Fernando Vivas

En la mañana del martes 15 se corrían las apuestas. ¿Propondría o no Pedro Castillo el adelanto elecciones como una suerte de renuncia con pechada, como una forma de morir matando, de asustar al Congreso con echarle la calle encima gritando ‘que se vayan todos’? Este cronista apostó a que no lo haría. No habían señales que apuntaran a ese gesto a la vez audaz y desprendido. Al contrario, los gestos, los pasos y mensajes del presidente, apuntaban a un ‘quedémonos todos hasta que se pueda’. Luego, Torres sí hizo un amago del ‘adelanto’, sobre él volveremos.