¿Qué pasó el miércoles 13 en Palacio de Gobierno? ¿Por qué Francisco Sagasti jugó con nuestras ansias? ¿Por qué detuvo al país para que lo oyéramos poner una insoportable explicación por delante de la primicia? Es difícil responderlo, porque los comunicadores palaciegos no gustan hablar de sí mismos con los periodistas, pero he podido reconstruir lo que pasó hablando con fuentes que estuvieron cerca de los protagonistas.
Un preámbulo de comunicación y real politik: por lo general, los políticos aprenden a comunicar en el camino. Primero, se concentran en granjearse aliados, en cubiletear y en elegir sus caballitos de batalla. Cuando tienen todo eso, recién se preocupan en encarar al público con sus argumentos y sus decisiones.
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Los que hacen campaña para ser elegidos, si tienen recursos y perspectiva, se entrenan para comunicar. Los que llegan al poder por la vía de la designación, como los ministros y otra suerte de tecnócratas, tienen gente que se preocupa por entrenarlos.
Acerquémonos al caso Sagasti. Es improbable que un presidente llegue al poder sin haber discurseado ante masas expectantes, sin haber estado en campaña y en la cancha con otros de su peso. Bueno, nos ha pasado dos veces en los últimos 20 años.
Valentín Paniagua, el primer caso, era un líder de perfil bajo para las masas, pero conocido y hablantín dentro de su partido Acción Popular (AP). Había sido ministro en los dos gobiernos de Belaúnde, congresista y secretario general de AP antes de ser presidente del país por arte de birlibirloque cuando vacaron a Fujimori.
Sagasti no ha sido ministro ni ha ocupado un cargo importante en la administración pública. Su experiencia política, partidaria y congresal es reciente. Es presidente porque el Congreso vacó a Vizcarra y entre sus escasas reservas de legitimidad, destacaba él.
Pero si yo sé
La experiencia del presidente en la comunicación está asociada a la docencia y a décadas de trabajar en consultorías, proyectos y organismos multilaterales. Alguien me contó que, en estas últimas semanas, lo oyó evocar con entusiasmo un taller de comunicación que siguió alguna vez en el extranjero, donde aprendió trucos de narrativa y expresión corporal.
Es decir, la experiencia del presidente Sagasti a sus 76 años es la del experto que diserta, a veces con apoyo gráfico, ante pequeños y selectos auditorios; y la del tecnócrata de mundo que incorpora algunas técnicas audaces, histriónicas, muy personales, en su comunicación; que la aprendió o se las reafirmó un ‘crash course’ en la materia.
Mira: El presidente recitó un poema de César Vallejo en su primer mensaje a la nación.
Recuerden el poema de Vallejo, “Considerando en frío, imparcialmente”, recitado con vena actoral, con el que cerró su primer discurso a la nación. Recuérdenlo en la entrevista que dio a cuatro conductoras de programas dominicales, cuando dijo con modulado histrionismo: “No me tiembla la mano ni cuando escribo, ni cuando acaricio, ni cuando golpeo”. Pónchenlo en la conferencia del miércoles pasado, cuando él mismo dio paso a las preguntas y reclamó a un periodista que se ciñera a las reglas. Entenderán lo que quiero decir, en base a estas observaciones y a mis fuentes: El problema no es que el presidente sepa poco o mucho de comunicación política; sino que cree que sabe lo suficiente como para decidir él mismo detalles cruciales de sus presentaciones, prescindiendo del consejo de sus comunicadores que, para remate, no son los suficientes.
Un forado en Palacio
Martín Vizcarra aprendió en el camino y ya había sido gobernador, jefe de campaña y ministro cuando cayó a Palacio. Y llegó a tener un equipo completo para comunicar, que lo sostuvo en la fase más dura de la pandemia: un estratega político y comunicador, Maximiliano Aguiar, que proveía las ideas; una directora de comunicación, Mónica Moreno, que organizaba los eventos y conferencias; además de eficaces operadores entre los que estaba Óscar Vásquez.
Ese equipo ya se fue; y no ha sido reemplazado del todo. Sara Alcántara, que estuvo en la PCM con Fernando Zavala y luego con Pedro Cateriano, se ha hecho cargo de la Secretaría de Comunicación Estratégica y Prensa de la presidencia, y le falta completar su staff.
La PCM, de la que depende la Secretaría de Comunicación que diseña las grandes campañas de comunicación del gobierno, está coja. La primera ministra, Violeta Bermúdez, le ha dado el encargo provisional de dirigirla a su jefa de prensa e imagen, Silvana Bolaños; pero me han contado que está buscando un cuadro que se dedique a ese puesto clave. Apenas llegó al gobierno, Bermúdez había enrolado a Liliana Carrasco, periodista y productora de noticieros de amplia experiencia; pero no compatibilizaron caracteres, y Liliana partió.
