"Servir al país no es un acto bonito, es una obligación"
"Servir al país no es un acto bonito, es una obligación"
Alejandro Cavero Alva

Nos recibe en su casa en Pueblo Libre, una hacienda que data de la época de la Colonia. Y aunque el destacado historiador vive en un edificio de otro tiempo, su mirada permanente en el presente es notoria. Se preocupa en poner los procesos históricos, y electorales, en perspectiva. “Creo que es un momento muy interesante para pensar en el Perú, no quedarnos en la lucha entre uno y otro o las anécdotas. Hay que pensar cómo llega el Perú al día de hoy a través de muchas elecciones con distinto estilo, personas y carácter. Han sido procesos que han moldeado nuestro país”.

— ¿Cómo cree que ha cambiado la política en estas últimas décadas?
Creo que se ha ganado en la parte procesal y en el respeto a la norma, por eso causa cada vez más asombro todo lo que significa violar las reglas existentes. Hoy además existe más sentido de responsabilidad ciudadana, me da la impresión.

— Vamos a tener al cuarto presidente consecutivo democráticamente electo.
Es una muestra de estabilidad. En el siglo XX no hemos tenido cuatro gobiernos democráticos continuos, en el XIX tampoco. Es un avance importantísimo. No apreciamos lo que significa la estabilidad. Incluso con los defectos que pueda tener.

— ¿Por qué recién ahora tenemos esta estabilidad?
Igual que en la persona humana, en un pueblo, en un país, hay procesos de madurez. El país gana experiencia. Gana una actitud prudente.

— ¿Cómo recuerda usted las campañas políticas de antaño?
El personaje central, que era el mitin en la plaza, ya no existe. Se podría hacer una historia simpática de la plaza San Martín como corazón político del Perú. Tengo recuerdos de manifestaciones inmensas cuando yo era muchacho, una de Haya de la Torre, otra de Belaunde. El mitin ya ha muerto, no literalmente, pero es muy anecdótico y pequeñito. No sé si fue Belaunde, pero hubo algunos políticos que no querían hablar en televisión porque no podían hablar frente a una máquina, el público en vivo era un personaje central del acto. Hay una época famosa de los discursos en la calle. Hoy uno llega a la televisión con sus papeles y empieza a leer. Eso antes era impensable.

— ¿Cómo ve la política hoy?
Algo muy triste en el Perú es el desprestigio de la tarea política. Si una señora habla con su hijo y este le dice “voy a dedicarme a la política”, la señora se vuelve loca. Le dice: “Tú eres un hombre limpio, no puedes entrar en la sociedad de la política”. Eso es fatal.

— ¿Eso es culpa de los políticos?
Es culpa del ambiente. Víctor Andrés Belaunde tenía una lista pintoresca de quiénes han debido ser presidentes del Perú y no han llegado a serlo. Hombres como Manuel Vicente Villarán, una persona superior en múltiples temas. El interés por la vida del Estado está en crisis. El origen está en quienes crearon el falso dilema de tener que escoger entre el interés profesional o el servicio. Ambos pueden ser compatibles. Por otro lado, nadie quiere ser funcionario. Nos falta la escuela de formación de profesionales del Estado como hay en Europa, para que se pueda hacer carrera y que sea bien visto. Hoy día el director de un ministerio es un señor que es amigo de un ministro y puede que no haya visto un expediente en su vida. En Francia, la carrera profesional en el campo del Estado es muy importante.

— Se asocia el concepto de mano dura al fujimorismo, ¿este está arraigado en la cultura del país?
Hay la necesidad de que la autoridad funcione como autoridad. Que no sea solo un nombre, sino una real eficacia. En el fujimorismo hay mucho de eso, y con Sendero, en las provincias que sufrieron del terrorismo, se ha experimentado una simpatía hacia él que tiene explicación. Significa que el Estado esté presente no solo el día de la cobranza. 

— ¿Qué piensa de la gente que define la política entre izquierda y derecha?
Creo que eso está superándose. Hoy lo que está en debate en el mundo es qué sociedades pueden convivir con el que piensa distinto versus las sociedades dogmáticas que no aceptan sino lo suyo. Ese es el gran problema actual. El decir yo tengo la verdad y no hay discusión. Eso en política es terrible. Aprender a convivir con el que piensa distinto, eso vale tanto en la vida.

— El próximo presidente será el del bicentenario, ¿cuál cree que será su responsabilidad?
La responsabilidad es para perderse. Lo fundamental es luchar contra la corrupción y contra todo lo que sea frivolidad o superficialidad. Si usted me pregunta cuál es el reto más importante rumbo al bicentenario, yo diría sin duda educar. En educación, el drama es total. La ley más severa no frena al funcionario corrupto, porque buscará la forma de evadirla, no hay otro tema que formar a la persona.

— ¿Cómo formar a la persona?
Atender a sus distintas dimensiones. Volver a la enseñanza de la historia del Perú. El amor al Perú se apoya en el conocimiento del país, no se puede apoyar solo en el afecto. El servicio al país no es un capricho, es un deber. Yo sirvo al Perú como sirvo a mi familia. Y hay algo más profundo: servir sin cargo, sin nombramiento, sin tarea concreta, en el cumplimiento de los propios deberes personales. El país no se hace de grandes discursos, sino de la labor cotidiana de la gente.

— ¿Cómo ve que el Perú va llegando a su bicentenario?
Yo diría que hemos aprendido mucho en estos 200 años. Lo central ha sido el empuje de los propios peruanos a lo largo de nuestro desarrollo. Por ejemplo, luego de la Guerra con Chile, cuando el país estaba devastado, el señor que todas las mañanas iba a trabajar porque era peruano y quería que el Perú siguiera en la lucha y saliera adelante. Asimismo, el desarrollo de las comunicaciones y el dominio del territorio. Hoy llegamos al Cusco en 55 minutos, antes eran varios días. Cuánto se ha ganado en salud, en vivienda. En esto último, los grandes programas de vivienda no los han hecho ni el Estado ni una compañía, los ha hecho la gente. Eso lo estudió José Matos Mar. Es el poder del país para levantarse él mismo. Esa es nuestra historia.

— ¿Es usted optimista?
Yo diría que sí. Un amigo siempre habla del fracaso de la República. Yo le digo que eso no se puede decir, que el avance de la República ha sido insuficiente, sí, pero no un fracaso.

— ¿Qué opina de los que hoy pregonan un discurso divisionista que busca separar al país en clases?
Es absurdo y antihistórico. Y no es verdad. Frente al discurso divisionista, el país ha mostrado siempre que hemos jugado a la integración. No obstante la geografía adversa, hemos sido siempre unitarios. El Perú pudo desmembrarse en muchos momentos y nunca lo hizo.

— ¿Cómo fortalecer hoy a los partidos?
Fomentar en todos nosotros la obligación de servicio al país. Servir al país no es un acto bonito, es una obligación.

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