Martín Vizcarra se dirige a la nación casi a diario alrededor del mediodía. Su estrategia de comunicación es buena, pero tiene limitaciones, indican los analistas.
Martín Vizcarra se dirige a la nación casi a diario alrededor del mediodía. Su estrategia de comunicación es buena, pero tiene limitaciones, indican los analistas.
Paolo Benza

Utilizar el miedo. Esa es una de las claves contra el , según los analistas. Ello, en tanto el miedo no signifique pánico ni descontrol, aclaran. “La percepción de riesgo es lo que va a marcar el patrón de conducta de las personas”, dice la politóloga Denisse Rodríguez. Y ello está estrechamente relacionado a la velocidad de contagio durante una pandemia.

“La percepción de riesgo y la difusión de patrones de conducta humana. Esas son las dos cosas que determinan qué tan rápido se expande un virus”, complementa Guillermo Flores, abogado especialista en ‘teoría de juegos’, una disciplina que estudia matemáticamente escenarios en los que el éxito depende de las decisiones de los otros.

No son ideas surgidas de repente. Los académicos italianos Piero Poletti, Stefano Merler y Marco Ajelli -especialistas en epidemiología computarizada y comportamiento social- publicaron el 2011 el estudio “Percepción de riesgo y efectividad de las respuestas no coordinadas ante una pandemia emergente”. Su eje clave: la comunicación gubernamental.

Una respuesta humana

La comunicación del Ejecutivo es crucial durante una pandemia porque está directamente vinculada a la percepción de inseguridad. Y esta, a su vez, determina el comportamiento de las personas. La ecuación es simple: la información oficial modula el temor que hace que los ciudadanos opten, o no, por aislarse.

Que la cuarentena se haya extendido dos semanas más implica varios retos de comunicación para el gobierno. Por ejemplo, ya empiezan a aparecer voces que cuestionan el golpe económico del aislamiento o que critican la compra de pruebas rápidas. “Entonces el gobierno tiene que ver cómo neutralizar estos mensajes”, dice Flores.

“En estos casos, los gobiernos apuestan por decirle a la gente que haga o deje de hacer cosas, pero tienen mucho más éxito las decisiones que toma la propia gente en base a la información que recibe”, explica. Hasta ahora, sin embargo, la percepción de riesgo ha venido mayormente “de la información que llega de España e Italia”, dice Rodríguez.

Y la lejanía limita el efecto: todavía se reportan a diario miles de detenidos por infringir la orden de aislamiento. “Las imágenes en cajetillas de cigarro no funcionan porque los fumadores las perciben lejanas: ‘eso me pasará en mucho tiempo’. Aquí se piensa que el Covid-19 solo afecta a los ancianos. Una forma de cambiar eso es que el gobierno empiece a hablar de lo feos que son los síntomas en casos que no son graves”, dice Flores.

Otra alternativa es comunicar con más detalle los casos positivos. Por ejemplo, en Corea del Sur -cuya estrategia se utiliza como ejemplo global- el gobierno envía alertas constantes a sus ciudadanos con la ubicación exacta de los nuevos contagiados. Detrás hay un trabajo sobre la percepción de cercanía del riesgo: el virus está en el vecindario.

Cambio de conducta

El miedo es la respuesta del cuerpo cuando se siente en peligro. Lleva a las personas a hacer cosas que, en otras circunstancias, no harían. Aislarse un mes, por ejemplo. Pero los especialistas aclaran que esto no es igual a promover el pánico. Ello implicaría una situación de miedo excesivo que golpearía la percepción de liderazgo del gobierno.

La clave para mantener la ecuación balanceada, mientras se la usa para contener la pandemia, es comunicar siempre información estrictamente veraz. “Si se exageran las consecuencias de una pandemia, habría una fuerte pérdida de credibilidad y eso tiene otra serie de consecuencias”, dice Flores.

Pero no todo está en el miedo. También hay un trabajo clave en la difusión de patrones de conducta. “La conferencia del mediodía funciona, pero tiene sus limitaciones. La idea también es que cuando se levante el Estado de Emergencia la gente no vuelva a hacer exactamente lo mismo”, dice la especialista en comunicación política María Beatriz Arce.

Arce propone trabajar estrategias de comunicación en un segundo nivel: para grupos puntuales de personas. “Se trabaja por segmentos. La idea es encontrar el motivador que funciona para el cambio de conducta en cada grupo. Con las madres, por ejemplo, influye mucho más la salud de los hijos. Eso es algo que va más allá de la comunicación institucional que se acostumbra en el Estado; no se le puede encargar al presidente”, dice.

Para Flores, el secreto está en qué patrones de conducta se divulgan. Por ejemplo, cuando se informa sobre las violaciones al toque de queda. “Se debe presentar como una cifra. [Martín] Vizcarra no debe explicar cómo está ocurriendo, porque ya se visualiza la conducta. Eso es lo que no se quiere: una conducta visualizada puede ser reproducida”, dice.

Por eso, cada mediodía el presidente reporta llamadas irresponsables a la Línea 113 y estas vuelven a ocurrir. Desde la lógica de la teoría de juegos, esta es la difusión de un patrón de conducta equivocado. No obstante, el consenso de los especialistas es que hasta ahora el presidente aprueba el examen en términos comunicativos.

“Ha habido rapidez para comunicar las medidas drásticas. A diferencia de otros países, donde la comunicación ha sido perjudicial, como en Brasil”, dice Rodríguez. “Ha sabido manejar bien la crisis. Su estrategia tiene regularidad, manejo de expectativas, presenta evidencias y agrega sus toques de emotividad”, concluye Arce.

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