“Nombrar a Aníbal Torres no es el gesto que necesitábamos”, asegura Pérez Tello. (Foto: El Comercio / Archivo)
“Nombrar a Aníbal Torres no es el gesto que necesitábamos”, asegura Pérez Tello. (Foto: El Comercio / Archivo)
Ricardo León

En los días previos a que fuera designado primer ministro, el entonces titular de Justicia, Aníbal Torres, recibía críticas por el cese intempestivo e injustificado de Susana Silva del Instituto Nacional Penitenciario (INPE); el relevo del procurador Daniel Soria, quien había denunciado al presidente ; y la renuncia del viceministro de Justicia, Gilmar Andía, señalando el “autoritarismo y el menosprecio al trabajo técnico” en el sector.

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—Usted ha sido ministra de Justicia, conoce por dentro ese sistema. ¿Por qué es tan sensible ese sector?

La justicia es la base sobre la que se construye el Estado de derecho. La impunidad es la verdadera enfermedad de un país; la inseguridad ciudadana, la corrupción, esos son los síntomas. El cáncer que carcome a una sociedad es la sensación de que puedes hacer lo que te da la gana y no te va a pasar nada.

—Al nombrar a Aníbal Torres como primer ministro de su cuarto Gabinete, ¿qué mensaje parece estar enviando el presidente Pedro Castillo?

Es un error, porque no es el tipo de personalidad que se necesita en este momento, salvo que quieran una mayor conflictividad política y social, una confrontación. No hay una lógica en buscar a alguien que no tiene personalidad conciliadora, que no suple las deficiencias de comunicación y transparencia del presidente, y que no representa la claridad que debe tener un primer ministro para que todas estas cosas oscuras –los US$20 mil en el baño, las citas en la calle Sarratea, los nombramientos, la visita del abogado del presidente al Ministerio de Justicia– puedan ser explicadas.

Aníbal Torres es el jefe del cuarto gabinete que ha conformado el presidente Castillo en poco más de seis meses de gobierno. (Foto: El Comercio / Archivo)
Aníbal Torres es el jefe del cuarto gabinete que ha conformado el presidente Castillo en poco más de seis meses de gobierno. (Foto: El Comercio / Archivo)

—En una reciente columna de opinión, usted escribió que Aníbal Torres “piensa que la ley es él”. ¿Hay un tinte autoritario?

Representa un autoritarismo, sin duda. Aníbal Torres es una persona autoritaria. Un ejemplo es el relevo de Susana Silva del INPE; la saca del cargo por un motivo falaz, y se sustenta en su decisión y no en la ley. Ya el Perú es un Estado fallido, no se puede tener un ministro de Justicia que atropelle la ley de esa forma, y que hoy sea primer ministro.

—Cuando se cumplieron 100 días de gobierno, en una entrevista usted lo definió con tres palabras: incertidumbre, inestabilidad y conflicto. En estos casi 200 días, ¿qué palabras elige?

Certidumbre, inestabilidad y conflicto. Ahora sí siento que no va a haber un cambio de rumbo. Me sorprendería un cambio de actitud del presidente, que reconozca que esto no da más, que busque consejo.

—Dentro de las posturas en torno a una salida del presidente, que incluyen desde una renuncia hasta una vacancia, pasando por un juicio político, ¿en cuál se ubica usted como lideresa del PPC?

En el partido tuvimos una reunión. Todos queremos que se vaya; alguno dijo: “Una oportunidad más, un tiempito más”, y casi lo botan del Zoom. Ya no le vamos a regalar tiempo al presidente; él tendría que ganarlo trabajando, con gestos. Nombrar a Aníbal Torres no es el gesto que necesitábamos. Un grupo opina que se debe pedir la renuncia como un acto de respeto a la institución presidencial; otro grupo reclama vacancia, sin dudas, pero es una quimera hasta que no se consigan los votos y la legitimidad del Congreso. Detrás de todo esto hay una súplica por una gobernabilidad.

—Hablemos, entonces, de quienes están al frente. ¿Por qué no hay una oposición mínimamente sólida?

Estamos viviendo el espiral del silencio. Cuando los dos extremos gritan la frustración y la ira, el gran grupo intermedio de centros se ha ido quedando callado y ha sido tomado por estas dos posiciones que disputaron el poder. Este centro está muy dolido, pero está empezando a hablar. De allí tiene que surgir un liderazgo.

—Su cargo actual en el PPC es presidenta del Proceso de Reingeniería Partidaria. Exactamente, ¿qué es eso?

Significa que no queremos ser lo mismo. Reconocemos las luces que ha tenido mi partido, pero ya perdimos esa magia, ya no representamos, y ahora la política en general es despreciada por el ciudadano. No importa si no participamos en una elección municipal o regional, porque para eso se necesita ofrecer algo distinto, y ahora no lo tenemos. Vamos a repensarnos. Un país donde postularon 18 candidatos a la presidencia revela una crisis política terrible

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