Una nueva alianza izquierdista volvió a funcionar en el 2016 con el Frente Amplio, pero su candidata presidencial, Verónika Mendoza, decidió separarse un año después y crear Nuevo Perú. (Foto: GEC)
Una nueva alianza izquierdista volvió a funcionar en el 2016 con el Frente Amplio, pero su candidata presidencial, Verónika Mendoza, decidió separarse un año después y crear Nuevo Perú. (Foto: GEC)

El movimiento , al no lograr su inscripción legal como partido luego de que este grupo liderado por se separara del en el 2017, decidió sumarse a los vehículos electorales de Juntos por el Perú (de Yehude Simon) y Perú Libre (de Vladimir Cerrón) para participar en las elecciones parlamentarias del 2020. La alianza ha generado una polémica respecto a la oferta electoral de la y su posibilidad de repetir lo logrado en el 2016, su mejor resultado en más de 25 años.

—Frentes electorales—

Hace tres décadas, en 1989, se rompió Izquierda Unida (IU). Según el historiador Antonio Zapata, fue en ese mismo momento cuando comenzaron los “desastres electorales” para este espectro de la política.

Para entender los resultados, en el libro “Apogeo y crisis de la izquierda peruana” (2011), el sociólogo Osmar Gonzales describe a la izquierda peruana como “un gran mosaico”. “Sus polémicas fraternas eran sumamente fratricidas, además de incomprensibles para los no iniciados; la proliferación de sus caudillos (cada líder con su partido) hacía recordar cierto estilo de hacer política oligárquico (cada partido duraba lo que duraba su caudillo); además de tener en cuenta la multiplicidad de sus adscripciones”, afirmaba en la obra. La descripción parece ajustarse a lo que sucede con la izquierda con miras al 2020.

Izquierda Unida, como alianza electoral, logró su mejor resultado en sus primeros cinco años de formada. En 1983, ganó la Alcaldía de Lima con Alfonso Barrantes y, en 1985, el mismo Barrantes no llegó a la presidencia de la República, pero por IU fueron elegidos 48 diputados y 15 senadores. En adelante, todos los intentos de la izquierda fallaron y las veces que se habló de un “éxito electoral” fue cuando se sumaron a otros vehículos personalistas como el de Ollanta Humala (2011).

Una nueva alianza izquierdista volvió a funcionar en el 2016 con el Frente Amplio, pero su candidata presidencial, Verónika Mendoza, decidió separarse un año después y crear Nuevo Perú, aunque no logró la inscripción legal.

—Ilusión y motivos—

El politólogo José Luis Incio señala que la problemática surgida a raíz de la alianza entre Nuevo Perú, Perú Libre y JPP parte de esa ilusión de volver a tener una izquierda unida como la única forma de llegar al poder. “Después del 2000, dos grupos se vuelven irreconciliables. Primero, están los que tienen una idea más ortodoxa, de doctrinas más setenteras y que tienen la idea de la izquierda unida; y un segundo grupo que comparte ciertos puntos, pero comienza a considerar otras plataformas de lucha más recientes, como la defensa LGTBQ. El primero lo empieza a tildar de más urbano”, explica.

En una reciente columna, el politólogo Eduardo Dargent analiza los argumentos a favor de la alianza. Indica que la “apuesta por esta izquierda busca a ese votante del 2006, 2011 y 2016 que sigue esas banderas más duras, especialmente en el sur”. “Desde esa evaluación, el costo de ponerse muy ‘progre’ en ciertos temas pone en riesgo ese bolsón electoral. Ya en el 2016 [Gregorio] Santos robó los votos que hubiesen llevado a la segunda vuelta a Mendoza”, agrega Dargent.

Para Incio, no se puede decir que al votante de provincias no le importan ciertos temas como el de los derechos sexuales. En su opinión, existen sectores urbanos con interés en este tipo de demandas y son de mayor densidad electoral, con lo que Nuevo Perú estaría perdiendo un bolsón electoral importante.

Carlos Alberto Adrianzén, autor de la tesis “Izquierda y postpolítica en el Perú”, sostiene que también existen razones prácticas para validar la alianza. “Entiendo que la alianza con Cerrón y Simon sea cuestionable, pero no sé si es del todo negativa. No solo tiene que ver con bajar los costos políticos y económicos a una campaña, sino con compartir redes de militantes. Sospecho que ahora buscarán a Walter Aduviri y otros líderes regionales”, indica.

Para Adrianzén, la disputa en Nuevo Perú es una tensión natural que existe en los partidos, dentro y fuera del Congreso. “En términos sociológicos, hay un intento de Nuevo Perú, de la parte que ha ganado, de correrse hacia abajo del electorado”, dice.

La separación que realiza Adrianzén se sostiene en las renuncias de Marisa Glave, Indira Huilca, Richard Arce y Horacio Zeballos (a la que se suma la de Tania Pariona, anunciada ayer), la mitad de la bancada de NP en el Congreso disuelto.

Una visión distinta tiene Incio, pues asegura que desde la estrategia electoral, Cerrón y Simon no manejan un gran caudal de votos. Tanto Perú Libre como JPP se retiraron de la campaña del 2016, y en las elecciones subnacionales del 2018 sus resultados fueron inferiores a los del Frente Amplio. “Junín representa el 4% o 5% de votos. Verónika, en Junín, sacó 18%, más que su media nacional. Electoralmente, no necesita a Cerrón. La alianza responde a una coincidencia ideológica de cierta facción de Nuevo Perú, pero será una maleta complicada de llevar. Si Verónika hacía malabares con el tema de Hugo Chávez, le va a resultar complicado desmarcarse de esto”, afirma Incio.

La otra oferta

En lo que coinciden Incio y Adrianzén es en que el Frente Amplio llega en mejores condiciones a las elecciones del 2020. “La marca partidaria la tiene el Frente Amplio. La gente asocia a Verónika Mendoza con la florcita. Nuevo Perú no va a tener recursos para asociar su nuevo símbolo a Verónika. Si ella no postula en la lista, les va a ir mal. El posicionamiento del símbolo es la mitad de la tarea”, advierte Adrianzén.

Para Incio, la postura de Marco Arana resulta interesante, pues no necesariamente concibe una idea cerrada sobre lo que representa una plataforma política. “Son más pragmáticos y ahora ven desde la tribuna a esas facciones de la izquierda que quisieron forzar la idea de la izquierda unida, lo cual los terminó alejando”, dice.

El éxito que tengan en las elecciones parlamentarias dependerá, según Incio, de si logran alinear su oferta de candidatos con la demanda de figuras políticas nuevas. Aunque uno de los escenarios es que las dos ofertas del menú de la izquierda terminen dispersando el voto de tal manera que ninguno logre pasar la valla electoral.

Fraccionamiento histórico

En el libro “Apogeo y crisis de la izquierda peruana”, Francisco Guerra García recuerda que, entre la experiencia guerrillera (1965) y la fundación de Izquierda Unida (1980), comenzó el proceso de fraccionamiento de las organizaciones de izquierda.

En este período, se constituyeron dos nuevas organizaciones: Vanguardia Revolucionaria (1965) y el Partido Socialista Revolucionario (1976). Luego, con las elecciones de la Asamblea Constituyente de 1978 y las de 1980 surgieron tres frentes que agruparon a 15 micropartidos.