Era normal y lógico que un outsider se convirtiera en insider tras su triunfo o, incluso tras el solo hecho de participar en elecciones. Hoy, con ritmos veloces y memoria corta, el insider deviene outsider, a propia voluntad, si cree que eso le genera un sex appeal electoral. Este camino inverso, esta volatilidad de los liderazgos y travestismo de los perfiles, fue fácil de explicar, por ejemplo, en el caso de Ricardo Belmont (ex alcalde entre 1990 y 1995), quien, tras varios años de retiro de la política, fue candidato outsider al mismo cargo en el 2018.
1. El outsider estaba adentro
Pero miren a Daniel Urresti. Llegó al Congreso con talante de outsider, a pesar de haber sido ministro del Interior en el 2015, candidato presidencial del humalismo en el 2016, candidato de Podemos a alcalde de Lima en el 2018 y vocinglero gerente de seguridad ciudadana en Los Olivos hasta no hace mucho. El caso es que, para la vida parlamentaria en pandemia, Urresti es un outsider venido de la jungla del combate a la delincuencia y tras un proceso por homicidio que casi lo sacó de ruta, viralizado cada que tuitea un mensaje contra los excesos del Congreso por lo que él mismo ha votado. Hoy, el político decide que tan outsider o insider quiere parecer –‘in/out’ en un chasquido de dedos-como si fuera un remedo cómico de Humala cambiando el polo rojo por el polo blanco; como si fuera algo no determinado por la historia.
2. Se judicializó la vida
Hace una década venimos alertando de que la judicialización de la política es corrosiva porque degrada la lucha política a imputaciones cruzadas de los rivales sobre sus rabos de paja; en lugar de hacerlos competir con sus planes y argumentos. Ahora no solo está judicializada la política, sino que se ha judicializado la economía y la gestión pública. El Lava Jato ha complicado la vida de mucha gente y ha trabado mucha obra.
Es previsible que la pandemia, que ha implicado grandes desembolsos vía delegación de facultades legislativas y decisiones de gobierno en estado de emergencia, sea una fuente de judicialización futura que afectará a muchas autoridades. La judicialización no solo ha ampliado su alcance a todos los ex presidentes del milenio y a todos los rubros de la sociedad; hay otros actores que la impulsan desde sus propias plataformas no judiciales: el Congreso con sus comisiones de fiscalización, la Contraloría con sus informes y alertas concurrentes, los organismos reguladores, el Indecopi, la prensa, cualquier ciudadano que hace una denuncia que puede echar a andar la maquinaria de las investigaciones preliminares. Dos asertos finales: El político peruano es un litigante. Otrosí, como hay judicialización de la política también hay politización de la justicia. Es más, la segunda precedió históricamente a la primera.
3. Inmune pero no impune
La inmunidad de altos funcionarios no se puede entender sin la judicialización de la vida. A mayor judicialización, mayor necesidad del político de tener prerrogativas frente la justicia. O sea, urgencia de ser inmune. Tan letal se ha vuelto la judicialización para algunos políticos que ello los impele a seguir en el poder más allá de su afán real de continuidad. Así buscan un manto de inmunidad (que, ojo, no lo tienen ni los gobernadores ni los alcaldes), e intentan posar de perseguidos políticos.
En realidad, se puede ser las dos cosas a la vez, perseguido legítimamente por la justicia con pruebas al canto, y perseguido por sus rivales produciendo y retorciendo las pruebas. La inmunidad hace un bucle vicioso con la participación política y con la impunidad. Por eso, hasta ahora se ha frustrado la reforma para reducir la inmunidad parlamentaria en el Congreso.
4. La muerte y el modelo
La proximidad a la muerte de tantos miles de peruanos nos lleva a palabras mayores cuando hablamos del ‘modelo económico’ o, de aquella palabra un poco más grave, el ‘sistema’. Si muere tanta gente, también puede morir el modelo y su forma de vivir, sería la asociación forzada. La pandemia, por lo tanto, nos ha empujado a llevar la discusión sobre fallas o carencias del modelo a hablar del fin del capitalismo, de conspiraciones comunistas y de revoluciones sin ton ni son. Las teorías del complot total se han normalizado para muchos.
Una hipersensibilidad o estrés ideológico, provocado por el shock pandémico, nos ha vuelto a la vez grandilocuentes y ligeros al hablar de hechos y políticas públicas. Por ejemplo, hablamos del bono para los pobres en cuarentena y eso escala a un debate sobre una renta universal socialista; alguien esgrime un protocolo sanitario y se prenden las alertas sobre un ataque tramitológico terminal. El Estado pandémico crece en regulación, y ello aumenta reglas y miedos, restringe libertades y oportunidades. El Congreso no se queda atrás y legisla con populismo y efectismo.
5. WhatsApp, Doc?
Si las redes crecían en importancia de elección en elección, la pandemia les ha puesto el pie en el acelerador. Ya las últimas elecciones nos obligaron a restar importancia al vocinglero Twitter, para restablecérsela al más sereno Facebook y concedérsela al nunca bien ponderado WhatsApp. En realidad el WhatsApp es tan parte de nuestra vida pública y privada, que no se percibe como una red y menos como un objeto de estudio. Pero es una red a través de la cual rebotamos e ingresamos a otras, influenciamos y nos dejamos influenciar por otros que son nada menos que nuestros pares. Por el WhatsApp nos convencemos de la pertinencia del protector facial o del clorito de sodio, de la investidura del gabinete o del sinceramiento de cifras.
El confinamiento aceleró la acción política a través de las redes y ha abierto -esto sí es nuevo- un gran campo de trabajo y de juego, con las plataformas para reuniones virtuales (Zoom,Teams y otras), que nos están rápidamente habituando a prácticas y comportamientos que recién se exploran para la política. Para poner una sola pregunta como ejemplo: Toda la energía y el activismo presencial del movimiento estudiantil en campus y aulas, que ya tenía una importante proyección virtual; ¿cómo abraza la virtualidad de las clases?. Parafraseando a Dylan, la respuesta está flotando en el WhatsApp.