Estos forados comunicativos en PCM y presidencia ayudan a explicar lo que pasó en la conferencia de prensa del miércoles pasado, la segunda que da Sagasti desde que asumió el 16 de noviembre. La primera fue el 16 de diciembre, a modo de evaluación de su primer mes de gobierno. Para el resto de anuncios, el gobierno prefirió que lo hicieran la premier Bermúdez y los ministros de cada rubro involucrado, o se optó por el infalible, corto y contundente mensaje a la nación, como aquel del 6 de enero cuando anunció la compra de la vacuna de Sinopharm.
Exactamente, ¿qué pasó?
Sagasti había tomado la decisión de sustentar las medidas contra la pandemia con un sistema de indicadores epidemiológicos y económicos, que de acuerdo a lo que sumen, determinan la situación de una región o sector económico. Un semáforo de blanco, naranja y rojo define el nivel de alertas y medidas por tomar.
Todo esto nos lo explicó rápida y claramente el presidente en la entrevista que le hicimos en El Comercio, el sábado 9. También nos dijo que había pedido a un grupo de ministros que preparara el plan de medidas urgentes en base a ese sistema. En efecto, mis fuentes me cuentan que un grupo de trabajo que lidera la premier Bermúdez y que incluye a Pilar Mazzetti del Minsa, Waldo Mendoza del MEF, Ricardo Cuenca del Minedu, José Luis Chicoma de Produce y Silvana Vargas del Midis; se abocaron a ello. El grupo eligió a Cuenca como coordinador y vocero.
Al empezar la semana pasada, había tal ansiedad en la población con las noticias de la nueva y más contagiosa cepa, que urgía salir a comunicar tranquilidad y medidas proactivas. La PCM sugirió explicarlas en un comunicado, pero ello era poca cosa. Era indispensable que el presidente y el Gabinete dieran la cara al país, sin limitarse a frías notas ni a subterfugios como dar declaraciones en la puerta lateral de Palacio, cosa que hicieron el 30 de diciembre Bermúdez y algunos ministros. Ello no solo provocó críticas, sino autocríticas por haber fomentado una apretadera de periodistas y equipos, rompiendo las reglas sanitarias.
¿Qué decir, entonces? Anunciar las medidas y pasar a las preguntas de la prensa era la natural apuesta de los comunicadores. Pero Sagasti y los ministros habían pasado intensas horas debatiendo la dureza y precisión de cada medida; y querían dar muestra de su esfuerzo y racionalidad técnica. Muchos de ellos -recuerden- son docentes como Sagasti.
El Gabinete no tenía una posición uniforme, pero los ministros conciliaron en dar a conocer las medidas que pudimos desentrañar tras confusiones y relecturas. No había, pues, serenidad, cuando Sagasti y la mayoría del grupo –hubo una minoría que pensaba como los comunicadores- decidieron lanzar la ‘pepa’ pero también el ‘rollo’. Los comunicadores y una minoría del grupo sugirieron empezar con las medidas; pero la mayoría y Sagasti quisieron empezar con el preámbulo a cargo del presidente e ilustrarlo con unas láminas, antes de la intervención corta de la premier y de la lectura de las medidas concretas a cargo de Cuenca.
Empezó la conferencia, Sagasti tomó las riendas de la ceremonia y no reparó en que el país con ansia y fatiga pandémica quería oír decisiones -¿iba a haber cuarentenas, inmovilizaciones dominicales, severas restricciones, cierres, sanciones?- antes que explicaciones. Cuando acabó de argumentar lo que quería, el mismo presidente, en gesto inusual, pues ello se suele dejar a los comunicadores, dio pase a las preguntas.
¡Se había olvidado de Cuenca y las medidas, la razón de ser de la conferencia! Los ojos del ministro, pues la mascarilla le tapaba medio rostro, se dilataban con señales de angustia. Luego de la primera pregunta de la prensa y de la intervención de los ministros aludidos, se tuvo que dar el pase a Cuenca para que por fin leyera las restricciones por región y por color. Las redes explotaban con memes, interpretaciones desopilantes y chats de gente que trataba de entender qué diablos se nos venía encima.
Todo esto no hubiera mutado de anécdota en problema sino fuera porque las críticas arreciaron al punto de cuestionar no solo el bache de comunicación, sino el liderazgo de Sagasti y sus ministros. Solo el angustiante fondo, nada menos que la pandemia rebrotada, cambió el foco de atención desde las veleidades discursivas del presidente, hacia el dilema entre la salud y la economía, la bolsa o la vida. Mis fuentes concluyen que, si el mensaje del gobierno no fue claro, la lección que se llevaron sí lo fue. La próxima se reivindicarán.
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