Pa’ bravo y pa’ caleta, Félix Moreno
Pa’ bravo y pa’ caleta, Félix Moreno
Fernando Vivas

No cuadra con la imagen del Chim Pum chalaco: no tiene la simpatía del blancón ‘mira cómo tengo calle’ de Álex Kouri; ni se sabe los trucos televisivos del más campechano Juan Sotomayor, su rival en la pelea por el legado político de Kouri.

Sin embargo, es un eficaz populista a pesar de su perfil bajo y su cara de ‘yo no me ensucio los zapatos ni cargo chibolos para la cámara’. Tampoco parece especialmente dotado para su background profesional de médico: ¿Le confiarías tus más íntimas dolencias a este hombre cuya expresión te dice tan poco o nada de sí mismo? ¿Confiarías en su diagnóstico?

A pesar de todo, con Kouri preso y Sotomayor disidente (fundó su propio partido Vamos Perú), el inexpresivo Moreno, que abusa de los lentes oscuros cuando se expone al sol y a las cámaras, se ha consolidado como primera autoridad en una región donde los gestos importan mucho.

El partido regional es suyo y ya con eso doy una respuesta provisional a sus falencias de carisma: lo que le falta en personalidad le sobra en aparato. Y en ese aparato –¡gulp!– están las joyitas del Callao. No describiré yo la clave del inescrupuloso éxito de este movimiento político, sino el único ‘chalacólogo’ que conozco, José Carlos Rojas Medrano, autor de “Pa’ bravo yo. La historia exitosa de Chim Pum Callao en una democracia sin partidos” (págs. 207-232, “Anti-candidatos”, compilación de Carlos Meléndez, Planeta, 2016):

“En el Callao se ha ido configurando una especie de régimen autoritario competitivo a escala subnacional, muy parecido a lo que ocurrió en la región Áncash. La relación con los grupos criminales responde a la necesidad de mantenerse en el poder en un contexto de crecimiento económico, incremento de los presupuestos públicos regionales y municipales y el ‘boom’ inmobiliario [...] El vínculo con el crimen organizado tiene que ver con una relación pragmática y de realismo político”.

He destacado, en la cita, la relación de Chim Pum con el crimen, porque estamos ante un hombre acusado por el fiscal Hamilton Castro de negociar una coima de US$4 millones de Odebrecht para la concesión de la Costa Verde del Callao. Y si su partido tiene un largo historial de relación con las mafias locales empleando ex presidiarios en limpieza pública y serenazgo municipal; usando delincuentes como ‘chalecos’ o protección; y hasta ha sido acusado de estar asociado a redes de ‘chuponeo’ y extorsión como las que denunciaba el tristemente célebre Wilbur Castillo antes de ser asesinado; entonces hay que poner su caso en un contexto mayor de política y corrupción en el Callao.

De la politología y la dura realpolitik pasemos, entonces, a ampliar la hipótesis criminal que pesa sobre el perfil de Moreno: llegó la megaobra y la transnacional dispuesta a desviar millones de dólares para coimas. Pero, ojo, antes de iniciar el proyecto Costa Verde Tramo Callao en el 2014, Andrade Gutierrez y Queiroz Galvao ya habían sido contratadas en la gestión de Kouri para las obras de la avenida Gambetta, y, otra empresa, Convial, ya había hecho de las suyas en el escándalo del peaje de la Faucett. ¿Moreno y el aparato partidario fundado por Kouri están juntos en esto? Esperemos que eso también sea dilucidado en el proceso judicial.

—La eficiencia—
Moreno se encumbró en Chim Pum, en principio, porque respetó el escalafón y la disciplina internos. Miren esta consistencia chalaca: nació en el Callao en 1964 y estudió en el San José Maristas del Callao. Se hizo médico en la Universidad de San Martín de Porres y allí se ligó al PPC. Llegó a hacerse cargo, faltaba más, del partido en su región. Y sus primeros trabajos como médico fueron en el Hospital Naval y en el hospital San José, ambos en el Callao. En 1996, empezó su carrera política ascendente con Kouri: regidor provincial, dos veces alcalde de Carmen de la Legua (uno de los 5 distritos chalacos), alcalde provincial y, finalmente, dos veces gobernador regional.

A falta de carisma, disciplina. Y eficiencia en la gestión. Por ejemplo, como alcalde de Carmen de la Legua, obtuvo certificados de calidad ISO. Su plan de gobierno para esta gestión que debiera acabar –a menos que lo encierren como pide el fiscal Castro– en el 2018 es solvente, aunque, ciertamente, se lee con sorna en lo poco que dice sobre lucha contra la inseguridad.

Quienes conocen a Moreno repiten que es muy ‘reservado’, ‘caleta’. En su control de daños, el pico debió ser su conferencia de prensa el martes pasado, negando las acusaciones. Pues fue esquivo (dijo “no me corro” y, literalmente, se corrió de las preguntas) y contradictorio. Alzó la voz para defenderse, pero con argumentos oblicuos y débiles del tipo “he ido a Brasil como turista” (como si los tratos oscuros no pudieran urdirse aquí) o “no conozco a Barata” (como si no pudiera haber tratado con su sucesor Ricardo Boleira). El volumen era alto, pero la convicción en sí misma se percibía débil. Más dramático resultó lo accesorio: la explicación de que no vive en la calle El Bucaré, en Camacho; que allí viven sus hijos y su esposa Rosmery Segura, de la que está separado. El político ‘caleta’ pasó un mal rato.

Su mayor omisión fue no explicar su relación con Gil Shavit, el empresario de origen israelí detenido y sindicado como su supuesto intermediario en la trama de las coimas. Su pronta liberación hace presumir que colaboró en ‘echar’ a su socio político. Pero Shavit, con su inversión en la asociación Fugaz y la ambiciosa rehabilitación cultural del Callao monumental, quizá estaría delatando que Moreno, sin salir del Callao como sí pretendieron Kouri y Sotomayor, se entusiasmó con la idea de llevar artistas y personalidades que prestigiaron al puerto. Un sueño chalaco de redención in situ, en el barracón, en el muelle coladera, en la región poco transparente. Como su gobernador.

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