No apoya la idea de que se vayan todos, pero sí la mayoría. “Soy centrista, un moderado”, dice Luis Jochamowitz. (El Comercio / Rolly Reyna)
No apoya la idea de que se vayan todos, pero sí la mayoría. “Soy centrista, un moderado”, dice Luis Jochamowitz. (El Comercio / Rolly Reyna)
Rodrigo Cruz

Luis Jochamowitz, periodista y escritor, autor de las biografías de Alberto Fujimori y de Vladimiro Montesinos, considera que, pese a la actual coyuntura política, que derivó en la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski a la presidencia, lo que se vivió en los 90 fue aún peor. 

Él lo resume así: se trató de una crisis del sistema, que atravesó el Ejército, la Policía, la clase política y la sociedad. Fue algo más dañino. Lo de hoy es, a raíz de Lava Jato, una crisis que se centra en las élites. 

Desde su casa en Chorillos, a pocos metros del malecón, el escritor recibe a El Comercio para analizar la crisis política de la que estamos siendo testigos y el rol que cumplió el fujimorismo.

— ¿Recordó los ‘vladivideos’ cuando vio las imágenes de Kenji Fujimori?
Sí. Pero los recordé desde que Alberto Fujimori salió de la cárcel. Parece que la política peruana ha tomado un aire de déjà vu. Hemos vuelto un poco al estilo de los 90.

— ¿Por qué lo dice?
Por la misma presencia de Alberto Fujimori. Sin embargo, la historia nunca se repite igual. Hay una frase de Marx que dice que la primera vez es comedia y la segunda, tragedia. Ahora, ¿en qué estamos? Pues en tragicomedia [risas].

—¿Lo que hemos visto son secuelas de un montesinismo que se niega a irse o es que tenemos una clase política, una sociedad, profundamente corrompida?
Las dos cosas. Hay unos intereses políticos, unas coaliciones, francamente, ya de forma depravada. Pero, por otro lado, ese es el reflejo nuestro. Esos son los representantes que hemos elegido. Lo que hemos visto en estos días ha sido Montesinos contra Montesinos. Hemos dado el círculo completo. Un lado ha tenido la actitud montesinista de comprar votos y el otro lado, de grabarlo y, más que eso, de propiciarlo, lo que se llamaba agente provocador, alguien que denote esta situación

—¿No hemos aprendido la lección o es que es parte del estado natural de nuestros políticos?
Es que no son posibilidades contrarias. Son, quizás, complementarias. Es una etapa que no hemos superado por limitaciones nuestras al no querer llegar al fondo de las cosas, de no querer cambiar por falta de valor, de claridad, no lo sé, pero no cambiamos. Fue una tragedia que después de Valentín Paniagua venga esta situación de presidentes... [se queda pensando] La palabra corrupto ya casi no vale nada...Digamos, que venga esta situación de malos presidentes y que no hubo posibilidad de ir al fondo de las cosas. ¿Cómo se va al fondo de las cosas? En el caso de Fujimori fue preso. Ese fue un salto enorme que yo hubiera dudado que fuera posible. ¿De qué otras formas, por ejemplo? La televisión, que fue tal vez el arma más poderosa de Fujimori y de Montesinos, ¿Qué cambios hicimos con ella? [Alejandro] Toledo malogró esa posibilidad de hacer una limpieza profunda de la clase televisiva. No lo quiso hacer. ¿Por qué? Por sus propios intereses.

—¿Esa dejadez de los políticos posteriores a Fujimori por qué lo es? ¿Porque les es útil la modalidad de Montesinos?
Sí. Porque les es funcional muchas de las herencias que dejó, aunque no las apliquen correctamente.

—¿Este es un estilo Montesinos más básico?
Sí. Es un montesinismo aplicado. No es que Montesinos esté operando, al menos no me consta. Montesinos es como un padre fundador y cada uno lo aplica como puede.

—¿Esa herencia la ve solo en Kenji y Keiko?
Para todos. Para PPK también. Y para nosotros que vemos las noticias.

