A la medianoche del viernes, José Soto, natural de Valencia (Venezuela), se vio sorprendido por los reflectores de las cámaras y un grupo de policías que lo custodiaban. Minutos antes, personal de Migraciones había colocado una cinta para cercarlo y fijar un límite. En teoría, él sería el último ciudadano venezolano que ingresaría al país sin pasaporte. Después, todos deberían presentar su pasaporte para entrar a nuestro territorio. Soto agradeció a Dios por haberle permitido llegar a tiempo a su destino. Había llegado al Centro Binacional de Atención Fronteriza (Cebaf) junto a unos 150 venezolanos que viajaron durante 15 horas desde Rumichaca, en Colombia, hasta el puesto migratorio de Perú.