La amapola y la muerte, por Cecilia Valenzuela
La amapola y la muerte, por Cecilia Valenzuela

Eran las 3:30 a.m. del 17 de julio cuando 40 socorristas de la Policía Nacional se toparon con una pira alta reforzada con gruesos troncos, que bloqueaba el único camino hacia el cerro Negro, ubicado en la provincia de Ayabaca, en la sierra de Piura, el lugar donde se encuentra el yacimiento minero y donde se habían perdido cuatro trabajadores de esa minera.

La patrulla de rescate buscaba encontrar con vida a la periodista Aleida Dávila, al topógrafo Orlando Pastrana, al cocinero Segundo Tacure y al geólogo Manuel Herrera, desaparecidos desde el 11 de julio, pero el bloqueo, armado frente a la localidad de Carmen de la Frontera, impedía su paso.

Detrás de las piedras, alrededor de 50 ronderos hostiles, provistos de chicotes, palos y hondas, se mostraban dispuestos a morir antes de darle paso a cualquier vehículo vinculado a la minera.

El parte policial que registra este evento dice textualmente: “El comandante PNP Óscar Novoa Boza, quien lideraba la patrulla de búsqueda, optó por evitar la confrontación y la consecuente pérdida de vidas”, por lo que replegó las camionetas que transportaban a los socorristas hasta el cruce de Huanchumo y, en compañía del comisario rural de Sapalache, caminó hacia el bloqueo para negociar.

Aunque expuso las razones humanitarias que lo asistían, los líderes de los ronderos, el juez de paz y el teniente gobernador en la zona se negaron a liberar la vía. Las patrullas de rescate tuvieron que dar media vuelta, perder el tiempo que corría en contra de los desaparecidos y buscar otra ruta de acceso. Llegaron cuando ya era tarde.

Mientras escribo esta columna, los restos de la periodista y del topógrafo continúan atrapados en las alturas del cerro Negro y del cuerpo del cocinero, se sigue sin saber nada. Los tres murieron de frío entre el 14 y 19 de julio último, y hasta este momento, el clima, feroz, impide su rescate. 

No se trata del absurdo y creado conflicto entre el agro y la minería: los caminos de Carmen de la Frontera, Ayabaca y Huancabamba son la ruta de la amapola y el festín de los traficantes de látex de opio y cocaína en su periplo hacia Ecuador. 

El odio, que llevó a los ronderos piuranos a impedir el oportuno rescate de tres trabajadores de Río Blanco, es azuzado, diariamente, por delincuentes disfrazados de políticos ambientalistas que se enriquecen envileciendo a su gente. Las 10 personas que integraron la expedición cumplieron su trabajo, pero se perdieron al regresar por evitar toparse con las rondas campesinas que se han declarado enemigas de la minería.

Durante dos días anduvieron desorientados hasta que el jefe envió a un grupo de seis en busca de ayuda. El 13 de julio, camino hacia Ayabaca, esas seis personas fueron retenidas y azotadas por los ronderos de Curilcas y, aunque los dirigentes de las rondas ahora lo nieguen, la fiscalía y la Divincri investigan. En algún momento, tendrán que responder por su negligencia y lenidad.

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