No puede asegurarse que la salida de Rafael Roncagliolo haya obedecido a la pública irritación que ocasionó en el presidente venezolano, Nicolás Maduro, y en sus gobernantes aliados, cuando se atrevió a decir que promovería en la Unasur una declaración para pedir “tolerancia y diálogo” en el país bolivariano. Sí puede asegurarse, sin embargo, que existen varias señales que apuntan en esa dirección y que legitiman la duda. Sobre todo, cuando se toma en cuenta la posición poco clara, por decirlo de alguna manera, que en el pasado ha tenido el presidente para con el chavismo.
Veamos.
El 30 de abril los parlamentarios del oficialismo venezolano metieron una paliza en la Asamblea Nacional a los diputados de la oposición que llevaban dos semanas intentando protestar (es difícil hacerlo cuando el presidente de la asamblea apaga los micrófonos de todo aquel que no sea chavista) por el aparente fraude electoral producido en el país. De este día proviene, entre otros efectos igualmente dolorosos, la nariz rota en cuatro partes de la diputada opositora María Corina Machado que estos días nos ha visitado. En ese contexto, el canciller Roncagliolo hizo la arriba mencionada declaración, teniendo en cuenta que el Perú preside la Unasur y, esperamos, con cierto pudor, ante el recuerdo de la forma en que esta organización convalidó la elección de Nicolás Maduro por sobre todos los indicios de fraude y sin esperar a que se realizase auditoría alguna. Entonces se produjo la siguiente sucesión de hechos:
1. El presidente venezolano tuvo una reacción furibunda ante la, si algo, muy diplomática declaración de nuestro canciller, y amenazó frente a las cámaras: “Ha cometido el error de su vida, Roncagliolo”.
2. El presidente peruano guardó absoluto silencio frente a esta matonería del señor Maduro para con su ministro de Relaciones Exteriores (a diferencia de lo que hizo, por ejemplo, el presidente Toledo cuando Hugo Chávez insultó y amenazó públicamente al entonces candidato García).
3. El presidente peruano recibió en Palacio al embajador del señor Maduro, sin convocar a su canciller (lo que, dado lo que se acostumbra en estas reuniones, ya era un mensaje).
4. El embajador venezolano viajó a su país y, luego de reunirse con él, Nicolás Maduro salió a declarar: “Recibí al embajador nuestro en el Perú y me trajo información de una conversación con el presidente Ollanta []. Consideramos la página pasada”.
5. Renuncia el canciller Roncagliolo por motivos de salud a pocas semanas de la fecha para la que se espera el fallo de La Haya, el que sin duda tendría que haber sido el acontecimiento más importante de su gestión y el que de hecho fue, de lejos, el principal de los temas que tuvo en su agenda en su tiempo en Torre Tagle.
¿Coincidencias? Versiones de Palacio recogidas por este Diario dicen que no. Que lo que nuestro presidente le mandó a Nicolás Maduro con su embajador fue la (promesa de la) cabeza de su canciller. Y apuntan a lo mismo los antecedentes de la relación del señor Humala con Venezuela, incluyendo aquellos que se produjeron cuando él ya era presidente. Baste recordar la innecesaria –por decir lo menos– calificación que hizo de Hugo Chávez, a la muerte de este, como “un ejemplo a seguir”; o la llamada de reconocimiento que hizo a Nicolás Maduro en momentos en que incluso este último tenía aceptado hacer un recuento de los votos (es decir, un día antes de que apareciese junto con la muy chavista presidenta del Consejo Nacional Electoral a decir que los recuentos eran institución antidemocrática).
Si el Gobierno, sin embargo, insiste en que la separación del canciller Roncagliolo se debió a un tema de salud, tiene algo muy a su favor: puede demostrarlo. Nuestra flamante canciller podría seguir con la misma línea que su predecesor pareció querer iniciar con su pedido a la Unasur. No es, desde luego, que con ello pueda esperarse algo de ese organismo dominado por estados aliados del chavismo, pero al menos así el Perú dejaría de pertenecer a la vergonzosa lista de los países que vienen siendo cómplices de lo que un gobierno que controla absolutamente todos los poderes del Estado está haciendo en Venezuela con los derechos de millones de sus ciudadanos.