Ni amnésicos ni irracionales, por David Rivera
Ni amnésicos ni irracionales, por David Rivera
David Rivera

Para esta columna hemos conversado con uno de los periodistas que ha investigado la corrupción durante el kirchnerismo; con otro que está a favor de las políticas implementadas durante los últimos 12 años pero que reconoce la corrupción que ha habido; con una corresponsal de uno de los principales diarios de América Latina que ha seguido la situación argentina en los últimos años y que lleva un mes en Buenos Aires reportando las elecciones presidenciales que se realizarán este domingo; con un par de señoras en el supermercado, con un inmigrante reciente del Perú, con taxistas y luego de haber consumido varias horas de intensos debates y entrevistas políticas en televisión.

Más que una columna de opinión, pretende aproximarse a una explicación de por qué el partido de gobierno tiene un apoyo cercano al 40% considerando la información que se divulga mayoritariamente en los medios de países como el Perú. Pues aún si el oficialista no ganara ni en primera ni en segunda vuelta, los analistas coinciden en que el kirchnerismo y en particular, seguirán teniendo un rol protagónico en la política nacional.

La respuesta comúnmente aceptada es que el apoyo al gobierno se basa en las políticas populistas (subsidios y redes clientelares del peronismo) desplegadas en los últimos 12 años, desde que Néstor Kirchner asumió la presidencia tras los diez años de Carlos Menem y la crisis económica y política del 2001-2003. Esta explicación es en parte cierta, pero no tendría sentido sin dos variables que la complementan. La primera es que si bien se han cometido irresponsabilidades como el aumento irracional de la planilla pública o de las subvenciones indiscriminadas para desempleados, también se han recuperado derechos que durante los 90 se pasaron por alto, como las pensiones de jubilación o la expansión de programas sociales para los pobres. Y es aquí donde viene la que consideramos la variable más importante detrás de la fortaleza del partido de gobierno.

El discurso político es avasallador. Y está construido sobre la base del desastre que dejó la década del menemismo, cuando Argentina, a la vez que elevaba su endeudamiento externo, veía cómo la pobreza alcanzaba a casi la mitad de la población.

Durante los últimos años, beneficiados como toda América Latina por los precios de sus materias primas, Argentina creció económicamente y redujo la pobreza a la vez que pagó su deuda externa. No solo eso. El kirchnerismo se jacta de haber reducido la desigualdad, apoyado en un sistema tributario más progresivo y pese a las ineficiencias en el gasto y la inversión pública.

Esta realidad ha llevado a los principales opositores a construir un discurso de continuidad con cambio responsable, y tratando de poner énfasis en el aumento de la inseguridad ciudadana, las drogas y en la necesidad de recuperar las formas democráticas. El partido de gobierno, además de resaltar “sus logros”, ha creado el fantasma del retorno a las políticas menemistas.

Sobre las críticas al tipo de cambio controlado (a 9 pesos el oficial y a 15 el paralelo), ha construido otro fantasma, el de una devaluación si gana la oposición, quien ha terminado sacando esta variable del debate. ¿Acaso no habrá devaluación si gana Scioli? La respuesta política es una: los críticos han fallado en todas las predicciones hechas en los últimos años, ¿por qué creerle a quienes siempre se equivocan?

¿Sobre la corrupción? Salpicada por doquier. ¿Una coincidencia? Que Argentina tiene que diversificarse productivamente y sobre todo hacia las regiones. Ya acabado el ‘boom’ de las materias primas, el escenario será más difícil para quien gane. Tal vez sea incluso mejor para la oposición perder esta elección.

Más allá de ello, si una lección nos deja nuestro paso por Argentina, es la relevancia de recuperar la política. Claro, basada en la responsabilidad y honestidad.

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