BRUNO RIVAS F.

El ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti (1985-90 y 1995-2000) considera que el presidente venezolano Hugo Chávez implantó un modelo populista que ha congelado a Venezuela. Sanguinetti visitó nuestro país para participar en el seminario América Latina: Oportunidades y Desafíos, organizado por la Fundación Internacional para la Libertad, y El Comercio aprovechó para conversar con él sobre la situación de la región.

— Su conferencia se titula “Latinoamérica de cara al futuro”. ¿Qué futuro le augura a la región tras la muerte de Hugo Chávez? No creo que sea un elemento crucial para nuestra historia. Sin duda Chávez fue un protagonista de su tiempo, porque ejercía cierta influencia en muchos países sobre la base de su retórica y dinero. Sin embargo, a mi juicio, es un fenómeno muy particular. El socialismo del siglo XXI es solo un rótulo y por eso su desaparición no causará grandes cambios en la región. Lo que sí hay que observar es cómo transcurre la vida en Venezuela porque el país ha quedado desquiciado. Su gobierno ha desaprovechado la bonanza económica de estos años. Desgraciadamente hay más pobreza, faltan abastecimientos básicos y la moneda está envilecida.

— No habrá cambios entonces pese a que Caracas le brinda ayuda económica a otros gobiernos latinoamericanos, como el de La Habana, Managua e incluso Montevideo… El caso de La Habana es particular, porque allí el dinero de Chávez sí era decisivo. Cuba sin él no tiene viabilidad. El petróleo venezolano sustituyó los subsidios rusos. En el resto no tenía esa influencia. Son situaciones puntuales que no cambian la naturaleza de las cosas.

— Para muchos el socialismo del siglo XXI no es ni nuevo ni socialismo, sino el populismo que ya conocemos… El socialismo del siglo XXI es solo el rótulo de una expresión populista que tiene todas las características históricas de esta vertiente. Es decir, una fachada democrática dentro de la cual se maneja un sistema autoritario. Se instala un líder mesiánico que está por encima de las instituciones y la asamblea pública organizada sustituye los mecanismos de representación institucional. Esta concentración de poderes limita a los medios de comunicación y la independencia de la justicia. Este sistema tiene una larga tradición en Latinoamérica.

— ¿Y por qué se dio? Eso es importante decirlo. Porque los partidos políticos de Venezuela, Acción Democrática y Democracia Cristiana, declinaron por divisiones internas, corrupción y otros problemas. No es Chávez el que destruyó los partidos: el debilitamiento de los partidos creó un ambiente proclive a que Chávez pudiera instaurar un sistema autoritario.

— Chávez también marcó una tendencia. Antes de él, en la década de los noventa, la mayoría de gobiernos fueron neoliberales y luego con él aparecieron muchos gobiernos populistas… No creo que sea tan claro. No ubico como neoliberal al gobierno de Fernando Henrique [Cardoso] en Brasil o al nuestro. Lo que sí veo es que en la década de los 80 hubo una gran ola de restauración democrática en la región y que, cuando parecía que habíamos llegado a la edad de la razón con democracia política y economías racionales, de pronto aparecieron estos atajos que prometen el cielo en la tierra. Estos regímenes populistas convocan a la pobreza pero la congelan. En Venezuela se ha establecido un sistema clientelista inmenso sostenido y subordinado al Estado. Es una explotación espuria de la pobreza.

“MUJICA HABLA MUCHO Y EJECUTA MUY POCO” — Usted ha señalado que el presidente de Uruguay, José Mujica, es una buena persona pero que no ha logrado avances en su país. Es un hombre con poca vocación ejecutiva. Es casi un comentarista de la realidad que habla casi todos los días y luego ejecuta poco. Por ejemplo, en materia de educación él ha estado de acuerdo con los planteamientos de la oposición, que proponen hacer cambios sustanciales en medidas del gobierno anterior, pero luego no ha podido ejecutarlas. La consecuencia es que no se ha aprovechado suficientemente una bonanza económica que nos vino de afuera. Las materias primas no se han aprovechado para lograr innovación tecnológica y mejorar la educación.

— Hay dos grandes polémicas en su país: la despenalización del aborto y la legalización de la marihuana. La despenalización del aborto fue tratada en el período pasado de gobierno y fue aprobada por el Parlamento. Esa ley fue vetada por el presidente socialista [Tabaré] Vázquez, pero volvió a ser votada en este gobierno. Actualmente, hay algunos movimientos en contra pero no creo que vayan a prosperar. Ese debate se plantea mal cuando se busca mostrar a partidarios y enemigos del aborto. Del aborto no hay nadie aficionado ni entusiasta. De lo que se habla es que dado el hecho social del aborto, agregarle a la mujer la carga de una responsabilidad penal no es algo justo.

— En el caso de la marihuana. Ese fue un planteo sin ningún tipo de estudio ni fundamento realizado por nuestro presidente en una de las tantas charlas que da. Dijo que sería bueno legalizar la marihuana pero no ha terminado de cuajar un planteo real. Ha sido muy poco responsable y está dejando en el país una atmósfera de banalización del tema de la marihuana, pese a que se ha demostrado que es una droga que produce graves daños.

— ¿Cómo ve usted al Perú? Se le ve muy bien desde el exterior. Es un país que ha crecido y ha logrado evolucionar mucho en los últimos años, que tiene una economía estable y una clase media en constante crecimiento.