Fernando Vivas

Tienen razón si creen que esta será una campaña insólita. No solo han pasado tres años desde el 2016, ha pasado mucho más: renunció PPK, Vizcarra cerró el Congreso que llegó a extremos de satanización, se mató Alan García, Keiko cayó presa y votamos en referéndum por una reforma política que prohibió la publicidad privada en TV.

De todas esas noticias bomba, la última es la que más incidirá sobre estas elecciones. ¿Por qué? Porque los partidos y candidatos gastarán menos y activarán más para salir del profundo pozo de desprestigio de los políticos en general. Aunque el clima todavía se percibe frío, el verano político llegará de todos modos. Aquí algunos de los dilemas y previsibles viejos nuevos trucos de cientos de candidatos.

WhatsApp doc?

Es tan parte de uno que te lo olvidas de mencionar. No es una mediación, es una proyección del cuerpo y de la mente (lean “The Game” de Alessandro Baricco que explica estas cosas magistralmente). Es una red social y es más que eso: WhatsApp es una puerta giratoria que usas todo el día entre el mundo real y el ultramundo virtual y, por lo tanto, será crucial en la campaña, pues por ahí va a llegar, como quien no quiera la cosa, en ese chat de grupo que quizá teníamos olvidado; el link, el meme, el video que podría decidirnos a votar por fulano o dejar de considerar la posibilidad de votar por mengana.

Conversé con Hernán Chaparro, psicólogo social y jefe de Estudios de Opinión del IEP y reafirma la importancia creciente del WhatsApp: Ante la desconfianza en los medios -dice Hernán- uno le cree a sus pares, que son los contactos, los grupos de chat; en la última semana, cuando estén prohibidas, por ahí van a circular encuestas verdaderas o falsas. En esos cruciales días, además, es cuando, según estadísticas de pasadas campañas, alrededor del 60% recién decide su voto.

Si sumamos todas estas razones, los estrategas se concentrarán en buscar las mensajes y las formas más eficaces para que estos se difundan por la ‘red invisible’. Traten de imaginar la importancia que cobrará WhatsApp en el último trecho de campaña y lo más probable es que se queden cortos.

Viralízate, papi

Antes que una carrera para que los elijas, esta es una carrera para que los veas. Antes que tener la oportunidad de soltar su rollo y sus propuestas; tienen que asegurarse que los percibas. Antes que hablar, tienen que brincar la primera e inconmensurable valla de la figuración. Recién tras ese brinco estarán suficientemente empinados sobre las centenas de candidatos para decir, ‘yuju, aquí estoy’. ¿Cómo se consigue eso con tanto competidor y en tan poco tiempo?

Un viral podría ser la solución mágica y gratuita, el golpe de suerte que los coloque en los ojos y la boca de todos. Pero nunca se puede saber cuándo sucederá. Sólo se sabe que hay ocasiones ante cámaras donde existen más posibilidades de decir o hacer algo que, por gracioso, dramático, bizarro o todo a la vez, merezca ser editado y difundido y quizá prenda.

También se sabe que hay más probabilidades de que el viral no nazca de lo que el candidato quiso decir y lo hizo de una forma graciosa o de impacto; sino de lo que otro diga o haga de improviso. El viral se encuentra cuando no se busca, se contagia cuando menos lo piensas. Y nada pasa sino hay agentes anónimos que son los primeros en difundir el blooper, la réplica, el gesto, la divina ocurrencia que merece colarse en tu menú accidental de lo que ves en las redes. Y si el virus cunde en ese sistema linfático, de ahí puede pasar a la sangre y llegar hasta a los noticieros.

Bueno, pues, este virus que no se planifica tiene una apreciable tasa de ocurrencia en situaciones que se suelen dar en las campañas: los debates. Chaparro recuerda que en las municipales del 2014 Enrique Cornejo subió un punto por día luego de un debate por pares donde le tocó rivalizar con el favorito Luis Castañeda, algo similar a lo que pasó a Jorge Muñoz, que estuvo particularmente eficaz en uno de los debates oficiales de las últimas municipales. Pero, ojo, en la mayoría de casos, el viral, como ya se los dije, no partió del rollo que el candidato tenía ensayado sino de su réplica a lo que no sabía que diría otro. He ahí su maldito encanto; el viral casi nunca es programático, es azaroso, es épica de troll.

No necesariamente hay que esperar a las polémicas formales, que en este caso no podrían incluir a todos sino a los cabezas de lista o a los candidatos ordenados por alguna variable (el Comercio está organizando uno). Cualquier debate cotidiano en un programa de tele o radio, entre dos o tres candidatos, podría dar lugar a un viral. En este momento hay decenas de candidatos barajando trucos para decir o hacer algo viralizable. Que lo consigan, repito, es imposible de garantizar, salvo, pues, que se les presente una ocasión dorada como a ‘Popi’ Olivera cuando le tocó rivalizar con Alan García en un debate presidencial en el 2016. Y claro, el viral de uno es el viral a expensas del otro.

