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Ollanta Humala retomó la presidencia del Partido Nacionalista - 2
Fernando Vivas

Ni un solo nacionalista estuvo en el Congreso para alzar la voz cuando el oficialismo y la oposición fujimorista sellaron su pacto de confianza a costa suya. ¿Cómo así el partido que hace poco ocupó Palacio fue condenado a la marginalidad? ¿Qué futuro le espera?

Las causas de la desolación nacionalista han sido subrayadas por propios (los renunciantes Omar Chehade, Daniel Abugattás y Sergio Tejada, entre otros), por extraños y por opinólogos varios: actitud peleonera con los rivales que hoy le dan el ‘vuelto’; la judicialización de las pesquisas sobre Nadine Heredia, titular de los enrevesados manejos financieros de partido y familia en dos campañas presidenciales; favoritismos que provocaron el dramático desmembramiento de la bancada; cierta parálisis de decisiones políticas que contribuyó a la desaceleración del crecimiento económico; reformas mal planteadas y, por lo tanto, revertidas con críticos efectos; el estilo invasivo de la primera dama que minó la autoridad del presidente y acaba de dar pie a un pedido de investigación por usurpación de funciones en la Comisión de Fiscalización.      

El golpe devastador ocurrió en plena campaña electoral, el pasado 11 de marzo, cuando el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) decidió retirar a su candidato presidencial Daniel Urresti y a su lista parlamentaria. El motivo era obvio: las encuestas mostraban que con Urresti, mala elección de candidato que reemplazó la aun más débil candidatura de Milton von Hesse, el PNP no brincaría la valla electoral. Era mejor abstenerse y guardar la inscripción por una sola vez, como lo permite el JNE. Urresti, quien se hizo militante antes de postular, promovió una renuncia en bloque. Solo Abugattás hizo el intento de secundarlo, renuncia que recién hizo efectiva tiempo después.

El partido resistió ese amago de tormenta, pues se estaba preparando para algo peor, que ya llegó: el fujimorismo reclama sangre nacionalista en plena diáspora de dirigentes que regresan a trabajar a sus regiones. La ex primera ministra Ana Jara, por ejemplo, que ya había tomado cierta distancia ante la candidatura de Urresti, volvió a Ica a trabajar en su notaría. “Estoy meditando mi permanencia en el partido”, me cuenta y se guarda otros reproches amargos que no es difícil intuir que tengan que ver con la censura de Gabinete que tuvo que soportar para que la pareja presidencial mantuviera sus peleas y sus favoritos. Fredy Otárola también ha vuelto a su notaría, la suya en Áncash.

Víctor Isla, ex presidente del Congreso, sí ha tomado una decisión. Lo llamo a Iquitos y me la cuenta: “Presenté mi renuncia el 30 de julio. Voy a  postular a gobernador de Loreto y voy a formar el movimiento Loreto Está Primero. Ya empiezo a buscar las firmas”. ¿Y por qué no postular con el nacionalismo?, le pregunto. “Porque la tradición en Loreto es presentarse con movimientos regionales. Pero mantengo la amistad y sé que el presidente Ollanta Humala sabrá orientar al partido”.

La disidencia fraternal –en el nacionalismo se llaman hermanos– de Isla podría presagiar la de otros humalistas de raigambre regional como la ex presidenta del Congreso Ana María Solórzano en Arequipa, el ex ministro José Urquizo en Ayacucho o el ex congresista Leonidas Huayama en Piura. Le pregunto al ex congresista Santiago Gastañaduí, dirigente en ejercicio, ¿qué futuro tiene el nacionalismo sin bancada y con líderes que regresan a sus regiones a postular con movimientos independientes? “Ahora tenemos más tiempo para ponernos a pensar en nosotros mismos”, me responde. Práctico consuelo el de Gastañaduí, quien, además, tiene a un interlocutor singular, . El ex presidente, aprovechando los beneficios  que por ley reciben los ex mandatarios, lo ha contratado como su asesor y ambos se reúnen con frecuencia en el local partidario de la calle Mariátegui, en Jesús María. No me dice la hora, para evitar el asedio de los curiosos.

—No una, sino dos cabezas—
A nadie escapa que el liderazgo de Ollanta Humala tiene un complemento y un límite íntimo. Nadine Heredia es su socia y, por qué no decirlo en su plena acepción política, una rival. Su perfil ubicuo e invasivo en la gestión de su esposo hizo pensar, luego de descartar lo que Alan García bautizó como ‘reelección conyugal’, que sería la carta del nacionalismo para el 2021. Alternancia de género en la familia. Sin embargo, Santiago me asegura lo contrario: “El candidato natural es el presidente Humala; ella nunca ha postulado a un cargo de elección popular, salvo cuando fue candidata en la lista de Gonzalo García por Lima en el 2006”. Insisto en la posibilidad de Nadine candidata, pensando que Gastañaduí expresa una estrategia para hacer menos visible a una atribulada ex primera dama con orden de arraigo pedida por el fiscal Germán Juárez. Pero él insiste en su tesis: “No solo por sus palabras, que ya las ha empleado para negar cualquier candidatura, sino en sus gestos, no la veo como candidata”. 

Cynthia Montes, quien fue coordinadora de prensa de Ollanta Humala, es miembro del CEN junto a la pareja fundadora, a Solórzano, a Otárola y a Agustín Molina. Por cierto, ella no suscribe la tesis del candidato natural: “Hay un sector que piensa distinto. Todavía no hemos abordado ese tema, es muy pronto. Por supuesto que aspiramos a que un nacionalista vuelva a dirigir nuevamente los destinos del país, pero aún no le hemos puesto rostro”.

Cynthia, igual que los otros nacionalistas con quienes hablé, cree que la situación del partido amerita una asamblea, pero primero tiene que reunirse el CEN para discutir su agenda y, luego, convocarla. No hay fecha, pero no debe pasar de este año. Allí tendrán que debatir cómo el partido se reorganiza, cómo depuran un abultado padrón de alrededor de 120 mil inscritos y cómo se encaminan a las elecciones regionales y municipales del 2018. Lo del candidato al 2021 todavía puede esperar. Más urgente, aunque no lo diga Cynthia, les va a ser contar con una estrategia para ponerse a buen recaudo de las investigaciones fiscales y congresales contra sus líderes.

Por lo pronto, el dirigente Luis Aliaga ha emprendido una gira para analizar la situación de los comités regionales. Ollanta Humala está evaluando a sus frustradas huestes que, tras ser partido de gobierno, hoy no tienen ni una curul de consuelo. Apenas quedan algunos alcaldes en Loreto.

La pareja fundadora del nacionalismo tiene muchos frentes en los que preocuparse: las investigaciones judicializadas, las finanzas ahora menguadas, la familia que se resiente por la carcelería de Antauro y por la tragedia de Ivoska, recientemente asaltada en su casa de Suiza, y cuyo hijo desapareció y fue encontrado muerto en marzo. Tribulaciones compartidas por una pareja que rotó la presidencia del partido con la transparencia –ver arriba el documento adjunto– que, por obvias razones, no podía ser llevada a cabo en el primer poder de la nación.   

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