(Foto: GEC)
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Maria Alejandra Campos

El presidente del Congreso parece estar pasando por una nueva etapa de transformación. Del primer , vocero de Fuerza Popular, que tumbaba gobiernos en conferencia de prensa; pasamos al Salaverry independiente y dialogante, que renegaba de sus orígenes y respaldaba al presidente cuando sus ex colegas de bancada trataban de estirar el debate de los proyectos del referéndum. Ahora nos encontramos con una versión intermedia, que dice que dialoga, pero mete golpe y acusa al gobierno de estar haciendo papelones en el caso de Las Bambas.

El argumento con el que el congresista sostuvo su ‘predisposición a cooperar y colaborar’ es que tuvo el gesto de desprenderse de su propuesta de reforma política. “Teniendo nosotros como Congreso una iniciativa para implementar un sistema para hacer nuestra propia reforma política, nuestro propio proyecto, lo he dejado de lado justamente para recoger la propuesta del Ejecutivo y en base a esa propuesta y los proyectos presentados por los congresistas, impulsar cuanto antes esta reforma”, afirmó ayer en RPP.

Sin embargo, hasta donde es conocido, la razón por la cual Salaverry no pudo avanzar con su reforma paralela –que más bien sonaba a reforma serruchera– es que las organizaciones que iban a realizar el trabajo de campo para validar las propuestas recularon tras darse cuenta de que técnicamente el tiempo no alcanzaba para el tamaño de la tarea que querían emprender. Otras fuentes cuentan también que hubo conversaciones entre miembros de la comisión de reforma política y colegas politólogos involucrados en la iniciativa parlamentaria, que persuadieron a los segundos de no petardear el trabajo que habían realizado Tuesta y compañía. Lo cierto es que, hasta donde es público, Salaverry no dejó de lado su reforma, sino que su reforma lo dejó a él.

Más allá de la anécdota política, es interesante analizar por qué Salaverry decide cambiar de rumbo nuevamente. La explicación más evidente es que la popularidad del presidente ha caído. Según el IEP, desde fines de marzo el mandatario ya no cuenta con el respaldo de la mayoría de la población. Desafortunadamente para Vizcarra, no tener partido ni bancada hace que su respaldo político sea muy sensible a su popularidad.

Otra razón por la que Salaverry ha virado hacia una posición más confrontacional parece ser, como ya adelantó esta semana, que tiene aspiraciones para reelegirse en la Mesa Directiva. Para ello, necesita tener una estrategia competitiva frente a sus potenciales contendores, uno de ellos, la actual presidenta de la Comisión de Constitución, Rosa Bartra. Como reveló este Diario hace algunas semanas, más de un miembro de Fuerza Popular ve a la congresista como una potencial candidata a presidir la Mesa Directiva. Bartra es conocida por pertenecer al ala más confrontacional de su partido.

La versión dialogante de Salaverry le había ganado algunos puntos de popularidad entre la opinión pública, pero ello no bastó para consolidar su capacidad de convocatoria en el Congreso. Cuando se abrió la puerta a la creación de nuevas bancadas, solo apareció una, Unión por la República, cercana a él. Tal parecer ser que Salaverry quiere ampliar su base de potenciales electores y que las aspiraciones reeleccionistas van en serio.