Advertencia pinchaglobos: no todo viral sirve. El mero payaseo puede tener mucha recordación, hasta aplausos y venias del respetable; pero no es sinónimo de votos suficientes. Por ejemplo, el viral de Olivera versus García, no le permitió al primero saltar la valla con su lista en el 2016, aunque tuvo cierto revival entre la juventud. Los clicks no sinónimo de votos, pero ayudan.

Esperanza final para los que planchan sin que nadie los invite a debates ni entrevistas y consuelo para los que no tuvieron ni la chispa ni el aplomo para decir algo recordable cuando estuvieron en el set: un simple tuit escrito por temblorosos dedos puede dar en el clavo viralizable y ese candidato desapercibido pasar a la carta de los favoritos. Pero, como ya saben, hasta ahora los médicos no saben a ciencia cierta cómo nace y se contagia un virus.

El nicho y la fosa

En un mar de similitudes, los cientos de candidatos tienen que diferenciarse si quieren ser ponchados. Hace mucho pero mucho rato, la costumbre es buscar temas, issues o nichos de especialización en los que cargan energías para salir a matar. Algunos marketeros, para hablar de estas cosas, usan la dualidad océano rojo/océano azul siendo el rojo el de la alta competitividad en temas comunes y el azul el de la diferenciación innovativa.

Sin embargo, hasta quien navega por aguas azules con buen viento pues domina su tema y se le reconoce su autoridad; tiene que estar preparado para atender preocupaciones masivas sobre seguridad, lucha contra corrupción y reforma política congresal. Hay una ‘fosa común’ de propuestas sobre inmunidad parlamentaria o penas para los corruptos, en las que todos tienen que saber acomodarse. Ese es un notorio rasgo en esta campaña en la que el postulante tiene que decir no solo para qué postula sino en qué se diferencia de los que postularon antes. De ahí que el ‘nicharse’ puede coexistir alegre y contradictoriamente con el opuesto a continuación.

‘Todos Potus’

En alguna entrevista o tuit, o en algún momento durante una presentación, todos los candidatos son el presidente de los Estados Unidos (‘potus’ según las siglas en inglés) que hablan hasta de la paz mundial y el futuro de la economía china. Los vemos y los seguiremos viendo en las próximas semanas salir de su nicho, si lo tienen, para revolcarse en la fosa común con generalidades altisonantes sobre seguridad y anticorrupción.

Tiene sus riesgos dejar el nicho para pecar de grandilocuente; pero también tiene tremendo riesgo balbucear cuando le sacan una pregunta de la fosa común. La diferenciación es relativa pues a la hora del destaque muchos se dirigen hacia nichos saturados despreciando la posibilidad de sentar sus reales en el océano rojo, allí donde confluyen las expectativas y la inquisición ciudadana. En el nicho y en la fosa común, el candidato también se puede morir, valga la perogrullada.

Empuja al elefante

Realidad política y matemática simplísima: si la lista no salta la valla con 5% de votos válidos a nivel nacional o 7 congresistas electos; aquel que se viralizó en el WhatsApp y se consiguió el mejor nicho en el mercado, ese astuto supercandidato, ¡no la hace!. He aquí que postulantes y estrategas enfrentan ya y enfrentarán con más dramatismo en las próximas semanas, el dilema de qué tanto conviene concentrarse 100% en su propia campaña y qué tanto conviene que se distraigan de lo suyo para empujar la lista con la que saltarán la valla.

El dilema es menor en las listas favoritas para saltar la valla. En esos predios hasta podría haber cierto canibalismo de voto preferencial. Pero en las listas con pronóstico reservado, los candidatos con mayor intención de voto, saben que el elefante necesita empuje. El candidato podría convertirse en la locomotora de esa lista, en el emblema que la hará saltar, pero eso también tiene sus bemoles, quizá más obstáculos que oportunidades. Algo seguro y sencillo: los que se pasean por la TV con un minúsculo pin con el logo de su lista no están entendiendo de qué va la cosa. El elefante tiene que estar anunciado enorme y claro.

Se suben al trineo

Cuando el 26 de enero se aproxime, la angurria crecerá. El candidato buscará, con distintos grados de creatividad, asertividad, desesperación y suerte, figurar para ganar. Si no lo invitan a sets y cabinas, se hará invitar; sino logra hacerse invitar, producirá sus propios mensajes con la esperanza de que los marketeros conocidos y los que debutarán en esta campaña, logren que se difundan en las redes.

Una tentación es colarse en el rito colectivo y en la fiesta ajena. La navidad ofrece regalonas oportunidades, pero todos ya saben que las dádivas pueden castigarse con la exclusión. Están advertidos y estudiando otras formas de subirse al trineo de Papa Noel. O zamparse en la marcha de colectivos independientes, presentar una proclama, ser el primero que presente una denuncia contra el mal de turno, gritarle zambacanuta al presidente; cualquier ocasión que le permita figurar encarnando un ansia que pueda ser la suya o la mía, podría perder a esta buena mujer o buen hombre. Tranquilos, con serenidad se llega más lejos.