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Una mirada a dos de los distritos más convulsos del Vraem - 1
Ricardo León

Nota: esta nota fue publicada el 17 de abril del 2016. Se republica después de que el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas informará que al menos 14 personas fueron hoy asesinadas por Sendero Luminoso (la policía y la fiscalía aseguran que son 18).

El bote sin nombre ni matrícula detiene la marcha, gira bruscamente sobre su eje y luego el motorista acelera con fuerza. Las turbulencias confirman que este es el punto exacto en el que la confluencia de los ríos Apurímac y Mantaro forma el caudaloso Ene, y da así el nombre a uno de los territorios más inhóspitos y peligrosos del país, el

El destino final del bote es Vizcatán del Ene, el último distrito creado por el Gobierno en esta zona. Pertenece a la selva de Junín, pero muy cerca de Cusco y Ayacucho, y se ubica a apenas un día de camino (suena lejos, pero no lo es) de Vizcatán, una agreste cadena de montañas donde desde el 2008 las Fuerzas Armadas han intentado desalojar a las columnas remanentes de Sendero Luminoso. Más que desaparecido, en realidad estas se han dispersado. Antes, cuando Sendero tenía alguna especie de perversa ideología, se decía que “el partido tiene mil ojos y mil oídos”. Ahora, ya sin ideología alguna, lo que tiene es mil escondites.

Un distrito nuevo es como una transición a medias. Aún no hay alcalde ni presupuesto propio, pero por lo menos los adultos de este pueblo pudieron votar aquí mismo y no en Pangoa, a varios kilómetros de distancia. El local que funcionará como edificio municipal se construyó en el 2009 a través del sistema de reparaciones colectivas a este pueblo afectado, básica pero no únicamente, por la violencia terrorista. ¿Hay ahora senderistas cerca? Edgar Mauli, el secretario municipal, dice que no con murmullos. ¿Han pasado por aquí recientemente? Más murmullos.

Al regreso, otra vez el cruce de mareas en el núcleo del Vraem. Desde este punto se puede ver en lo alto de una colina leve la base militar de Paquichari. De aquí partió la patrulla que, el 21 de julio del 2015, se encontró sorpresivamente con una columna de Sendero Luminoso; un soldado murió y otro resultó herido.

“El terrorismo hoy en día no es una amenaza al Estado”, dijo la semana pasada el presidente Ollanta Humala desde Mazamari, poco después del ataque senderista en Santo Domingo de Acobamba (Junín) que dejó diez muertos. Quizá no sea una amenaza al Estado, pero sí es una presencia inquietante en el Vraem como Vizcatán del Ene, donde las turbulencias ya no son fluviales sino de otro tipo.

LOS IMPERIOS DE LA COCA ‘Cuchipampa’, le llaman los lugareños a aquellos rincones donde abundan los bares que en realidad son burdeles. El ingreso al distrito de Llochegua es un ‘cuchipampa’ donde cada local –paredes de madera, cortinas de colores, mujeres desnudas pintadas en la fachada, mujeres semidesnudas paradas en la puerta– emite música en volumen más alto que el anterior. La primera sensación que produce Llochegua es la de un pueblo donde la ley la ponen otros.

Pero nadie quiere decir quiénes son esos otros, aunque la respuesta es obvia. En Llochegua se ubican (en realidad se esconden) varios de los mayores laboratorios de producción de clorhidrato de cocaína en el Vraem. El narcotráfico tiene aquí dos ventajas: la presencia de columnas de Sendero Luminoso que garantiza cierta libertad para operar, y la existencia cercana de pistas de aterrizaje de narcoavionetas.

Llochegua es quizá uno de los lugares más temidos de todo el Vraem. No muy lejos se ubica el caserío de Pampas, donde en agosto del 2013 una certera operación militar acabó con la vida de Orlando Borda Casafranca ‘Alipio’ y Marco Antonio Quispe Palomino ‘Gabriel’, dos cabecillas terroristas que dominaban ampliamente la zona.

También está cerca el centro poblado de Mayapo. Para llegar hasta aquí se recorre una sinuosa carretera rodeada por cerros cubiertos de hoja de coca; en un tramo se puede ver, desde un mirador improvisado, el sector de Parupanco, donde el sábado 9 de abril un hovercraft de la Marina de Guerra fue atacado a balazos desde el cerro (dos marinos resultaron heridos).

A diferencia del nuevo distrito de Vizcatán del Ene, donde el Estado intenta de a pocos acercar su presencia, en Mayapo ocurre lo contrario. Aquí no hay policía ni nada que se le parezca, excepto un comité de autodefensa que se encarga de la seguridad y, si se puede llamar así, del control político.

Marino Oré, la única autoridad local, reconoce que este es un lugar de paso continuo de narcotraficantes que llegan, acopian clorhidrato de cocaína y luego se lo llevan. “Están unos días y se van, pero arman desorden. Y no hay cómo reclamar; aquí tú hablas y mañana ya no estás”, dice.

Aquí también abundan los ‘cuchipampa’, aunque Marino y su comité han podido controlarlos. Ahora los burdeles funcionan en un paraje ubicado junto al río, a unos 15 minutos a pie por una trocha más o menos pareja. ¿Construyeron este camino solo para llegar a los burdeles? “No –aclara Oré–, esta era una pista de aterrizaje clandestina”. En el Vraem se gobierna con lo que se tiene.

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— Sociedad El Comercio (@sociedad_ECpe)

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