Chavín de Huántar: 17 minutos hacia la libertad [CRÓNICA]
Chavín de Huántar: 17 minutos hacia la libertad [CRÓNICA]
Ana Núñez

“Ocho, siete, seis...”. La cuenta se inicia apenas un par de minutos después de las 15:20 horas del martes 22 de abril de 1997. Al llegar a cero, 143 comandos ingresarían a la residencia del embajador japonés en el Perú, Morihisa Aoki, con la misión de liberar a los 72 rehenes que llevaban 126 días secuestrados por 14 terroristas del MRTA. “Cinco, cuatro, tres...”. El mayor EP César Astudillo Salcedo está al mando del grupo Alfa y –un par de metros bajo tierra, en los túneles construidos para el ingreso de los militares– recibe por radio el conteo que dará luz verde a la acción de rescate. “Dos, uno, cero...”. ¡Bum! Comienzan las detonaciones y lo que vienen son 17 minutos que parecen una eternidad.

Tres fueron las explosiones que marcaron el inicio de la operación Chavín de Huántar aquella nublada tarde, 20 años atrás, pero debieron haber sido cuatro. Por alguna razón, el primero de los detonadores no funcionó. “Felizmente quedaban otros”, señala Astudillo, hoy general del Ejército.

Las 15:23 fue la hora cero. Los comandos miembros de la Patrulla Tenaz llevaban dos días a la espera de la orden de ingreso. Ellos habían sido trasladados, en pequeños grupos, hacia las casas contiguas a la residencia de Aoki, camuflados en los vehículos que dejaban los alimentos para los rehenes. La espera había sido nerviosa e impaciente.

La misión de la patrulla encabezada por Astudillo (y que respondía a las órdenes del general José Williams Zapata) era despejar el primer piso de la vivienda de la presencia de terroristas. Luego, ayudar al grupo Delta (que respondía al mando de coronel Luis Alatrista, un veterano de la guerra del Cenepa), patrulla encargada de la segunda planta, con la evacuación de los liberados.

“La residencia estaba llena de muebles, alfombras, cortinas, espejos, así que cuando ocurren las explosiones, todo se incendia. Era muy difícil el acceso, incluso para nosotros que éramos personal altamente entrenado. Lo que más temíamos era cometer fratricidio. Gracias a Dios eso no pasó, pero no fue producto del azar”, afirma el general.

La patrulla Alfa ingresó a la casa de  Aoki por la puerta principal (“por donde entran los tigres”, bromea Astudillo), pero no se podría asegurar cuál de los 143 comandos fue el primero en acceder a la casa sanisidrina (demolida desde entonces) pues, además del elemento sorpresa, la idea de la operación era realizar un ataque en simultáneo, hasta por ocho frentes.

Aseguran los que saben de estrategias militares que no se pudo haber convocado a un mejor grupo de hombres. Justo el año 96 se había realizado un curso de comandos con especialización en rescate de rehenes, así que apenas ocurrió la toma de la residencia, la noche del 17 de diciembre, fueron llamados todos los que habían participado en la capacitación.

La mayoría de los integrantes de la Patrulla Tenaz tenía experiencia en el Cenepa y el Huallaga, incluido el mismo Astudillo. Es más, al general lo llaman el ‘héroe vivo del Ejército peruano’. “¿Si estuvimos nerviosos? Por supuesto. Todo ser humano tiene esos sentimientos y sensaciones, pero el entrenamiento nuestro nos ayuda a manejarlos. Por eso, desde esa fecha hasta ahora tenemos una unidad especial de comandos”, cuenta.

Es difícil imaginar a un comando quebrado, pero algo de eso vimos cuando Astudillo habló de los que se fueron, los comandantes Juan Valer y Raúl Jiménez. Y más aún cuando se refirió al momento en el que los 143 comandos fueron parte de un proceso judicial. “Sinceramente, espero que quede cerrado para siempre. Tú debes de haber visto fotos en las que se nos ve delante de los rehenes y no porque alguien nos lo haya ordenado, sino fue por instinto y por nuestro entrenamiento. Todos los comandos que entraron a esa residencia entregaron su vida a Dios. Él quiso recoger la de dos. Y después, encontrarte con que te denuncien...”, se lamenta.

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