Luciana León ha presentado un proyecto de ley para empezar a liberar al mar peruano de una de las necias constricciones que impiden que lo utilicemos como lo que siempre debió ser: una Panamericana acuática. Y una “Panamericana” que puede soportar cargas muchísimo mayores que su par terrestre (lo que posibilitaría abaratar los fletes) y que, aún mejor, no se consume al hacerlo (por lo que no requeriría de constantes inversiones de “repavimentación”).
En efecto, a la fecha existe una restricción legal que impide que empresas extranjeras se dediquen a transportar mercancías entre nuestros propios puertos y que empresas peruanas alquilen buques extranjeros con ese fin (salvo por seis meses no renovables, lo que para efectos de una lógica empresarial equivale a nada). Como resultado, las barreras de acceso al negocio del cabotaje son formidables, puesto que suponen tener que comprar desde el comienzo los barcos con los que uno operará. El proyecto de la congresista León permitirá que el alquiler de naves extranjeras pueda ser prorrogable hasta los 5 años. No es mucho. Pero es un comienzo.
El sinsentido de las mencionadas prohibiciones se basa principalmente en argumentos nacionalistas, con los que, ya se sabe, se suele hacer fácil empujar camellos por los ojos de las agujas. El único auténtico nacionalismo tendría que ser el que permita que un país saque el mayor provecho posible de los recursos que tiene, en lugar de dejarlos yacer inutilizados con tal de poder decir que son únicamente “nuestros” (hoy el mar peruano tiene una sola embarcación haciendo cabotaje de contenedores).
Por otra parte, tampoco debería ser relevante que muchos países también tengan estas limitaciones en sus normas de cabotaje. Eso solo demuestra que la demagogia no es patrimonio peruano. Que cada país cargue con lo que esté dispuesto a sacrificar al altar de esa diosa charlatana. Nosotros, con una brecha de infraestructura de transportes de alrededor de US$22.000 millones, y una Panamericana colapsada, no podemos darnos el lujo de seguir entregándole nuestro mar.