Los cochebomba fueron una de las principales armas criminales de Sendero Luminoso. Esta es una fotografía del atentado de 1992 en la calle Tarata, en Miraflores (Archivo GEC)
Los cochebomba fueron una de las principales armas criminales de Sendero Luminoso. Esta es una fotografía del atentado de 1992 en la calle Tarata, en Miraflores (Archivo GEC)
Luis Enrique Cam

A las 8 de la mañana del 17 de mayo de 1991, el capitán Johnny Saavedra y el sargento Manuel Valenzuela de la Unidad de Desactivación de Explosivos – UDEX acudieron al pueblo joven Año Nuevo de Comas. Habían recibido la información de la presencia de artefactos explosivos en el lugar. Resulta que, en un parque, frente a un kínder, terroristas de Sendero Luminoso (SL) habían dejado un dispositivo detonante en una caña incrustada a una base de cemento de la que ondeaba una bandera subversiva. Ese día, SL había “decretado” un paro nacional por el undécimo aniversario del inicio de la lucha armada.

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El 17 de mayo de 1980, en la víspera de las elecciones presidenciales, cuando el Perú volvía a elegir a un gobierno democráticamente, Sendero Luminoso quemó las ánforas y las cédulas de votación en el pueblo ayacuchano de Chuschi. Este fue el primer acto terrorista, de los miles que vendrían después, llevado a cabo por la organización encabezada por Abimael Guzmán.

SL y el MRTA, siguiendo la doctrina maoísta, buscaban llegar al poder a través de las armas, sembrando el terror -no el miedo- a través de asesinatos selectivos, extorsiones, secuestros, ataques estratégicos a dependencias públicas y privadas especialmente con artefactos explosivos de diverso tipo siendo los de mayor poder destructivo los llamados “coche bomba”. Los ciudadanos empezaron a temer por cualquier movimiento vehicular sospechoso o fuera del patrón habitual. El terror se había instalado en la vida cotidiana de los peruanos.

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En su defensa, el Estado respondió a estos ataques con la formación de la Unidad de Desactivación de Explosivos – UDEX que se convirtió, por su arriesgada labor, en un emblema de la acción policial ante la insania terrorista. “El primer error es el último” es el lema que compone la regla de su deber.

Con un entrenamiento riguroso, cerca de 300 efectivos policiales se convirtieron en Técnicos de Desactivación – TEDAX para atender de forma discreta y anónima las más de 12 mil emergencias de bombas a nivel nacional que se dieron en los peores años del terrorismo. Del total de intervenciones que se realizaron, cerca del 95% de artefactos explosivos fueron desactivados o neutralizados salvando vidas e infraestructura. Sin embargo, las bombas que no se pudieron desactivar provocaron muertes y lesiones graves entre los TEDAX.

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La mañana del 17 de mayo, hace 29 años, los TEDAX Saavedra y Valenzuela llegaron a la emergencia después de un turno de 12 horas de trabajo ininterrumpido. Luego de poner en práctica el protocolo de intervención, derribaron la caña para descartar algún mecanismo por movimiento y verificar el tipo de artefacto al que se enfrentaban. Cuando estaban en plena acción se produjo la explosión. El sargento Valenzuela perdió un ojo, una pierna y un brazo. El capitán Saavedra la vista en ambos ojos. Ambos iniciaron un largo y duro proceso de rehabilitación convirtiéndose en símbolos de la sacrificada y arriesgada labor de la UDEX en aquellos fatídicos años de violencia.

Muchas veces se refieren a los abusos policiales en los tiempos del terror, sesgando datos y no tomando en cuenta lo que los policías arriesgaban en su misión de proteger a la sociedad. No se constata un reconocimiento público a su papel, pese a que muchos de ellos perdieron la vida o la integridad física por sus acciones o por el solo hecho de vestir un uniforme. Los policías de la UDEX son un emblema de la acción policial, de héroes incólumes dentro de una institución que merece un reconocimiento por lo que aportó y perdió.

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