Durante el debate, el congresista del Partido Aprista Mauricio Mulder, autor de la ley aprobada anoche, se acercó a la Mesa Directiva a dialogar con sus integrantes. (Foto: Alessandro Currarino/El Comercio)
Durante el debate, el congresista del Partido Aprista Mauricio Mulder, autor de la ley aprobada anoche, se acercó a la Mesa Directiva a dialogar con sus integrantes. (Foto: Alessandro Currarino/El Comercio)
Juan Paredes Castro

Al congresista debe pesarle en el alma que la ley bajo su nombre termine convertida, en manos del fujimorismo, en una peligrosa maleta de doble fondo.

La ley de marras intenta pasar por regulación técnica lo que es una prohibición tácita e inconstitucional de la publicidad del Estado en los medios de comunicación privados.

Conozco a Mulder como periodista, parlamentario y defensor de la democracia y las libertades. No como autócrata ni menos como censor, cosa que en las actuales circunstancias tampoco creo que lo sea.

Pienso por eso que su iniciativa de regulación de los presupuestos del Estado, para frenar su uso político indiscriminado, como en los tiempos de Humala y Kuczynski, encontró en el trámite legislativo sin debate, intereses autoritarios distintos, como los de Fuerza Popular, que cambiaron diametralmente el objetivo de la ley que Mulder quería que fuese, en el mejor sentido de la palabra, SU LEY.

Así, lo que debió ser una sana responsabilidad del Estado en el manejo racional de sus contenidos publicitarios, se transformó en un envalentonado mecanismo de castigo del poder parlamentario fujimorista contra la prensa libre e independiente.

La otra cosa que contrabandea la maleta de doble fondo de la ley Mulder es la idea de que los medios en general ceden su independencia y línea editorial a la pauta publicitaria estatal. Si esto fuera cierto, no tendríamos hoy la prensa crítica e investigativa que precisamente ha puesto en el asador de carne a la corrupción política de los cuatro últimos gobiernos.

No digo con esto que no haya una prensa que el fujimorismo llama “mermelera”, esto es, que vive de la mamadera estatal, como la prensa aquella que fue servil a billete de por medio del gobierno del 90 al 2000.

Lamentablemente la reacción de la prensa independiente a la ley Mulder ha sido y sigue siendo tan dura que su defensa principista de la libertad de información puede ser confundida, por los censores de turno, con supuestos reclamos de subsidios económicos.

Claro que la publicidad es el sano sustento financiero de un medio, siempre que este sea de libre elección del anunciante por el alcance de audiencia que busca.

Desde este enfoque los medios respetuosos de su independencia no necesitan de ninguna prebenda política publicitaria para subsistir.

Mulder aún puede rescatar la esencia regulatoria de su iniciativa y evitar ser la comparsa represiva de una ley que le va a hacer más daño a Keiko Fujimori de lo que cree que le hizo Kuczynski en la campaña electoral del 2016.