El beneficio de la duda, la columna de David Rivera
El beneficio de la duda, la columna de David Rivera
David Rivera

A mediados del año pasado, cuando en la revista “Poder” comenzamos a abordar editorialmente las principales candidaturas a la presidencia, tuvimos un intenso debate interno sobre y Fuerza Popular. ¿Era posible que un movimiento que mantenía entre sus filas a personajes oscuros o “condescendientes” de la década del 90 tuviese honestamente la intención de representar un cambio respecto a una de las épocas más oscuras de nuestra historia? ¿Era posible que ese supuesto cambio estuviese liderado por quien en su momento se desempeñó como la primera dama del régimen?

Fue cuando politólogos como Steven Levitsky pusieron sobre la mesa la experiencia de partidos de otras partes del mundo que, habiendo nacido como proyectos autoritarios, con el tiempo y con nuevos líderes habían logrado reconvertirse e incorporarse a la vida democrática. Eran ejemplos que planteaban una referencia de lo que el fujimorismo podía aspirar a convertirse. Luego vendría el discurso de Keiko Fujimori en Harvard y la salida de algunas figuras representativas de los 90. ¿Podía entonces ella liderar un recambio político en su agrupación?

Nunca llegamos a un consenso. No es que en el equipo hubiese algún miembro con la camiseta naranja puesta. Digamos que teníamos a los antifujimoristas puros y duros y quienes estábamos más dispuestos a plantearnos la posibilidad de evaluar periodística y editorialmente aquella alternativa.

Toda la primera vuelta, Keiko Fujimori, ayudada por una campaña llena de irregularidades y focalizada en los avatares de los candidatos que venían segundos, había conseguido mantener una serenidad y ecuanimidad que distaba del personaje de la elección del 2011. ¿Había habido un proceso de reflexión honesto o era mero cálculo político?

La respuesta no demoró en llegar. Ese personaje, y lo que se pretendió construir como imagen del movimiento, se acabó inmediatamente culminada la primera vuelta. La organización y la propia candidata no tardaron en mostrarnos que su ADN guardaba una conexión directa con el lado más oscuro de los 90. La lista de hechos es larga y ya ha sido detallada por los medios y diferentes columnistas.

Pero como bien ha señalado este Diario en sus editoriales del domingo y de ayer lunes, lo sucedido en las últimas dos semanas muestra que el fujimorismo tiene algo así como un ADN inescrupuloso que trasciende los tiempos. Y como se ha preguntado “Semana Económica” para el caso específico de José Chlimper, ¿qué podemos esperar entonces de los peores exponentes de la agrupación cuando tengan el poder en sus manos?

No, no todos quienes votaremos por y/o contra el fujimorismo lo haremos sin haberles dado el beneficio de la duda. Keiko Fujimori y su entorno más cercano se han encargado de dejarnos muy en claro el grave peligro que representan para el país.

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