—¿Es una ideología el montesinismo?
Digamos que sí. Pero más una psicología práctica. Por ejemplo, es muy interesante escuchar a Aragón decir que uno se puede ganar “cinco palitos” sin mover un dedo. Tiene una cantidad de imágenes, de forma de hablar, que también se notaban en Montesinos. Montesinos, por ejemplo, no terminaba muchas frases. Las lanzaba lo suficiente para que quien las escuchara se dé cuenta de hacia dónde iba, pero no decía determinadas palabras.

—¿Y esta psicología está inmersa en los políticos?
Está concentrada en el fujimorismo, ciertamente, es su raíz y tradición. Pero, por ejemplo, ¿PPK no era un fujimorista en el fondo? Él puede ser un fujimorista internacional, financiero. Pero yo no soy un pesimista. Tengo la esperanza de que no todo sea así. Yo creo que hoy no es un día triste. Es, más bien, venturoso. Es mejor saber. Es mejor quemar etapas, dejar atrás ilusiones, mentiras. Puedes pasar a la siguiente mentira, me temo que otra vez ocurra eso, pero por lo menos ya dejaste esa. Creo que es un buen día. Que es mejor saber que no saber.

—Diecisiete años después de la caída de Fujimori, ¿cree que el Perú es incorregible?
[Risas] Incorregible como un chico malcriado. Sí, en cierta forma. Tal vez necio, aquel que persiste en el error. Pero eso somos. Mi padre decía, con estos bueyes hay que arar. Esto es lo que tienes, esto es lo que hay. Entonces, si lo comprendes, ¿qué actitud puedes tomar frente a esto?

—¿Cómo cree que va a quedar el legado de PPK?
No va a quedar. De legado va a quedar su salida. Pero de su obra de gobierno, que no conozco además, no va a quedar nada. Debe quedar como la sepultura de una forma de hacer política. La forma del lobbista, de la puerta giratoria, que ha sido la cultura dominante, pública y hasta prestigiosa en los 90, en los 10 años pasados y hasta hace muy poco. Debería ser la liquidación de esa manera de hacer política.

—¿Es una victoria de Keiko ante Kenji?
Hoy es eso. Pero eso es hoy. Mañana puede ser diferente. Lo más permanente es que estamos ante dos montesinismos. Dos fujimontesinismos. En roles diferentes pero esencialmente iguales.

—¿Alberto es también el gran perdedor?
Yo creo que sí. Pero desde que salió de la cárcel. Ha salido con un mundo que no le agradece, que más bien quiere tomarle cuentas, e incluso estas diferencias han llegado a su propia familia, a su dinastía, no ha podido consolidar esa dinastía. No ha logrado eso. Mas bien, ha acentuado las diferencias entre Kenji y Keiko.

—¿Qué diferencias encuentra entre los hermanos Fujimori?
Creo que las diferencias entre Kenji y Keiko son más de tipo familiar que ideológico, es una pugna de poderes. Pero el motor secreto de esa pugna debe ser celos de niños. Heridas familiares, que todos tenemos, que se vienen arrastrando, con la diferencia que no nos lanzamos a la política.

—¿Fujimori es el gran titiritero detrás de esta pelea entre hermanos?
Supongo que no. Fujimori es una persona bien despiadada. Tiene un corazón muy pequeño. Excepto con sus hijos. Miren un video, no de ahora, sino antes. Brillaba. Se animaba muchísimo. Cuando estaba en escena política se le notaba cierta distancia, pero con sus hijos no. Para él es un fracaso completo lo que ha pasado con ellos.

—¿Estamos viendo los últimos años del fujimorismo?
No lo creo. Creo que aún hay para más. Pero quizás un tercer fujimorismo [...]. Con menos fuerza, que ya toma el camino natural de esas herencias políticas, lo que sucedió con Odría, con Prado, se van apagando y quedando atrás. Pero todavía no es algo que esté en el horizonte.

—¿También es de los que cree que la consecuencia de esta coyuntura es un radical como presidente el 2021?
Es un peligro. Sería necio decir que no va a ocurrir. Pero depende de nosotros y qué alternativas diferentes pueden ocurrir. Fujimori surgió de ese vacío, de ese cansancio.

—¿Se adhiere la idea de que se tienen que ir todos?
No exactamente. Yo soy un centrista, en el fondo, un moderado. Pero sí creo que se tienen que ir muchos. La mayoría.