Rafo León, a través de su personaje satírico la China Tudela, calificó a Keiko de “porcina ojo jalado” y la gran mayoría de personas que, con buenos motivos, saltaron en el caso de Butters callaron en esta ocasión. (Foto: Nancy Chappell/El Comercio)
Rafo León, a través de su personaje satírico la China Tudela, calificó a Keiko de “porcina ojo jalado” y la gran mayoría de personas que, con buenos motivos, saltaron en el caso de Butters callaron en esta ocasión. (Foto: Nancy Chappell/El Comercio)
Enrique Pasquel

El mes pasado, Phillip Butters fue suspendido –con razón– de Willax TV a raíz de las denigrantes frases que utilizó contra futbolistas ecuatorianos. “Los ecuatorianos no son negros, son cocodrilos de altura […] ustedes hacen una prueba de ADN a Felipe Caicedo y no es humano, es un mono, un gorila”, fueron algunas de las perlas de Butters. Sumaron varias las personas y organizaciones que se manifestaron en contra del conductor y, entre ellas, el , que publicó un comunicado de rechazo. El lenguaje de este último fue contundente, pues indicó que los comentarios de Butters fueron “denigrantes”, señaló que “rechaza toda manifestación racista” y recordó que “el periodismo [cumple] un rol fundamental en transmitir valores”.

La semana que pasó, por otro lado, el periodista Rafo León, a través de su personaje satírico la China Tudela, calificó a de “porcina ojo jalado” y la gran mayoría de personas que, con buenos motivos, saltaron en el caso de Butters callaron en esta ocasión. El Ministerio de Cultura, por su parte, también emitió un comunicado, pero con un tono muy distinto. Señaló que las frases “pueden ser calificadas como denigrantes y racistas” (se cuidó de decir que efectivamente lo son). Y a continuación precisó que “dichas frases son proferidas, dentro de un contexto de sátira política, por un personaje ficticio que es, a su vez, una caricatura de una frívola y discriminadora mujer de ‘clase alta’ limeña, lo que supone una crítica a este tipo de actitudes”.

Esta última justificación del ataque a la lideresa de Fuerza Popular, por cierto, es falaz. Y es que ese comentario de la China Tudela no buscaba ser una parodia crítica de cómo supuestamente piensa una mujer frívola y clasista (la cual en el imaginario popular no tiene una actitud de ese tipo frente a Keiko Fujimori). Rafo León, en buena cuenta, puso en la boca de su personaje de ficción un insulto racista y denigrante que replica el tipo de los que él realiza también en persona por las discrepancias políticas que tiene con la señora en cuestión. Como muestra, puede revisarse la publicación que hizo en su página de Facebook el 24 de diciembre del 2016, en la que trata a Keiko de “ronsoco”, mientras que en otra ocasión, a través de la misma red social, la calificó de “chancha pendeja”.

Dicho sea de paso, no es la única mujer ligada al fujimorismo a la que León se ha referido denigrantemente. Sobre Karina Calmet, el periodista dijo en su página de Facebook que en una foto “la colocaron ante un tablero de ajedrez, como para dar la idea de que es un ser pensante”, que “su inteligencia apenas supera la de un teléfono monedero” y que “sonreía como una cachalota en el día de su boda”.

Pero volviendo a nuestro tema, es claro que el Ministerio de Cultura y todas aquellas personas que se indignaron con el Caso Butters y no con el de León manejan un doble estándar. Palo para sus opositores políticos y guante de seda para quienes gozan de su simpatía. Esto deslegitima los esfuerzos por erradicar el trato denigrante y la discriminación, pues revela que para muchos no se trata de un tema de principios, sino de personas. Y, de esta forma, pierden autoridad moral en su prédica.

Quien siga esta columna sabrá que cuando lo hemos creído necesario no escatimamos en críticas al fujimorismo. No obstante, no me cabe duda de que si no podemos reconocer que también debemos tratar con el respeto que merece cualquier persona a aquellos con quienes discrepamos, es mejor que no hablemos de igualdad. Porque, claramente, no sabemos de qué estamos hablando.

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