(Ilustración: Víctor Aguilar para El Comercio)
(Ilustración: Víctor Aguilar para El Comercio)
Fernando Vivas

Hay detalles que martillean la cabeza, que demoran en encajar en la trama político/fáctico/emotivo/jurídica que nos tuvo en vilo el lunes que pasó. Por ejemplo, faltó este detalle: el nuevo primer ministro firmó, junto a , el decreto de disolución, y no . Se lo pregunté a una fuente palaciega y me lo explicó: “No podía ser Salvador, porque consideramos que la cuestión de confianza había sido denegada, entonces el Gabinete ya había caído, luego venía la disolución”.

Pero, entonces, ¿por qué no dijo el presidente en su mensaje de disolución que el Gabinete había caído?, le pregunto a mi fuente. Unos segundos de silencio. “¡Nos olvidamos!”. No era indispensable decirlo, pero hubiera ayudado a comprender qué diablos les pasaba a nuestros poderes en pugna. Las crisis nos enseñan que los actores tienen planes y metas y han calculado –‘barajado escenarios’, le llaman– los pasos; aunque una vez en medio de la tormenta, todo puede pasar.

Por ejemplo, en el pico emotivo de la crisis, los voceros de las bancadas bombardeaban de argumentos trascendentes a . Ella y el grupo disuelto en agua hirviendo eran una mazamorra de nervios. Cuando se retiró a su despacho a preparar su discurso y a acicalarse, a alguien se le ocurrió mandar a comprar una banda presidencial en la sastrería de la familia Grados que aparece en cientos de reportajes.

Me lo confirmó la propia Araoz en una conversación por WhatsApp (ver “Me negué a la banda y no quería juramentar” en El Comercio). Y apareció un crucifijo (se nota en fotos y videos que una asistente lo coloca cuando Araoz y ya empezaron la ceremonia), para montar una parafernalia de Dios y patria sobre lo que debió quedar en asunto de peruanos mortales y pendencieros. Detalles que sobraron.

“Salvador del Solar y otros ministros [...] expresaron dudas ante la disolución cuando el presidente les contó”.


En Palacio tampoco cundía la serenidad. Fuentes del entorno ministerial saliente y del que ha sido reenganchado me han contado que Del Solar y otros ministros, entre los que estaban el excanciller Néstor Popolizio, el ex MEF Carlos Oliva, la ex Minagri Fabiola Muñoz y el ex Defensa Jorge Moscoso, expresaron dudas ante la disolución cuando el presidente les planteó que la anunciaría en un mensaje a la nación.

La reticencia era tan grande, que el presidente prefirió no seguir oyendo a los ministros y los abandonó para hacer el anuncio. Me han contado que algunos, incluso, quisieron hablar con el asesor Iván Manchego para que pidiera al presidente que pensara mejor lo que estaba por hacer.

Las renuncias de los ministros como una forma de manifestar su reticencia ya no tenía sentido, pues estábamos, como ya vimos, en plena caída del Gabinete. Fuentes allegadas a Del Solar y a Fabiola Muñoz, que consulté ayer, han minimizado las reticencias de ambos. Del Solar retomó su firmeza en el apoyo a la disolución y estuvo sonriente en la juramentación del nuevo Gabinete. Muñoz dejó el Minagri y se reenganchó en Ambiente. Nos quedaremos con dudas sobre la profundidad de las dudas ministeriales.

—Antecedentes, si caben—

Vizcarra ya había saboreado la idea de la disolución del Congreso desde que asistió a los conciliábulos ppkausas donde esta se barajaba. Una vez que asumió como presidente, honró por poco tiempo su diálogo con los fujimoristas, antes de retomar su convicción de sacárselos de encima. Que fueran obstruccionistas radicales es discutible, pues muchos pueden decir que en materia de políticas públicas, salvo el enfoque de género y la reforma universitaria, no daban gran bronca. Más bien, esa misma teoría dice que Vizcarra les inventó pendencia con la reforma judicial y política, solo para tener el pretexto de liquidarlos a punta de cuestiones de confianza.

Sean cuales fueren el móvil vizcarrista y el grado de profundidad del encono, el fujimorismo optó por darle confianza pero prolongando y distorsionando su ejecución. Entonces, con su ‘petit’ comité de asesores, Vizcarra urdió el proyecto de adelanto de elecciones como un jaque a la reina. Me cuentan que al evaluarlo pensaron que podía complementarse con una cuestión de confianza sobre el mismo proyecto de adelanto, presentándola unos días después.

