Fernando Vivas

El de es el notorio caso de un candidato que saca tantos votos –la friolera de 484,000- que logra que jinete y elefante brinquen la valla. Sin él, no podía. Si en la campaña varios le plantearon la pregunta moral, ¿usted que fustiga a todos sus rivales implicados en el Lava Jato, por qué postula en el partido de , imputado por lo mismo y por los Cuellos Blancos?, ahora se abre una interrogante práctica que se responderá en los próximos meses: ¿atrasará a Luna y se apropiará completamente de Podemos para que sea su óptima plataforma presidencial al 2021?

Mientras ‘Pepe’ Luna afronta el pedido de prisión preventiva por las presuntas trapacerías cometidas a partir de su universidad Telesup; Daniel Urresti recibirá en olor de multitud e inmunidad la apertura del nuevo juicio sobre el Caso Bustíos, en abril, porque así lo ha ordenado la Corte Suprema.

Urresti también encarna, como sus bestias negras Keiko y Alan García, como Pepe Luna y tantos otros, la extrema judicialización de la política. Dos días antes de las elecciones municipales del 7 de octubre del 2018,una sala penal de la Corte Superior de Lima lo absolvió de la acusación de autor mediato del asesinato de Hugo Bustíos perpetrado en Huanta en 1988 por una patrulla del Ejército de la que él era S2 (agente de inteligencia). A pesar de la oportuna sentencia, ganó Jorge Muñoz y no él, que había sido el favorito por unos días.

El general en retiro igual siguió sembrando intención de voto, fichado como gerente de seguridad ciudadana en la municipalidad de Los Olivos, izando dramáticamente –viralizó un video suyo caminando con el rostro ensangrentado de justiciero por encima de la ley- las banderas del combate a la seguridad y a la migración venezolana.

Quedó establecido, para bien y para mal, que su problema con la justicia, no era de corrupción, en nombre de cuya lucha suele hincar con saña a fujimoristas y apristas; sino la presunta incursión en un extremo del odio humano, el asesinato.

Cuando era candidato del humalismo, escribí un perfil sobre él y tuvimos una intensa conversación sobre su vida. Rechazó cualquier grado de responsabilidad sobre el crimen de Bustíos y cuando le pregunté si al menos admitía que vivió una época donde todos cometieron excesos, me dijo: “Lo que hizo el terrorismo fue más que excesos. Las cosas malas que hicieron las Fuerzas Armadas fueron excesos. El gobierno de García y el de Belaunde, simplemente nos envió, ‘vayan, carajo, y acaben con eso’, sin tener en cuenta la parte política, social y económica”.

Urresti también encarna, pues, un capítulo del gran drama nacional de los últimos 50 años; una promesa imposible de verdad y reconciliación. Y ya tiene partido, bancada y pueblo elector –hasta ahora solo Lima, falta reevaluar su arrastre nacional- para perseguir su sueño presidencia mientras los fantasmas de Bustíos y del pasado lo persiguen.

-Gestión de desastres-

El general se expresa en clave alta. Y, a pesar de ella, en las mesetas entre sus picos dramáticos, tiene humor que modula su intensidad. Puede provocar una tensión insoportable, pero no pierde la coherencia, no se desarticula. Cuando descubrió el Twitter, siendo ministro del Interior en el 2014, lo usó como el arma más letal y política de su cartera. Me contó cómo fue la revelación: “Estaba aprendiendo a manejar esa vaina, todos decían que debía tener Twitter. Entonces leo un tuit donde Keiko Fujimori decía, ‘no tire la toalla señor presidente [Humala], le quedan 2 años’. Dije, Dios mío, esto es una burla. Entonces puse un tuit, ‘que yo sepa, el único presidente que tiró la toalla, renunció por fax’”.

Desde entonces, la guerra continúa y lo ha llevado al Congreso. A un político enemigo del fujimorismo le oí decir, riendo, que se estaba preparando para los próximos rounds entre Urresti y Martha Chávez. Pero, ¿cómo se puso en la posición desde donde podía disparar, cómo fue fichado por el gobierno de Humala?. Urresti no es de la promoción de Ollanta en el ejército (le lleva 6 años), ni lo conocía. Había estado trabajando con cierto éxito en Arequipa, en una brigada de comunicaciones, cuando le tocó el retiro. “Me liquidan cuando me fui de baja y le había prometido a mi esposa irme a EE.UU. por un mes. Ya tenía los pasajes comprados. Me llama el primer ministro Óscar Valdez y me invita a encargarme del sistema de riesgo de desastre”.

A este par de militares retirados sin llegar a generales, Humala y Valdez, le debemos el lanzamiento de otro de mayor calibre que ellos. Por eso, unas temporadas más tarde, tras verlo convertido en su ministro más intenso y popular, Ollanta lo quiso de sucesor y lo lanzó como precandidato a la presidencia. Pero el nacionalismo se desencantó rápidamente de él y de sus declaraciones, y lo reemplazaron por el ex ministro de Vivienda, Milton Von Hesse. Una importante figura del humalismo me dijo, en aquel entonces, que Urresti tenía un juego y un equipo ajenos al partido y era de temer que lo enajenase. Sucedió otra cosa: ante la deserción de un aterrado Von Hesse , Daniel Urresti fue reenganchado pero no pudo remontar el desgaste del gobierno. En el tramo final de la primera vuelta, los humalistas retiraron su candidatura para no perder la inscripción. Se quedó con varios tuits en las puntas de los dedos.

Urresti no siempre quiso ser militar. Me resumió así su vida cuando conversamos para su perfil: “Yo soy de una zona rural, de la sierra de Huancabamba, en Piura. Yo he pasado mi infancia ahí, mi padre quedó parapléjico y eso cambió mi vida”. Lo interrumpí para preguntarle si de chico era hiperkinético, como ahora. “No me hacían bullying, si a eso te refieres. Siempre he sido así [chasquea los dedos]”. No me refería a eso, pero valga la onomatopeya con la que él mismo se resume.

Sigamos con Urresti por Urresti: “Quería estudiar ingeniería electrónica. Era mi sueño. Vivía en San Martín de Porras, fui primer puesto en todo el colegio. No tenía la posibilidad de ir a la universidad, mi padre enfermo, mi madre no tenía recursos, era el hermano mayor de 5. Trabajé como obrero en una fábrica de cueros. Me pasé a construcción; empecé como peón a los 17 años. Me marcó ver a dos mayores llorando porque los despidieron. Un vecino me animó a meterme al ejército, a la escuela de trasmisiones, ahí iba a estudiar electrónica. Me enamoré del ejército”.

¿De no haber sido por el ejército, por Valdez, por Humala, por el Twitter, por el fujiaprismo respondón, por Pepe Luna que le dio la plataforma que no podía usar para sí mismo; Daniel Urresti nos habría estallado en la cara de todos modos? Es tan intenso, que cuesta pensar que no se hubiera dejado oír si tomaba otra ruta hacia el poder. Pero, por otro lado, esperó bastante, hasta ser general en retiro, para llamar la atención. Suele pasar con los militares que deben esperar al retiro para saltar a la política; suele suceder cuando el pasado te persigue y corres hacia el futuro.