Antauro 2021, la columna de Cecilia Valenzuela
Antauro 2021, la columna de Cecilia Valenzuela

“Cuando fue presidente Toledo, los judíos le imponen a PPK. Este negocia con Xstrata Cooper la venta de Las Bambas, luego ellos lo revenden… Acá llamamos a la unidad cívico militar para defender la patria, esta unidad grande del Perú y el Tahuantinsuyo… Es momento de que los militares y civiles del pueblo organizado nos juntemos”. El hombre que hizo esta exhortación, ante a un auditorio abierto, pero lleno, en el distrito de Challhuahuacho, Cotabambas, Apurímac, se llama Edwar Quiroga Vargas. En distintas oportunidades se ha autodefinido como etnocacerista, musulmán-chiita y responsable del ALBA- TCP (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América-Tratado de Comercio de los Pueblos).

El 6 de agosto pasado, Quiroga les dijo esa y muchas cosas más a los comuneros que viven en las inmediaciones del proyecto minero Las Bambas y que están hartos de que la carretera Quehuira-Huancahuire, por la que pasan a diario entre 350 y 400 camiones transportando mineral, sea una polvareda infernal que ni el Estado ni la empresa se han preocupado en asfaltar.

Una arenga convocando una alianza cívico militar en boca de un etnocacerista es cosa seria. tiene organizados a sus seguidores –en un 98% licenciados del Ejército– por macrorregiones. En mayo del año pasado los antauristas de la “macrosur” enfilaron hacia Islay, donde había una protesta contra el proyecto minero Tía María y fueron parte del grupo armado de huaracas que atacó a la policía, asesinando a pedradas al suboficial Alberto Vásquez.

De hecho, Quiroga también estuvo en Islay. Pepe Julio Gutiérrez, el protagonista del audio de las ‘lentejas’, lo presentó en un mitin como “su hermano”. Según Gutiérrez, Quiroga llegaba de Pichanaki, allí donde una serie de enfrentamientos violentos impidieron que se avance en la exploración de yacimientos gasíferos en Junín.

Los grandes proyectos de desarrollo no están en los planes de Antauro Humala, el cabecilla del ‘andahuaylazo’ que dejará la prisión el 2018 y espera encontrar un país lo suficientemente convulsionado como para iniciar su campaña presidencial para el 2021. Por eso, sus voceros trabajan tenazmente en Apurímac y Cusco, donde Ricardo Noriega Salaverry hace proselitismo activo en este momento. Todo mientras afirman sus alianzas políticas con el MAS de Gregorio Santos y el movimiento de Vladimir Cerrón en Junín. Ninguno de los dos quiere a la izquierda alimeñada que está en el Congreso; al contrario, tanto Santos como Cerrón estarían abrazando buena parte del discurso etnocacerista. Y los etnocaceristas el discurso medioambiental con el que los otros disfrazan su marxismo. A ver si consiguen donaciones internacionales en nombre del agua y la tierra, y se trepan al descontento de las comunidades en las zonas mineras: “Evo Morales decía que primero era el derecho de la tierra antes del derecho del hombre. A la madre tierra tenemos que defender si es posible con nuestras vidas… Aquí, carajo, hemos perdido el miedo. Y vamos a seguir luchando; el proceso de cambio necesita de líderes que luchen hasta el final; si son mártires, lo sabrá reconocer el pueblo”, dijo Quiroga en el mismo discurso donde evidenció su antisemitismo.

Una aversión en la que insistió el 27 de agosto último en el auditorio limeño en el que se celebraba  una reunión de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Perú: “Tenemos que ser claros y explícitos, aquí estamos en guerra contra los 300 judíos sionistas que administran la economía de 31 millones de peruanos”, sostuvo. Todo mientras dirige en Lima el Centro Islámico en el Perú, facción chiita, y afirma que conoció el islam en Bolivia a través de un dirigente iraní.

Que Alá nos proteja. 

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