Pero optaron por el diálogo que pedía Del Solar, con el límite de que podían ceder en plazos y en disposición a aprobar la bicameralidad. Anular la ‘no reelección’, aunque fuera para el Senado, no estaba –me cuenta mi fuente palaciega– en el menú oficialista, pues temían desafiar el voto rotundo que al respecto dio el electorado en el referéndum. Una lideresa fujimorista me hizo el mismo realista comentario.

El diálogo no prosperó pero sí algo que cogió desprevenido al gobierno: el archivamiento del proyecto de adelanto. Todas las fuentes oficialistas con las que he conversado coinciden en que, con diversos grados de credulidad, se pensaba que los fujimoristas darían largas al debate. El llamado a la Comisión de Venecia meció a todos.

Una vez archivado el proyecto en la Comisión de Constitución, se activó el esbozo de plan pensado para ejecutarse el 30 de setiembre una vez que se cumpliera el ‘deadline’ que se puso el propio Vizcarra si el Congreso no aprobaba el adelanto: hacer cuestión de confianza sobre lo que fuera.

Dos semanas atrás, había llamado la atención del equipo vizcarrista el apresuramiento de varias bancadas por elegir candidatos al TC. Buen tema, por lo tanto, para hacer rápidamente un proyecto de ley que mejorara el proceso de elección y agregarle una disposición transitoria que obligara a postergar la elección que ya estaba fechada para el 30 de setiembre. ¡Vaya detalle! Los dos bandos, sin querer queriendo, se habían puesto el mismo ‘deadline’. Por eso el lunes se nos fue el aliento desde temprano cuando vimos el forcejeo para que ingresara Del Solar. Un solo apunte: los ministros, impedidos de pasar al hemiciclo, sentían los golpes a la puerta que desde adentro daba un partidario. Cuando esta se abrió y vieron que se trataba de Jorge Meléndez, que no pesa ni 60 kg, hubo una risueña sorpresa.

“Parafernalia de Dios y patria sobre lo que debió quedar en asunto de peruanos mortales y pendencieros”.


Tras el archivamiento del adelanto, el Congreso fue tan vapuleado por Vizcarra, que no quiso ceder en una prerrogativa que competía solo a él. Conversé con algunos congresistas, usualmente moderados, y me percaté de cuánto les apasionaba la prerrogativa real de elegir tribunos. No iban a dejar que se la cuestionaran. El lunes, henchidos de orgullo por sus fueros y de antivizcarrismo tras oír la pendenciera entrevista que el presidente dio a “Cuarto poder”, votaron por postergar el debate de la cuestión de confianza luego de elegir a miembros del TC. “Pisamos el palito, caray”, me dijo un moderado, que, en el clímax de la noche, lo vi cantar el himno ante Meche y Olaechea.

—El último pleno—

Tan ensimismados estaban los bandos que no escucharon razones, ni dejaron puertas abiertas. Incluso sucedió algo que pudo frenar a Vizcarra, pero no cogieron el salvavidas. Resulta que la tradicional ‘repartija’ de votar por el candidato ajeno para que este votara por el propio, pues si no nadie logra los 87 votos, ya estaba acordada, cuando ‘Vitocho’ García Belaunde, que fue quien propuso a Gonzalo Ortiz de Zevallos, les dijo: “Lo siento, no puedo asegurar los votos de mi bancada”. Varios se molestaron y uno de ellos me dijo que su grupo pensó no votar. Pero lo hicieron. Si uno solo dejaba de votar por Ortiz de Zevallos, a quien su primo Olaechea decidió colocar primero contrariando la costumbre del orden alfabético, no hubiera salido elegido y Vizcarra, quizá, no hubiera disuelto el Congreso.

Por cierto, pregunté a mis fuentes oficialistas si creen que el presidente igual hubiera disuelto si Ortiz de Zevallos no alcanzaba los 87 votos. “Hubiera sido más difícil”, dijo una; “no lo sé”, dijo otra. En la entrevista a Vizcarra que hoy aparece en El Comercio, este dice que quiso ver la elección antes de tomar la decisión. Los disueltos, sobre todo los que anunciaron, trémulos, que iban a aceptar la cuestión de confianza, se martillearán la conciencia pensando que otra hubiera sido la historia si posponían la elección de marras o se abstenían. Será por eso que en estos días no se los ve junto a Olaechea y a los fujimoristas.