Pedro Cateriano: historia de un político
Pedro Cateriano: historia de un político
Daniela Meneses

En 1991, un joven diputado se quejaba por la más reciente recomposición del Gabinete de Alberto Fujimori, quien había sorprendido a propios y extraños con su victoria en las elecciones presidenciales de 1990. Los frecuentes cambios de ministros, decía, quitaban continuidad al programa de gobierno, afectando su credibilidad y confianza. Menos de 25 años después, el destino lo convertiría en testigo de primera fila de numerosos cambios en el Gabinete, el último de los cuales acabaría con su designación como primer ministro. Nos referimos a Pedro Cateriano, abogado de profesión, 56 años, político de carrera y flamante séptimo primer ministro de la gestión del presidente Ollanta Humala. 

LOS INICIOS
En su época universitaria, Cateriano fue cercano a los llamados jóvenes turcos, grupo de liberales integrado, entre otros, por Enrique Ghersi, Iván Alonso y Federico Salazar. Este último recuerda que Cateriano “desde muy joven estuvo interesado por los eventos políticos” y que compartió con ellos “algunas muy importantes ideas, como la defensa de las libertades personales”.
Fueron, precisamente, esas ideas las que llevaron a Cateriano a integrar el Movimiento Libertad, fundado por Mario Vargas Llosa a finales de los años ochenta. En 1990, llegó a la Cámara de Diputados, luego de postular por la lista del Fredemo. Desde el Congreso promovió la privatización de las empresas públicas y la necesidad de atraer inversión privada.
Además, se convirtió en una de las voces más críticas de la comisión investigadora de la primera gestión de Alan García. Un par de años después de esta experiencia, publicaría “El Caso García”, libro sobre el ex presidente y los actos de corrupción ocurridos durante su mandato.   
El golpe del 5 de abril fue duramente criticado por Cateriano, recuerda Miguel Vega, entonces senador de la República defenestrado en aquel momento.
De esta forma concluiría el corto paso de Cateriano por el Congreso. Paso que intentaría infructuosamente repetir cuando postuló sin éxito en las elecciones de 1995 por la lista del Frente Independiente Moralizador (FIM); el partido de la escoba que lideraba Fernando Olivera, conocido por sus enfrentamientos con García Pérez.
De estos años Cateriano mantiene una cercana relación con Vargas Llosa. Proximidad que incluso lo llevó a acompañarlo a Suecia a celebrar el recibimiento del Nobel de Literatura en el 2010.

PROFESIÓN: POLÍTICO
Durante gran parte de los años noventa, Cateriano se dedicó al ejercicio privado del derecho y a su labor como docente en la Universidad de Lima; sin embargo, no se mantendría alejado mucho tiempo de la política. En la transición presidida por Valentín Paniagua, integró la Comisión Consultiva y la Comisión de Reforma Constitucional del Ministerio de Justicia. En la gestión de Alejandro Toledo, fue viceministro de Justicia de Fernando Olivera. De su paso por este ministerio se recuerda el famoso caso de las cartas apócrifas que recibieran Cateriano y Olivera, y que este último presentó al Vaticano. En estas, supuestamente el cardenal Juan Luis Cipriani solicitaba a Paniagua la eliminación de videos que lo vinculaban con Montesinos. Las cartas, se supo luego, eran falsas. 
Cateriano fue nombrado en el 2012 agente del Perú ante la OEA para el Caso Chavín de Huántar. Aquí se vio envuelto en cuestionamientos al revelarse que participó en una reunión con los entonces ministro de Justicia, presidente del Poder Judicial y jueza encargada del referido caso, que seguía abierto en sede peruana. Algunos consideraron que la reunión era legítima, mientras otros vieron en ella un intento de presionar a la magistrada.
En el 2012, Cateriano –se dice que por recomendación de Vargas Llosa– pasa a integrar el flamante Gabinete de Juan Jiménez, en la cartera de Defensa.  
¿Cómo leer esta historia de un hombre que ha aparecido y desaparecido durante distintos gobiernos, para terminar ostentando ahora el cargo de primer ministro? 
De acuerdo con el analista político Carlos Meléndez, “él ha construido una carrera política, a pesar de que no hay partidos políticos. Es un tipo que se origina en Libertad, sobrevive al fujimorismo, está en el FIM, es cercano a Perú Posible y ahora encuentra una veta en el gobierno nacionalista. Es un político profesional, uno de los pocos políticos profesionales que tiene Humala”. Para Meléndez, todos los partidos con los que tuvo cercanía Cateriano tendrían algo en común: “Están entre el centro y centroderecha, inclusive llega a Humala cuando él ya tenía un polo blanco. Nunca lo vas a ver defendiendo ideas estatistas, nunca a la izquierda, sí a un centro político liberal”. 

¿NUEVAS FORMAS?
“En un cargo como este estoy obligado a dialogar”. Estas fueron algunas de las primeras palabras de Cateriano como presidente del Consejo de Ministros. Lo que en muchos podría pasar por una declaración genérica más –qué primer ministro no ofrece siempre el diálogo– en Cateriano es casi un acto de contrición. Y es que, de concretarse, Cateriano habría controlado lo que es calificado por muchos como su marca personal: el estilo confrontacional.
Un estilo en el que mucho ven una actitud de prepotencia y poca reflexión, mientras que otros, como Fausto Alvarado (ex miembro del FIM e integrante con Cateriano de la comisión investigadora de García en los años noventa), lo consideran la característica de alguien que es muy directo y no guarda su opinión. Este estilo se ha traducido en varios ataques directos al aprismo y al fujimorismo. Basta recordar cuando usó su Twitter para llamar a Alan García “el gordo mayor”. El peligro ahora como primer ministro es que su antiaprismo –que, de acuerdo con Meléndez, es más un antialanismo– y su antifujimorismo le pasen factura al gobierno. 
De hecho, antes de su nombramiento muchos legisladores hicieron saber su oposición a su eventual designación como primer ministro. Para varios,  constituye una provocación. Rafael Rey, quien fuera diputado de Fredemo en la misma época que Cateriano, ha dicho por ejemplo: “Ya varios congresistas habían dicho que no aceptarían una presidencia del señor Cateriano. La pareja presidencial le ha respondido con un reto al Congreso: no quieren a Cateriano, a Cateriano pongo. Y ahora demuestren ustedes al Perú que están dispuestos a jugarse el puesto”. 
Otros como Fernando Tuesta consideran que ver en esto una provocación “es solo verlo del lado del Congreso”. Para el analista político, Cateriano era la mejor carta que tenía a la mano el oficialismo: “Era la persona del anterior Gabinete con más experiencia, aporta continuidad y es alguien de confianza. No es que sea una persona que se subordina, sino que coincide en mucho con lo que dice el presidente”.
Lo cierto es que Cateriano deberá cumplir su promesa de dialogar ahora que ha sido nombrado primer ministro, si quiere ver concretado su nombramiento. Después de todo, aún necesita tener la confianza del Parlamento.

*Con la colaboración de Alejandro Cavero.