía.

Se trataba de un engranaje que movía la trata, así como la explotación laboral y sexual de menores en aquella zona correspondiente al valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem).

—La prima María—

A inicios de marzo, una mujer hasta ahora solo identificada como María llevó a tres adolescentes hasta la puerta del bar y les dijo que allí podrían trabajar.

A dos de ellas, hermanas de 14 y 17 años, las había traído desde la comunidad de Mancoete, en la provincia de Atalaya (Ucayali). María se había presentado como la prima de un empresario de restaurantes
en Pangoa que estaba en busca de meseras. Lo mismo le contó a una escolar de 15 años que captó en la comunidad nativa de Fensa, en el distrito de Echarati, provincia de La Convención (Cusco).

A Abdías le bastó que solo una de las menores tuviera documento de identidad azul. Eso era suficiente, les dijo. En los primeros días, las hermanas fueron destinadas a la venta de cerveza. A la otra, al parecer, la destinaba día y noche al cuidado de su hija. Pronto, ya sin
la posibilidad de regresar a su tierra o huir de ese inhóspito pastizal, las tres habrían sido forzadas a convertirse diariamente en damas de compañía.

—Bajo amenaza—

Cuando los agentes, al mando del mayor PNP Omar Nieto Hinojosa,
decidieron irrumpir en el local, faltaba poco para que las menores siguieran la ruta criminal de explotación y desaparecieran de El 69, de Pangoa, y tal vez de Satipo.

La mafia tenía tentáculos que operaban captando menores en necesidad dentro de las localidades más pobres de Atalaya. El itinerario de la red delictiva continuaba por Puerto Ocopa y Mazamari, en Junín; y desde este último punto hacia los caseríos de Pangoa y Satipo. También tenían como destino Llochegua (Ayacucho) y Pichari (Cusco).

Ante los detectives que le seguían la pista y lo capturaron el pasado 11 de marzo en la tarde, Abdías se envolvió en un argumento que parecía tener aprendido de memoria.

Aseguró que se empeñaba siempre en tratar bien a sus clientes, agricultores dedicados al cultivo de cacao y transportistas, sin incurrir en algún ilícito. Dijo que siempre había ayudado a las mujeres que llegaban a trabajar en su discoteca y que jamás empleó a ninguna
menor de edad. Las chicas rescatadas también tenían una frase memorizada: “No nos han obligado a nada, solo hemos vendido cerveza”.

Un examen practicado por el representante de Medicina Legal comprobaría signos de que las tres habían tenido relaciones sexuales recientes.

—Un caso similar—

El rastro que llevó a la policía hasta este refugio de explotación tuvo su punto de partida el 9 de enero último. Ese día, dos menores fueron rescatadas de otra red que operaba en San Martín de Pangoa.

Adelina Mosevay Gonzales, de 27 años, era propietaria de una cantina de similares características paupérrimas a la que administraba Abdías Ayzana. Fue la única capturada.

Marcelo Carhuaz, de 41 años y presunto integrante de la banda de Adelina, consiguió escapar poco antes de la operación policial.

Las víctimas de Adelina Mosevay tienen 13 y 15 años. Ellas también habrían seguido los mismos derroteros de las niñas que fueron encontradas en el bar de Abdías Ayzana.

MÁS DE PERÚ

Contenido sugerido

Contenido GEC