Han pasado dos años desde que Martín Vizcarra asumió la Presidencia del Perú y en este período pareciera que como país hemos estado en una montaña rusa que no tiene cuándo acabar. Hemos tenido dos elecciones fuera de calendario (referéndum y nuevo Congreso), hemos visto en vivo y en directo la “disolución fáctica” del Parlamento, a un mandatario “pechando” enemigos y perdonando amigos. Hemos sido testigos de cómo desde el poder se ha visto la paja en el ojo ajeno, pero se ha ignorado la viga en el propio. Y de tanto escuchar la frase “lucha anticorrupción”, esta se empezó a desgastar.
Veinticuatro meses después, las divisiones se han tomado una tregua para juntos enfrentarnos al enemigo común que viene en forma de virus. Por eso, en estas circunstancias es bueno volver al principio, al viernes 23 de marzo del 2018 cuando, frente al Parlamento, Vizcarra llamaba a la unión nacional. Sigo pensando que el mensaje a la nación del domingo pasado es el más importante que ha pronunciado el mandatario en estos dos años, pero no perdamos de vista este: “Tengo la certeza de que podemos transformar este difícil momento en el nacimiento de una nueva etapa política, donde lo primero sea el Perú. Quiero transmitirles la enorme fe, el compromiso y el entusiasmo con el que desarrollaremos esta gran tarea”. Ese fue el discurso de inicio de mandato y muchas cosas han pasado luego, pero es hora de rescatar ese espíritu.
Día a día —desde que se inició el aislamiento—, vemos a Vizcarra comunicando cada acción que se toma para enfrentar la pandemia, pero es justo advertir que no se puede caer en el error de “endiosarlo”, ni en la mezquindad de no reconocerle ningún logro. Todavía no le hemos ganado a nadie. Hay muchas inocultables deficiencias y el camino es largo. Ayer, el propio mandatario señaló que el millón de pruebas de descarte del coronavirus llegarán recién en unos 8 días aproximadamente, mientras tanto se seguirán haciendo 500 pruebas por día; lo que significa que conforme aumente el volumen de evaluaciones, se incrementarán los infectados. Lo dijimos la semana pasada y lo repetimos: este espacio siempre ha sido crítico de este gobierno y del presidente. Somos conscientes de que es momento de sumar, por eso dejaremos para más adelante la evaluación del nombramiento del ministro de Salud Víctor Zamora, quien antes de recibir esta responsabilidad se lució como un personaje controvertido y polarizador. La pertinencia de su designación solo nos la dirán el tiempo y los resultados de su gestión. Hagamos esfuerzos para mantener el espíritu de unidad que nos convoca, y que nadie intente aprovechar este momento para obtener réditos políticos. No caben los oportunismos, ni de quienes gobiernan ni de quienes critican. El Perú no se lo merece.