(Ilustración: Rolando Pinillos / El Comercio)
(Ilustración: Rolando Pinillos / El Comercio)
Fernando Vivas

Mientras los peruanos los reprueban, chancan y reclaman que los investiguen; ellos renuevan su entusiasmo. Adoran la política. Cualquier mofa en portadas y redes la tienen por gaje del oficio que, tras intrincados análisis de intención de voto, juran que abona a sus candidaturas. No será al Congreso, pues reelección no hay, pero existen otros espacios para pelear.

Y así se la pasan, rompiendo bancadas (ayayay, renunciaron y ) y pactando con igual pasión. El caso más colorido no es el de Fuerza Popular (FP), que responde a un patrón que consagró el humalismo: bancada grande que se desgrana con el desgaste del gobierno, pero le queda un núcleo suficientemente sólido como para que todos negocien con él.

El de (PpK) ha sido un desgrane más complejo, pues trastornó el núcleo y perdió el borde. En un inicio, los invitados eran dos tercios de la bancada, 12 de 18. Tras el descalabro y renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en marzo del 2018, prosiguió la sangría (se habían ido Gino Costa, Vicente Zeballos y Alberto de Belaunde, tras el primer intento de vacancia en diciembre del 2017) y se fueron Pedro Olaechea y Guido Lombardi.

Por un instante hubo empate entre congresistas del partido e invitados. Eso no podía mantenerse por mucho rato, pues teníamos personalidades como Carlos Bruce, Mercedes Araoz y Ana María Choquehuanca ratificando su vocación oficialista –fueron ministros de PPK– junto a ppkausas de partido que se preguntaban si con podrían establecer las cuotas de participación en el Ejecutivo que PPK les había mezquinado (el único ministro de base y de partido fue el congresista Jorge Meléndez en el Midis.

Recién cuando la gestión de PPK agonizaba dio al partido asiento en el Gabinete. El propio Violeta iba a tomar el puesto, pero a última hora optó por dárselo a Meléndez).

Ya en el vizcarrismo, hubo una señal equívoca de armonía cuando el presidente fichó a Salvador Heresi en Justicia. Pero Heresi andaba algo distanciado del partido y no fue un factor de cohesión. Tampoco lo hubiera sido por mucho tiempo: un audio con el juez Hinostroza lo sacó de ruta.

A partir de allí, Salvador fue un factor de alta tensión entre partido y bancada (terminó renunciando a ella) y dentro del partido mismo. Peleó con Juan Sheput, quien solía ser un aliado cada que el partido reclamaba al Ejecutivo y arremetió contra Violeta cuando este dio a entender que estaba de acuerdo con que la bancada lo sancionase.

La furia de Heresi apenas fue atenuada porque sus tuits venían del extranjero. Violeta optó por un gesto histriónico: fue donde PPK y renunció a la presidencia del partido y le dijo públicamente a Heresi –lo recuerdo bien, pues hablé entonces con ambos–: “Si quieres el partido, quédate con él”.

Hay que decir que los ex ppkausas y hoy de han sido frecuentemente presas de arranques y contramarchas que han restado sustento a sus gestos. Poco después de aquella renuncia, las otras cabezas del partido cuadraron a Violeta e iniciaron una recomposición de fuerzas. De este gobierno ya no sacarán nada, así que apuestan a tener la maquinaria mínimamente afinada y con su inscripción bien lustrada para el 2021.

—Se me portan bonito—
En los últimos meses, Violeta, Jorge Villacorta (secretario de organización) y Heresi limaron asperezas entre sí pero reaccionaron, salpicando culpas, cuando se defendieron de las sospechas de aportes oscuros en la campaña del 2016. Las menciones provocadoras de Violeta respecto al papel de Vizcarra en la campaña –aunque reculó luego– pusieron al partido en la línea de fuego de Palacio.

El trío que pronto cambiaría de nombre había tenido otra idea: buscar un líder ideológico, alguien con predicamento y gusto por la esgrima congresal, Juan Sheput. Le ofrecieron dirigir la comisión política y él puso de condición tener una acción más concertada de la que venían cometiendo: retuitearse con cariño, no contradecirse, aprovechar la jocosa viralización del logo colorinche de Contigo.

Por supuesto, la coherencia es imposible de mantener si a Heresi se le ocurre decir, por ejemplo, que Vizcarra podría ser su candidato al 2021.

El presidente no los quiere. Eso se hizo evidente cuando dijo que coordinará con sus ‘9 congresistas’, ignorando a Violeta y Sheput. Más fuerte que eso es la sospecha de que las renuncias de los congresistas Meléndez, Alberto Oliva, Janet Sánchez y Clemente Flores al partido responden a un reclamo de lealtad palaciega.

Sheput y Violeta, ya fuera de la bancada oficialista, más Villacorta y otros dirigentes masculinos (urgen mujeres en Contigo) nos contarán sus cuitas a colores en las próximas temporadas.