Se acabó la fiesta, la columna de David Rivera
Se acabó la fiesta, la columna de David Rivera
David Rivera

El presidente electo parece ser otra persona si recordamos su desenvolvimiento de hace poco más de un mes. Ha recobrado no solo la vitalidad que la campaña electoral parecía haberle robado, sino también la alegría, a veces transformada en algarabía e incluso euforia. La percepción de la población y la buena recepción de la mayoría de medios de comunicación y líderes de opinión pueden estar alimentando la idea de que esa es una buena manera de conducirse y que podría serlo en el futuro. Pero tal vez sea necesario que los festejos comiencen a llegar a su fin, que PPK haga un alto en el camino y se prepare para los tiempos que se avecinan.

No se trata de que renuncie a su alegría, que es parte de sus cualidades personales y que ayudan a distender el siempre tenso clima político local. De hecho es una variable que lo podría ayudar. Tampoco a su vitalidad. Pero sí se trata de que Kuczynski se asegure a sí mismo de que no le sucederá lo que durante la campaña, cuando pasó del optimismo en el momento en el que las encuestas lo favorecían al berrinche y al insulto gratuito cuando ya no era así. El gobierno será más largo, implicará una tarea más ardua y llegarán los momentos críticos. Y para esos se necesitará, ante todo, un presidente ecuánime, con alegría y vitalidad, pero sin exabruptos en la medida de lo posible.

Las últimas semanas han permitido corroborar que la posición del fujimorismo luego de la derrota electoral no es una actitud pasajera, sino que piensa convertirse efectivamente en una fuerza opositora en el Congreso. Con matices, dependiendo del representante del fujimorismo que esté al frente, pero en oposición. Y las balas están yendo hacia un punto en particular. La relación con los grupos empresariales y la posibilidad de que se gobierne más pensando en sus intereses que en el Perú.

El último fin de semana fue particularmente interesante ver a los congresistas Luis Galarreta, Mauricio Mulder y Marco Arana en un mismo programa político y que el representante del Frente Amplio pareciese el moderado del trío. Los dos primeros no perdieron cada oportunidad que tuvieron para enfatizar en los riesgos de lobbies, en la relación con el mundo empresarial. No es que la izquierda no alzará la voz si se presentan “indicios” de “favoritismos”, pero lo que es claro es que no serán los únicos en hacerlo ni necesariamente los que más fuerte lo harán.

Este tema será particularmente álgido si se considera que Kuczynski ha prometido que su gobierno se encargará de destrabar los grandes proyectos de inversión que se encuentran paralizados. Así como hoy se ha instalado la idea de que ello es producto básicamente de la ineficiencia estatal o gubernamental, no habría que descartar que en el futuro próximo se siembre la idea de que cualquier destrabe o solución sea producto de un interés por beneficiar a particulares.

Seguramente este será solo uno de los flancos por los que pretenderán atacar al nuevo gobierno, pero será uno de los más importantes. Y se requerirá, se requiere ya, un presidente consciente de ello.

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