Fernando Vivas

¿Cómo se gobierna sin Congreso? Tras hablar con fuentes palaciegas, se puede concluir, preliminarmente, que había un plan A, B y C de cuestiones de confianza para acabar con la guerra de poderes del Estado. Pero no había un plan para después del plan.

O sea, se barajaron varios escenarios de cómo , y otros tantos de cómo pactar para no disolverlo; pero no se barajó ningún plan que previera en detalle qué hacer con los vacíos y retos que ha abierto el interregno sin oposición parlamentaria (un semestre si contamos desde la disolución del 30 de setiembre hasta marzo, cuando empezará a funcionar el próximo ).

El gobierno descubre e improvisa sobre la marcha. Estamos pisando un terreno nuevo en nuestra historia. Ahora bien, ni la turbulencia de la disolución ni la cascada de efectos que ha tenido tendrían que distorsionar las líneas de acción y prioridades aprobadas en cada ministerio; ni las trazadas a nivel general y transversal desde el 2018. Están incluidas en el plan de competitividad y en el plan de infraestructura que fueron presentados el 3 de setiembre y, pocos días antes, enarbolados por en el mensaje del 28 de julio. Pero, claro, pocos los recuerdan porque la propuesta de adelanto de elecciones les robó las cámaras.

Pero tampoco recordamos al presidente hablar de ambos planes. Pareciera, extrañamente, que no le preocupa reivindicarlos ni promoverlos. Ha tenido muchos eventos en los que ha podido aprovechar su discurso, o el enjambre de micrófonos que se le acerca, para subrayar las líneas maestras de la competitividad. Pues no lo ha hecho.

Tampoco hay campañas publicitarias y lemas que promuevan ambos planes. Ciertamente, la publicidad estatal es un recurso sensible en estos tiempos; pero hay otras formas y redes a través de las cuales el gobierno podría dejar en claro que sus ejes de acción están escritos.

Es más, en su última entrevista en El Comercio, el presidente no atinó a describir cuál sería su plan sin un Congreso que lo obstruya. Dijo, para algarabía de sus enemigos que viralizaron su titubeo: “Vamos a hacer un programa de acción que vamos a dar a conocer en todos los campos, para que se note el impacto en beneficio de todo el país”. ¡Como si no hubiera presentado ya un plan de 114 páginas con 52 obras prioritarias y el trazo de la ruta para ejecutarlas!

Pudo contestar invocando esa lista y, ante la mención del Congreso que, por cierto, no le dio batalla en esos ejes reactivadores, decir que los congresistas tenían un ánimo confrontador que en general le hacía difícil gobernar. ¿Por qué no lo hizo?

—Me darás confianza—

Una fuente palaciega me dijo que el presidente no enarboló su rollo de la competitividad y la infraestructura por una razón que no explicó bien: que había evaluado que, como la Constitución da un plazo de 30 días para que el primer ministro presente su plan ante el Congreso y este dé la confianza; entonces, sin Parlamento, el Gabinete pedirá confianza, simbólicamente, al país.

Tiene sentido y, por eso, algo tarde, Vizcarra anunció que Vicente Zeballos presentará su plan la próxima semana. Tendría que ser a más tardar el miércoles 30, cuando se cumplen los 30 días de la juramentación de Zeballos. El 29 hay otro ‘deadline’: se vence el plazo para que el Consejo de Minería decida si valida la licencia de construcción de Tía María. Si nos atenemos al antecedente de Vizcarra ofreciendo a los alcaldes del Valle de Tambo mandar la licencia al limbo, a su renuencia a desafiar las protestas y al impacto de lo que ha sucedido en Ecuador y Chile, podemos presumir que la suerte de Tía María está echada. El Consejo de Minería está compuesto por técnicos que dependen del propio Ministerio de Energía y Minas y ya vimos, en la pasada crisis, cuán influenciables pueden ser.

El nuevo ministro de Energía y Minas, Juan Carlos Liu Yonsen, es moqueguano como el presidente y el primer ministro. Su origen no merecería subrayarse si no fuera porque Vizcarra y Zeballos son moqueguanos, porque Edmer Trujillo (que no nació en Moquegua) fue gerente del gobierno regional cuando Vizcarra estuvo a cargo, y su viceministro de Transportes, Carlos Estremadoyro, también es moqueguano y amigo de la casa. El interregno ha empoderado a un presidente decidido a gobernar reforzando a su entorno íntimo.

El MTC tiene la responsabilidad de ejecutar más de la mitad del presupuesto del plan de infraestructura. De ahí la presencia clave de Trujillo, para flexibilizar el plan de acuerdo a las necesidades de aplacar la conflictividad social ligada a la minería. Por ejemplo, no hay, en el plan, obras asociadas al corredor minero del sur. Sin embargo, esa zona caliente, además de Quellaveco y del Oleoducto del Norte, es una preocupación persistente en Palacio.

Vizcarra, desconfiado de los técnicos (de ahí, tal vez, la dificultad en enarbolar los planes hechos por ellos) y en bronca con media élite política; difícilmente desafiará al humor popular en el interregno.